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6 de diciembre de 2017, 4:00 AM
6 de diciembre de 2017, 4:00 AM

Es corriente escuchar a la gente decir ‘a mí no me interesa la política porque yo vivo de mi trabajo’, ‘ la política es para los políticos y todos son ladrones y corruptos’, ‘no hay político que salga pobre’ o ‘con mandatarios de izquierda, derecha o todo el arcoíris de colores, nuestra situación jamás cambió, seguimos pobres y ellos se enriquecen’.

Así también, hay políticos que sin ruborizarse, quieren justificar ingresos extralegales bajo el argumento que por los altos riesgos de la política los obligan a asegurar su futuro, como otros que dicen acumular reservas para la próxima campaña electoral, seguros de participar ad infinitum

Ambos ejemplos no hacen más que ilustrar la percepción completamente estigmatizada de la política y el  enquistamiento perverso de una escuela vil y degradada en el seno de los partidos, que a unos no hace mella y a otros, por la generalización, provoca vergüenza 
ajena. 

Remota está la máxima de la función pública como alto servicio al colectivo, pues en el ejercicio del poder además del ‘endiosamiento’ de los dirigentes, las camarillas envolventes se ocupan de aislar, excluir y, en definitiva, marginar a quienes se atrevan a marcar una conducta signada por principios. 

Pues, les doy una mala noticia a quienes desviaron la política a la politiquería, el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones ha provocado una verdadera revolución, la ciudadanía ha crecido en asertividad (la inclinación o capacidad para declarar, reivindicar, afirmar), los jóvenes ya no tienen la candidez que se les atribuye por inexperiencia, y está en franco agotamiento la vigencia de los partidos y la visión patrimonialista del poder benefactora de  los ‘ídolos con pies de barro’ creados por la propaganda y la apariencia.

Grandes sectores de población se cansaron de trabajar por sus hijos para que luego deban mendigar un empleo al político de turno, están hartos del precio político que hay que pagar por el acceso a bienes y servicios que los mandamases de turno dicen ‘concederles’. Saben que la opulencia, la deshonestidad y la decisión de estos, son las causas de la carestía de la vivienda, la educación, la salud, los alimentos.

La ciudadanía ha decidido revocarles el mandato a ‘los políticos’, ha decidido buscar su propio camino abandonando la ‘dirección de los elegidos con plata, influencias o discursos’. Es posible que aún no sepan cuál será la forma de organizarse, todavía es la conciencia del poder de su voto y el de las calles el que está provocando el remezón, pero de que avanza, avanza. 

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