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18 de marzo de 2018, 4:00 AM
18 de marzo de 2018, 4:00 AM

“Es una categoría gramsciana de crisis estatal…”, “hay una indignación moral, no proyecto de país”, “soy comunista, soy socialista, soy hombre de convicciones fuertes…”. Son declaraciones del ‘vice’ que aparecen en una entrevista de EL DEBER no importa la fecha, no importa el cuándo ni las circunstancias en que se hayan dicho estas frases, pero son recientes, propias de un clasemediero decadente que evoca las mismas frases de los revolucionarios del siglo pasado que ayudaron a enterrar las aspiraciones populares en Europa. Por eso lo decimos, no con el afán de repasar historietas, sino con la preocupación para no repetir la historia, que, por nefasta, se torna peligrosa.

Hablaban muy sueltos de cuerpo de Gramsci, un gran revolucionario italiano que escribió tanto y tan sustancioso, que algunos se intoxicaron por no saber digerirlo. Y alzando su nombre hablaron del eurocomunismo, variante reaccionaria y efectiva, que con el disfraz de un renovado comunismo pudo aniquilar al Partido Comunista Italiano, que contaba con unos cinco millones de miembros; al PC Francés, con más de tres millones, a las variantes similares en los Países Bajos, los nórdicos e incluso el inglés, que alcanzaron la calidad de alternativa de poder.

Palmiro Togliatti, máximo dirigente del comunismo italiano y conocedor de Gramsci, con quien polemizó sobre teorías leninistas, advirtió de los peligros por la mala digestión de los escritos de Gramsci porque, siendo un extraordinario revolucionario, dieron lugar a malas interpretaciones, hecho que fue bien aprovechado por el imperialismo para decapitar y desactivar las opciones y alternativas al poder oligárquico, los partidos comunistas de Italia, Francia, de Países Bajos, Inglaterra y los países Nórdicos; aparecieron los partidos llamados Maoistas, que con la figura de otro gran revolucionario, Mao Tse Tung, le tendieron la cama al imperialismo en Europa para aparentar una lucha en el interior del comunismo en Europa.

Se llegó al extremo que a los casi 50 años podemos constatar que el comunismo europeo fue aniquilado por el eurocomunismo. El llamado eurocomunismo es el sepulturero del comunismo en Europa. Los artífices de esta historia aparentaban y declaraban ser más comunistas que los verdaderos militantes de los movimientos populares.

Relato esta historia no solo para sacudir la memoria de los olvidadizos, sino para advertir de los peligros que amenazan nuestro proceso, por aquellos que gustan de citar al gran Gramsci, intelectualizando sus conceptos y desfigurando sus acciones, lo mismo que hacían los eurocomunistas de hace 50 años. Pero la historia, cuando se la trata de imitar, resulta una caricatura y es lo que está pasando con los ‘gramscianos’ de nuestro proceso, que antes solo eran un estorbo y se han convertido, hoy por hoy, en incordios.

Frases tan altisonantes, como las que cité al principio de este artículo, del ‘vice’, nos llaman la atención por su similitud con aquellas de los eurocomunistas de hace 50 años, “hombre de convicciones fuertes”, “comunista”, “socialista”. Por una parte es halagüeño que se adhieran a la causa más y más militantes, pero llama la atención que un personaje, que ayer declaraba que el socialismo era “inviable en Bolivia” (entrevista que realizó Julio César Caballero con el entonces prefecto Mario Justiniano, Álvaro García Linera y el que esto escribe, en 2001, en ocasión en que yo denunciaba el intento del MNR por desaforar al entonces diputado Evo Morales, denuncia que en la ocasión fue negada por AGL).

Veamos ahora los resultados: la Comunidad Europea está dirigida por la clásica derecha, se ha erigido como heredero avanzado y meritorio de Hitler, la poderosa Ángela Merkel. Parecieran lejanos de nosotros estos hechos, pero las declaraciones y acciones del ‘vice’ y sus seguidores, en el parlamento y fuera de él, nos preocupan, por el sello derechizante que se está imprimiendo al proceso de cambio, concepto que le gustaba al papa Francisco, como lo declaró en su visita a nuestro país. 

La historia nos demuestra ejemplos de individuos capaces de comerse crudo al imperialismo, según declaran públicamente, y cuando la situación es adversa, se convierten en activista de la parte contraria. No siempre ocurre, pero hay que estar advertido. Cuando alguien se refiere a un gran teórico, como Gramsci, poco conocido, incluso por algunos intelectuales, es menester ampliar una explicación para que se convierta en material didáctico y no en una pretensión de exhibir conocimientos para demostrar sabiduría individual, o bien pasar por debajo de la mesa algún contrabando de ideas para desviar el camino de la revolución.  

Usaron a Marx para castrar su contenido, usaron el eurocomunismo para aniquilar el comunismo, usaron a Gramsci. La oposición en Venezuela, una fracción del PCV, se llena la boca con Gramsci para explicar su oposición al Gobierno de Maduro. Y qué casualidad: el vicepresidente de Dilma, en Brasil; el vicepresidente de Correa, en Ecuador. ¿Cómo andamos por casa? ¡Pobre Gramsci!

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