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16 de junio de 2018, 4:00 AM
16 de junio de 2018, 4:00 AM

El mes pasado, los altos mandos castrenses de Bolivia e Irán se reunieron en Teherán para “afianzar la cooperación en defensa”, según despachos de prensa emitidos desde esa ciudad. El ministro de defensa iraní, Amir Hatami, llegó a declarar que su país estaba listo para “transferirle a Bolivia su experiencia militar”, lo que da cuenta del estrecho vínculo construido por el Gobierno del MAS con el régimen fundamentalista de los ayatolás. 

Desde 2007, cuando el entonces presidente Mahmud Ahmadinejad hizo su primera visita a Evo Morales, el Gobierno boliviano se entregó a una “alianza antiimperialista” incondicional con Irán, a cambio de promesas de cooperación al desarrollo y de comercio bilateral que mayormente no se han concretado. Un memorándum de colaboración entre los dos países para la “prospección geológica y mineralógica” generó incertidumbre, sobre un posible interés iraní en los yacimientos bolivianos de uranio, que podían ser útiles para el programa nuclear militar de la república islámica.

Si económicamente las expectativas del acercamiento fueron defraudadas por la terca realidad, la alianza sí le abrió un amplio campo al proselitismo político-religioso de Irán en territorio boliviano. El fracaso del intercambio entre ambos países llevó a que, algún tiempo atrás, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) indicara que el comercio de Irán y Bolivia era “prácticamente inexistente”.

Si los beneficios de esta alianza han sido poco palpables, los perjuicios son más evidentes, pues llevó a la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, fruto del alineamiento de Evo Morales con la política iraní que alienta el terrorismo de Hezbolá y de Hamás. La imposición del visado a los ciudadanos israelíes derrumbó el turismo en zonas de Bolivia, como Rurrenabaque, ocasionando pérdidas importantes para esas economías locales.

Basta con darle un vistazo a las actividades desplegadas en una treintena de países por la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo de Israel (Mashav), para darse cuenta de que Bolivia ha elegido los socios equivocados y de que tendría mucho más para ganar reconstruyendo relaciones con la única democracia sólida de Oriente Medio.

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