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7 de febrero de 2018, 4:00 AM
7 de febrero de 2018, 4:00 AM

Desde que fue promulgada la nueva Constitución, el nombre oficial de Bolivia pasó a ser Estado Plurinacional en lugar de República. El ‘apellido’ lo usaron varias naciones del este europeo en la época de la Guerra Fría -aún persiste en otros, como en China y Corea del Norte: socialista, popular o democrática.


Este cambio de nombre en nuestro caso es motivo de divergencias. Está a la vista que en Bolivia hay diversidad de naciones, es decir de grupos con distintos orígenes culturales, idiomas, costumbres y creencias, igual que otros Estados en el mundo, entre ellos Suiza, España, los Estados Unidos, y los hubo en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El añadido al nombre de una de sus características -en este caso lo de plurinacional-, no parece ser pertinente, pues se pudo también agregar muchas otras características -menos mal que no se lo hizo- como andina, amazónica, democrática, etc., además de ’bolivariana’, como fue impuesta a Venezuela por el chavismo con el afán de convencer que esa secta política sigue el pensamiento del libertador.


Toda sociedad políticamente organizada en un territorio propio y con gobierno establecido es un Estado. Un Estado puede asumir diversas formas de organización: monarquías absolutas o constitucionales y, por otro lado, repúblicas que, a su vez, pueden organizarse como unitarias, autonómicas, federadas o confederadas. En esto no hay signos ideológicos, simplemente es la adopción del mejor sistema organizativo para  la realidad de una nación.


El intento de consagrar el añadido de plurinacional no coincide con la evidente intención oficialista de dar preeminencia a un solo grupo racial, lo que puede dar lugar a resentimientos que siempre amenazan con ser fuente de enfrentamientos y divisiones. Lo sensato es recuperar el nombre propio de nuestra nación: República de Bolivia, es decir de todos los nacidos en este país y de los que lo adoptaron como propio, sin distinciones ni apelativos divisivos.


Se tiene que tomar en cuenta que hay otras formas de mostrar la realidad diversa de una sociedad, como lo hizo España en su Constitución de 1978 que, en su artículo segundo, establece el derecho a la autonomía de “las nacionalidades y regiones que la integran”, o sea, el reconocimiento expreso de que es una ‘nación de naciones’. Esto es Bolivia, lo mismo que muchos Estados, pero que, para confirmarlo, no necesitaron cambiar de nombre.

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