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19 de noviembre de 2017, 4:00 AM
19 de noviembre de 2017, 4:00 AM

La gente profana que no tiene gallos de combate -que hoy son los más- suele preguntarnos a los galleros, ¿por qué existen y crían esos animales? Quizás no lo saben pero, de alguna manera, están repitiendo interrogantes esenciales que se remontan a la noche de los tiempos y del conocimiento... Los filósofos griegos se preguntaban, ¿cuál es el sentido de la existencia de los animales? Aristóteles dio una explicación racional: “la naturaleza no hace nada en vano”, la existencia de los animales procede de un orden y obedece a un ‘telos’, un fin, que se resume en el bien y la belleza...   

Menos abstracto fue el romano Claudio Eliano, en el siglo II dc, escribió una Historia de los animales...  Era un moralista que quiso convencer a sus coetáneos de que los animales tienen sentimientos tal vez más puros que los hombres... Relató la historia de una serpiente que en el país de los “llamados judíos o idumeos... en tiempos del rey Herodes... se había enamorado de una linda muchacha” (Libro IV)... Eliano explica que la serpiente era constante en su amor, sentía la ausencia de su amada y sufría con más empeño que un enamorado humano... En Eliano también encontramos por primera vez la idea de que las aves tienen sentimientos, asunto que han confirmado hoy las ciencias... La escritora Hebe Uhart anota: “yo leí en los trabajos de Frans de Waal, el primatólogo holandés, que las aves sienten el dolor ajeno; cuando la esposa del ganso lo ve pelear con otro, su corazón late con fuerza”.

En abril de 2015, Eduardo Montero (‘Pulga’), encabezó una delegación de galleros que acudió a una audiencia ante una comisión de la Cámara de Diputados, presidida por la diputada Sonia Brito... Se discutía el proyecto de ley de protección animal... ¿Es cultura lo que hacen ustedes?, ¿qué sentido tiene la pelea de gallos?... Pulga explicó: “Somos gente sencilla, nos apegamos a nuestra cultura, así como en el occidente de Bolivia no hay celebración sin entrada folclórica, en el oriente nuestras fiestas son con riñas de gallos... queremos a nuestros gallos y ellos también nos quieren... Antes en este Congreso había diputados galleros y, con respeto, creo que las cosas se hacían un poquito mejor... el gallo enseña a los hombres a ser honestos y leales en la lucha, hasta el final”... La sala enmudeció.

La ley 700, de protección a los animales, se promulgó el 1 de junio de 2015 y -nobleza obliga- el Gobierno de Evo Morales respetó “los usos y costumbres” de los pueblos y no se prohibieron las riñas de gallos ni el jocheo de toros... Semanas después hubo una reunión de criadores en la Gallera Central de Santa Cruz y el presidente de los galleros cruceños, don Antuco Roca, derramó unas lágrimas al decir: “no nos quitan nuestra cultura, nuestros hijos y nietos podrán ser galleros como nosotros”.


Pero hubo un suceso previo... Después del alegato de Pulga, un grupo de diputados paceños me invitó a tomar un café, teníamos un pequeño vínculo afectivo, meses antes habíamos hecho juntos la campaña que ganó el MAS... Uno de ellos, de cuyo nombre cervantinamente no conviene acordarse, me interrogó con burla: “¿no están ustedes un poco locos... acaso los gallos tienen sentimientos?”... Pude haber respondido con los argumentos de Eliano... pero les conté la historia de Fernando Veizaga (El Ney), gallero de Yapacaní... Encontró un gallo herido a una cuadra del corro de don Subirana, en Santa Fe... era un amasijo de plumas y de sangre, había perdido y su dueño lo había dejado en plena calle dándolo por muerto... Lo curó, lo alimentó y lo recuperó... Y empezó a averiguar quién podría haber sido el mal gallero que abandonó a su compañero... No fue difícil encontrarlo; era un hombre de San Germán que andaba pegado a cosas ilegales... Entonces lo desafió: “alístate para este domingo que voy a llevar un gallito negro”... Y el otro bravucón aceptó... En la acotejada no aguantó la curiosidad, “ese gallito, Ney, bien parecido a uno que me mataron en Santa Fe”... “No es bien parecido, es el mismo y volvió del más allá para vengarse y la pelea va por dos mil”, le respondió... Cinco minutos duró la pelea y al terminar, el gallo negro voló hasta su antiguo dueño y le clavó una estocada en la pierna, profunda y sangrante... y después cantó... “El gallo fino, tiene sentimientos, se venga de quien le hace daño y es muy agradecido con quien lo cuida”, contaba Ney... Algunas tardes en este exilio, cuando el sol se vuelve pequeñito, me he preguntado, ¿cuánto pudo influir en el corazón de esos diputados la historia de ese gallito negro?... El caso es que no votaron en contra de los gallos... 

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