El Deber logo
1 de junio de 2018, 4:00 AM
1 de junio de 2018, 4:00 AM

Para muchos, Santa Cruz de la Sierra nació  (1561) como un “acto de rebeldía” y de desobediencia, ya que Chaves como lugarteniente de la nueva gobernación de Mojos fue enviado para desbrozar un camino más corto que uniera a la Nueva Asunción con el cerro de Potosí y no a fundar pueblo alguno. Con los años, la coexistencia de la nueva ciudad con su nombre más el gentilicio de “cruceños”, fueron conservados por encima de todo, a pesar de haberse ordenado la fundación de San Lorenzo Real de la frontera (1590/1592¿?), a fin de terminar con las raíces de la nueva cruceñidad, mezcla de dos culturas disímiles, la nativa y la europea, y fragua ardiente del mestizaje camba.

Luego, con la levantisca insurrección de los nuevos cruceños contra el centralismo limeño, el virrey Francisco de Toledo inició una campaña militar a efectos de someter a los  chiriguanos y de castigar a los que llamó “rebeldes cruceños de Santa Cruz de la Sierra”. En otra ocasión, al oponerse tajantemente los patriotas cruceños a los hechos que se gestaban fuera de sus fronteras y a espalda de su propia voluntad soberana, en marzo de 1825 Sucre nombra como “presidente de Santa Cruz” al coronel argentino José Videla, ordenándole que marche a Santa Cruz con instrucciones de “fusilar a los caudillos (cruceños) de la revolución”.

En esta no acabada lucha contra el centralismo, de igual modo, tanto en las revoluciones de Andrés Ibáñez (1876) como en la de los Domingos (1891), el Gobierno central declaró separatistas a los cruceños, “facciosos, delincuentes, revoltosos, sediciosos y fugitivos”.
Al movimiento cívico cruceño de 1921 cuyo reclamo era “ferrocarril o nada”, un planteamiento integracionista con el resto del país, la prensa andinocentrista, que fungía al servicio de los intereses oligárquicos de la época, lo calificó de “subversivo e inspirado en sentimiento antinacionales”.

Los posteriores levantamientos en Santa Cruz de los años 50, exigiendo el pago del 11% de regalías o la misma lucha por la autonomía a principios del presente siglo, han provocado que  tilden al pueblo cruceño de “separatista”, “anexionista” o “terrorista”.  Viejas muletillas del centralismo que carcome su resentimiento.

Como vemos, los insultos a través de la historia han sido incontables, pero nunca antes fuimos bautizados de “extraños”, algo así como extraterrestres o astronautas, venidos de otro mundo, tal como se dijo recientemente y de manera pública en Cochabamba. Esto me recuerda al libro de Erich von Däniken. Luego vendrían las disculpas tartamudeantes, olvidando ese viejo adagio: “El que explica se complica”.

Así han pasado casi cinco siglos de historia. Lo que no han comprendido todavía nuestros gratuitos detractores, es que detrás de cada infamia, Santa Cruz se empodera más de su destino y se arropa de su sano orgullo de pertenecer a un pueblo altivo que no se doblega ante nadie.
Este incidente es uno más de otros tantos que vendrán luego a la medida de nuestro exitoso desarrollo. Este infortunado comentario me retrotrae a un viejo proverbio que dice “Los perros ladran, pero la caravana (Santa Cruz) avanza”. ¡Santa Cruz es imparable! La historia lo dice.

Tags