Opinión

La coherencia que hace falta

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15 de junio de 2018, 4:00 AM
15 de junio de 2018, 4:00 AM

El presidente Evo Morales viajó 12.500 kilómetros hasta Rusia, a pesar de todas las críticas de la oposición y de la ciudadanía por el costo del periplo para el erario. En su defensa, tanto él como los miembros del oficialismo dijeron que su objetivo principal era la firma de acuerdos por más de 1.000 millones de dólares para Bolivia.

El viaje no habría recibido tanto cuestionamiento, sino hubiera coincidido en tiempos con la inauguración del Mundial de fútbol, a cuya ceremonia estuvo invitado, según lo confirmó él mismo en su conferencia de prensa realizada en Moscú. El opositor Samuel Doria Medina calculó que el periplo le costará a Bolivia alrededor de 350.000 dólares y aconsejó que Morales lo suspenda para que esos recursos sean utilizados en atender otras necesidades del país. Desde el Gobierno no desmintieron la cifra, pero señalaron como resultado que se tendría una millonaria inversión para el país.

La anunciada reunión entre los presidentes de Bolivia y de Rusia fue breve. En ella, el mandatario boliviano ofreció proyectos bolivianos en busca de captar inversiones rusas: el tren bioceánico y el litio. Al día siguiente la delegación boliviana suscribió acuerdos con la petrolera Gazprom para la exploración de hidrocarburos en una zona de Chuquisaca, además de la probable compra de urea de la planta de Bulo Bulo con otra empresa del país de Putin.

Si bien es importante que el mandatario tenga reuniones bilaterales y haga una gestión diplomática para buscar acuerdos que beneficien a Bolivia, lo que pone sus acciones en el ojo de la tormenta es la coincidencia con la apertura del Mundial y la sensación de despilfarro económico que esa situación deja, cuando es evidente que faltan recursos para salud, para educación y para otras acuciantes necesidades de la sociedad.

Este hecho se suma a la pronta inauguración de un nuevo palacio de gobierno, que costará más de 40 millones de dólares y que la gente ve como fruto de un manejo discrecional de los recursos del país para beneficiar al mandatario. Frente a eso, los argumentos gubernamentales señalan que la Casa grande del pueblo es una necesidad para el pueblo, pero esas versiones son poco creíbles cuando se ve que no se atienden otros asuntos fundamentales.

A pesar del optimismo oficialista respecto a la economía nacional, desde el sector privado y desde el bolsillo del ciudadano común, queda la percepción de que los ingresos nacionales dejaron de tener dinero de sobra y, aunque así fuera, lo que se espera de los gobernantes es que administren con racionalidad los recursos económicos del país. No es tiempo de hacer gastos excesivos ni de hacer coincidir viajes con eventos que, aunque le gusten mucho al presidente, no son parte de una prioridad nacional.

Evo Morales debe escuchar la voz de la ciudadanía que le pide responsabilidad con el país y que sea coherente con su discurso, que tanto ha proclamado austeridad.

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