OpiniónEDITORIAL

Preocupa el crimen organizado

El Deber logo
1 de enero de 2018, 10:51 AM
1 de enero de 2018, 10:51 AM

Cuerpos policiales brasileños detuvieron la semana pasada en un lujoso hotel de la ciudad de Fortaleza al temible José González Valencia (‘Chepa’), uno de los líderes del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), peligrosa organización criminal mexicana dedicada al narcotráfico y conocida por su violencia. Al propio Chepa se lo acusa del asesinato a sangre fría de 15 policías, según fuentes noticiosas del país azteca.


Para sorpresa de algunos y tal vez incomodidad de otros, he aquí que ese peso pesado de las drogas se paseó campante por Bolivia durante más de medio año, sin que las autoridades policiales percibieran su presencia, y para colmo, sobre la base de documentación falsa. Con el nombre fraguado de Jaffet Arias Becerra, en poco tiempo el peligroso delincuente obtuvo residencia legal en el país y una cédula de identidad para extranjeros le fue emitida por el Servicio General de Identificación Personal (Segip). Nadie investigó a fondo ni el pasaporte ‘trucho’ de México ni la apócrifa documentación presentada por el Chepa, que incluía nada menos que una certificación de Interpol y un contrato de trabajo. Del lado de las autoridades locales, de inmediato surgen desmentidos y explicaciones, siempre en el marco de la habitual retórica oficialista, agregando culpas ajenas y otras excusas no muy convincentes. Una primera vez puede ser, pero cuando sucesos similares se repiten, un natural timbre de sospecha suena en forma intermitente.


Por haberse percibido cierta recurrencia de fallas en materia de controles migratorios y policiales, es natural que surjan sospechas. Tiempo atrás se informó en Perú acerca de varios narcotraficantes peruanos que también poseían documentos bolivianos. Y todo esto surge bajo la sombra del temible crimen organizado, que ahora tiende a internacionalizarse siguiendo las pautas globalizadoras del siglo XXI. Los llamados ‘puentes aéreos’ de narcoaviones en las fronteras de Bolivia con países limítrofes son cosa de todos los días, la producción de droga sigue siendo abundante, la criminalidad en zonas fronterizas crece y ahora existe mayor permisividad en materia de cultivos de coca en Chapare, zona que, según las Naciones Unidas, destina el 90% de su producción a la elaboración de cocaína.


La investigación sobre la residencia extendida al temible Chepa -de ocurrir la misma- deberá ser profunda y objetiva. Sería ideal que además participe algún reputado órgano internacional para darle mayor credibilidad. Nadie desea que siga creciendo en nuestro país la nefasta influencia del crimen organizado.