21 de abril de 2024, 4:00 AM
21 de abril de 2024, 4:00 AM

Hay dos ex presidentes que optan por declararse víctimas, antes que ser consecuentes con su responsabilidad y con la justicia de sus países. Ambos tienen un sello: el autoritarismo y la imposición de una mirada única. Ambos están lejos del poder y ahora cercados por los actos que cometieron cuando fueron mandatarios. Uno de ellos es Donald Trump, en Estados Unidos, el otro es Evo Morales, en Bolivia.

Ya Donald Trump está sentado en el banquillo de los acusados por “falsedad contable y financiación ilegal de una campaña”. El proceso deriva del pago a una actriz porno, un soborno para que ella no revele que pudo haber tenido relaciones sexuales con el magnate, pocos días antes de las elecciones de 2016. En Estados Unidos se abrieron muchas investigaciones contra el expresidente, pero ahora se desarrolla el primer juicio penal en su contra, tras la imputación que hizo el fiscal Alvin Bragg.

En Bolivia, el asalto al hotel Las Américas y el asesinato de tres extranjeros ocurrió mucho antes, en 2009. Fue seguido de un juicio que duró una década a 39 acusados de supuesto terrorismo, con argumentos que no pudieron sostenerse hasta que el proceso fue anulado en 2020.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) conoció el caso y ya conminó al Estado boliviano a resarcir a las víctimas y también a que se investigue y se juzgue a los responsables del crimen. Sin embargo, desde 2019, que se abrió la investigación en el Ministerio Público, hasta la fecha no hay una imputación.

Evo Morales era presidente de Bolivia y, horas después del ataque en el hotel Las Américas, dijo en Caracas que había dejado órdenes precisas para que se realice el operativo. No obstante, ante la posibilidad de un proceso en su contra por esos tres crímenes a extranjeros, dijo que no se presentará ante la justicia si lo convocan, reiteró los argumentos de supuesto separatismo y dijo que prefiere ir preso que estar frente a los fiscales. Pero no solo eso, pese a que dijo claramente que dio la orden para el ataque, ahora señala que cuando éste ocurrió, él estaba fuera del país y que quien mandaba era Álvaro García Linera. ¿Lo dijo para evadir su responsabilidad? Todo apunta a que sí.

Lo que sí es evidente es que Morales se siente por encima del bien y del mal, se ilusiona con que él no va a ser juzgado por los actos cometidos durante su Gobierno. En contrapartida, hay que recordar que durante su mandato se abrió procesos judiciales contra casi todos los expresidentes de la democracia: Carlos Mesa, Jorge Quiroga, Gonzalo Sánchez de Lozada y hasta Eduardo Rodríguez Veltzé, a quien ahora trata con consideración. ¿Por qué tendría que ser marginado él de la posibilidad de hacerse justicia en el caso del hotel Las Américas?

Estuvo casi 14 años en el poder y su entorno complaciente le hizo creer que era un elegido intocable por la justicia de los hombres. Si bien ahora es un expresidente, que recibe la renta que le da el Estado, no está eximido de rendir cuentas, como cualquier ciudadano; es más, tiene el deber moral de asistir si es convocado. Hacerlo no implica asumir culpa, sino comparecer ante la justicia para llegar a la verdad de los hechos. Lo está haciendo el que fue considerado hombre más poderoso del mundo, lo tendrá que hacer el cocalero más poderoso del Chapare boliviano. El país necesita cerrar heridas abiertas.