Opinión

Forzar la Constitución

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8 de noviembre de 2017, 4:00 AM
8 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Muy suelto de cuerpo, el vicepresidente Álvaro García Linera acaba de dar otra pincelada en la estrategia del oficialismo para habilitar a Evo Morales Ayma para la re-reelección en 2019, pese a que la Constitución Política del Estado (CPE) se lo impide y mientras la mayoría en el referéndum del 21 de febrero de 2016 le dijo No a su repostulación.

García Linera ha señalado que no se descarta que una nueva Asamblea Constituyente pueda plantear una reforma constitucional con el principal objetivo de modificar el artículo 168 de la CEP, que limita el tiempo del mandato presidencial y del vicepresidente, con una reelección.
Actualmente, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) debe decidir respecto de un recurso interpuesto por el MAS para modificar la Carta Magna que el propio masismo impulsó en 2009 para habilitar a Morales bajo el argumento de que estaría siendo restringido su derecho a ser elegido, tal como prevé la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, aprobada por el Estado boliviano.

De no lograr el aval constitucional en el TCP, el MAS impulsará la reforma de la Constitución con dos tercios de los votos en la Asamblea Legislativa o, como anticipó García Linera, impulsar una nueva Constituyente que modifique completamente la CPE, pero fundamentalmente el artículo 168.

Este manoseo de la Constitución es absolutamente inadmisible. Muestra la falta de seriedad del Gobierno de Morales respecto de un marco constitucional que costó dolorosos enfrentamientos entre los bolivianos y que, finalmente, fue aprobado por la mayoría de los ciudadanos en 2009.

Más grave aún si por detrás de estos cambios solo está la sed por mantenerse en el poder a cualquier costo. 

Los bolivianos han expresado claramente su voluntad sobre este punto en el denominado 21-F. Rechazan las aspiraciones por permanecer sin límites en la Presidencia, rompiendo uno de los pilares de la democracia, como el que configuran la alternancia y el respeto al voto popular. 
Al igual que hicieron otros mandatarios en la historia boliviana y no pocos dictadores en América Latina, Morales pretende mantenerse en el Palacio Quemado bajo el pretexto de que es el único que podría gobernar Bolivia. Ese pensamiento mesiánico puede llevar nuevamente al enfrentamiento y la división entre los bolivianos. El MAS desnuda así su incapacidad para generar nuevos liderazgos y para concebir que la democracia tiene como fundamento la participación y el respeto de la diferencia. Lo contrario se parece mucho al autoritarismo y a la concentración perniciosa del poder en pocas manos, lo cual siempre genera corrupción y violencia.

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