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15 de diciembre de 2017, 4:00 AM
15 de diciembre de 2017, 4:00 AM

 “Estoy sorprendido de tantos compañeros en esta plaza… con mucho respeto, recién me entero de que tanta gente ha venido…, no me esperaba esta espontánea concentración del pueblo que viene a pedirme que me quede…yo no quería, pero la embajada me obliga a candidatear este 2019… hasta los niños van a mi casita y reciben mi regalito”, frases más o menos parecidas escucharemos este sábado 16 en Cochabamba.

El presidente Evo Morales insiste en seguir el juego al equipo de colaboradores que ha trazado la inexplicable antirruta para socavar su popularidad, su vigencia histórica y su imagen internacional.

Muchos sabían que la convocatoria al referendo del 2016 fue una maniobra envolvente de los que temían perder espacios de poder, ¡a un año de las elecciones fácilmente ganadas! En septiembre del 2015, ante los primeros anuncios, las encuestas ya anunciaban la derrota, pero se siguió por el despeñadero.

¿Visiones equivocadas?, ¿falsos análisis internos?, ¿exceso de soberbia? son solo especulaciones. El dato de la realidad es un esquema de automentiras, obligando a los funcionarios públicos a salir a pintar por el Sí y a asistir a las concentraciones. 

Como ya conté, algunos oficinistas llamaron a la Asociación de Periodistas de La Paz para que designe delegados que fueran a comprobar cómo estaban vacíos sus despachos porque esa tarde fueron trasladados hasta Oruro. No era ese un rol de la APLP, pero los periodistas de varios medios comprobaron la denuncia.

Igual que en esta semana, cuando decenas de servidores públicos explicaron a esposos, familiares, amigos o compañeros por qué no estarán en La Paz este sábado. Están coaccionados a viajar, con su dinero, y pasar el control en la plaza cochabambina.

El primero en impedir esta situación debería ser el Ministerio de Justicia y su Viceministerio de Transparencia, además de la Contraloría General ,pues presionar para que todos los que trabajan en el aparato estatal sean del partido es una política contraria al Estatuto del
Funcionario Público, a la Ley Safco y sus ocho sistemas y a las convenciones internacionales contra la corrupción, signadas por el congreso boliviano como leyes nacionales.

Al contrario de lo que piensan Gabriela Montaño o Leonilda Zurita, los que ocupan un puesto en la administración pública no deben ser afiliados al oficialismo. Al contrario, se debe alentar la carrera administrativa y la meritocracia.

Muchos operarios, incluso evistas, están hartos de esta estrategia, de ver el efecto bumeran de la casita de adobe construida sin permiso de la
Alcaldía y sin la de los paceños, de ver la imagen de Morales en la sopa, mejor dicho, en el bocadillo amargo de BOA, y en cada cuarto, piso,
pasillo.

A pesar del estalinismo, los marxistas saben que el endiosamiento es contrario al socialismo, a un programa verdadero de cambio revolucionario que debería descansar en ideas y no en símbolos. 

Bolivia no es tan fea. Como varios otros columnistas, quisiera ocuparme de temas más sensatos, no perder tanta energía en vano. Ojalá el 2018 sea distinto y el MAS se sacuda del tropezón del 21-F que lo ha dejado desorientado ya casi dos años.

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