Opinión

Un discurso presidencial bajo presión

El Deber logo
7 de agosto de 2018, 4:00 AM
7 de agosto de 2018, 4:00 AM

En medio de aplausos de sus seguidores y abucheos de los partidarios del 21F, el presidente Evo Morales dedicó 33 minutos para completar su mensaje a la Nación con motivo del 193 aniversario de la independencia de Bolivia. El discurso se hizo ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, reunida para esta ocasión en la Casa de la Moneda de Potosí, un lugar emblemático para la consolidación de Bolivia como nación soberana.

Morales se ocupó de defender su gestión de Gobierno tras resaltar los ingentes recursos destinados para infraestructura en caminos, hospitales y centros educativos, reafirmando que hoy el país está más sólido en el plano económico, pese a todas las dificultades.

El mandatario aseguró que hoy Bolivia tiene una de las tasas de crecimiento más altas de América Latina, lo que aseguraría el pago del doble aguinaldo, y muestra uno de los índices de desempleo más bajos de la región luego de caer del 8,1 al 4,4% entre 2005 y 2017.

Hasta aquí las buenas noticias, según la visión de Morales, dado que el mandatario no mencionó los graves déficits que tiene la política de salud, las enormes brechas sociales que todavía dividen a los bolivianos y el retroceso en materia de democracia que hoy se observa con la falta de respeto a la voluntad popular expresada en el referéndum del 21 de febrero de 2016 que rechazó la repostulación de Morales para una nueva reelección en 2019.

Justamente, esas expresiones fueron las que se escucharon dentro del recinto de la Casa de la Moneda como en las distintas calles de la ciudad de Potosí que, pese al cerco militar y policial, amplificando el clamor de un numeroso sector de la ciudadanía que exige a Evo Morales que no se presente en dichas elecciones.

Minutos antes, con un discurso laudatorio, el vicepresidente Álvaro García Linera se atrevió a plantear que no hay futuro ni alternativa al modelo político impulsado por el MAS, además de descalificar como una “pandilla de opositores” a quienes gritaron “Bolivia dijo No” durante la sesión especial de la Asamblea Nacional.

La celebración por el 6 de agosto termina así, marcada por la tensión política entre partidarios del Sí a Evo Morales y de aquellos que dicen No a su repostulación contraria a la Constitución Política del Estado. Como bien dijo monseñor Sergio Gualberti, “Bolivia no quiere faraones” ni mandatarios que se aferren con uñas y dientes al poder desconociendo las leyes.

Ojalá los actuales mandatarios hubieran ensayado discursos más autocríticos con lo que realmente pasa en Bolivia, un país que está lejos de disfrutar la pujanza que el oficialismo pretende mostrar al mundo, y le hubieran dado mejor perspectiva a los millones de bolivianos que todavía enfrentan importantes problemas sociales no resueltos.

Tags