Opinión

El federalismo

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25 de mayo de 2019, 4:00 AM
25 de mayo de 2019, 4:00 AM

Nos hallamos ad portas de las elecciones presidenciales y, exceptuando al ex mirista Jaime Paz Zamora (JPZ), ningún otro candidato opositor ha dado a conocer a los votantes su programa de Gobierno. A no ser que consideren suficiente, plantear como programa de realizaciones, ‘sacar’ a Evo Morales a como dé lugar, de la carrera electoral, explotando al máximo el falso silogismo del 21-F como verdad categórica. O tal vez, por estrategia, nos salgan a último momento con aquello de: “Mi programa serán mis actos”, como dicen que dijo el expresidente Bautista Saavedra antes de asumir el poder, y cumplió, puesto que uno de sus actos ‘programados’ consistió en el entreguismo de nuestros yacimientos hidrocarburíferos en favor de la Estándar Oíl, empresa transnacional que nos jugó sucio en la Guerra del Chaco.

El único candidato que ha planteado una propuesta ha sido JPZ, que ha prometido implantar la federalización del Estado como una gran novedad, cuando se sabe que dicho proyecto es de antigua data, ya fue propuesto en las postrimerías del siglo XIX. Su primer ideólogo fue Lucas Mendoza de la Tapia (considerado por Gabriel Rene Moreno como “el corifeo de la idea federalista”), que lo propuso al pleno de la Asamblea Legislativa de 1872, siendo rebatido por el diputado conservador Evaristo Valle y demás partidarios del unitarismo vigente, alegando que las condiciones aún no habían madurado para aplicarlo. (Andrés Ibáñez, en puridad de verdad, no fue federalista, sino igualitarista, siendo por esta tendencia tachado de cuatrero, comunista y de bastardo por la oligarquía de la época. Carlos Montenegro decía que “Ibáñez fue un auténtico precursor de la revolución social en América del Sur”).

El proyecto de federalización, tras su primera derrota, quedó archivado hasta el estallido de la supuesta “Revolución federal”, encabezada por el general José Manuel Pando, en 1899, solo que la tal revolución resultó una patraña urdida por los epígonos del liberalismo en ciernes, que en el fondo lo que buscaban, y lo consiguieron, era trasladar la ‘capitalía’ de Sucre a la ciudad de La Paz, respondiendo a los intereses económicos de los barones del estaño. La propuesta quedó nuevamente estancada.

Pasada la Guerra del Chaco (1932-35), con la formación de los partidos políticos de corte nacionalista, la FSB, introdujo como uno de sus enunciados políticos “la aspiración de lograr la federalización de Bolivia”, pero no logró nada, por la razón que la Falange nunca llegó a conformar gobierno propio, siempre estuvo enganchada al carro de los gobiernos de facto, hasta que acabó subsumida por el militarismo rampante de los generales Rene Barrientos y Hugo Banzer, a su turno.

En mérito a los antecedentes históricos citados, no se le augura un gran porvenir a la propuesta de Jaime Paz, por cuanto ni a los cívicos cruceños ni a los grupos de poder que son los “barones del Oriente”, parece interesarles el federalismo, tampoco el separatismo, mucho menos el socialismo. Según el gobernador Rubén Costas, Santa Cruz, pugna porque los demás departamentos le reconozcan su hegemonía dado que “desde hace tres décadas el poder económico está en Santa Cruz”, y solo falta un paso para tener el poder político total. Creen-desde la Gobernación-, estar cerca de lograr la aspiración de ser cabeza de león. Además -agregamos nosotros-, el Estado Federal no se adquiere con solo declararlo o escribirlo en un programa de Gobierno, lo cual “es fácil de escribir y más fácil aun de transcribir”, en concepto de Augusto Céspedes, sino mediante un proceso revolucionario que puede incluir el uso de la violencia, o alternativamente, por una Asamblea Constituyente seguida de un Referéndum donde el soberano exprese su voluntad general. Sin este prerequisito, el federalismo en Bolivia, continuará en lista de espera hasta que concluya su lento proceso de maduracion.

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