Opinión

Domador de algoritmos

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16 de diciembre de 2018, 4:06 AM
16 de diciembre de 2018, 4:06 AM

La presencia de un aficionado a las matemáticas, jugando un rol central, es una innegable peculiaridad de nuestra escena política que a veces cobra color y se anima, cuando el ‘vice’ arriesga figuras y comparaciones, propios de las ciencias exactas, para ilustrar cuánto es capaz de superar la medianía de quienes no comparten sus criterios.

En 2014, intoxicado con las cifras de un categórico triunfo que llevó el número de electores del MAS por encima de los 3 millones, aseveró, inapelablemente, que su partido obtendría como mínimo el 60% de votos en futuras elecciones. También postuló, en ese mismo documento, “El nuevo campo político en Bolivia”, (noviembre 2014), que el desplazamiento del régimen hacia el centro tendría que comprenderse, figurativamente, apelando al espacio de Riemann, desatando un paroxismo de fervor entre sus seguidores, asombrados por su ingenio y su capacidad de traducir en fórmulas matemáticas, el enredo de las relaciones sociales.

Hoy nos cuenta cómo su sutilísima mente, respaldada con el uso de algoritmos, ha desentrañado los escenarios sociales y políticos que pueden presentarse en los siguientes tres años y que con este sólido conocimiento ha podido descolocar, tal vez definitivamente, al oponente electoral más serio que existe en la ruta a su reelección.

Modestamente deja establecido que el manejo del instrumental que domina corresponde a la sencilla capacidad predictiva del pensamiento humano, al que “los opositores” no alcanzan porque se trata de primates que no incluye la especie Homo sapiens.

Gran parte de lo que afirma en la entrevista periodística de este 4 de diciembre reitera lo que pensaba hace 4 años, con más agresividad, aunque no con mayor convicción. Por el contrario, en el diálogo con el periodista se escurre una inseguridad básica, muy evidente, porque el alarde de superioridad, que trata de aparentar, no puede esconder la ansiedad que carcome a la cúpula masista ante los persistentes datos que indican cómo está creciendo, sin pausa ni tregua, la tendencia de que, en una confrontación limpia, la derrota que experimentaron en 2016 se amplíe y reitere, porque de los supuestamente inconmovibles electores del 2014 perdieron medio millón que no se enteró de “la lógica de la estabilización electoral”, inventada por García L., ese año.

La impotencia para incrementar el respaldo a sus candidatos en las judiciales es el otro indicador que les alerta sobre la pérdida de eficacia de eso que llama el “espíritu colectivo, una expectativa” (ideología) que el crea a diario, porque con cada día que pasa y con base a puros hechos se desgasta y pierde sentido, sin atenuantes, por lo vacío de gran parte de sus conceptos y explicaciones y, sobre todo,la infinita capacidad del régimen para transar, olvidar y pisotear lo que presentaron como principios y guías, ya sea la constitución, el respeto de las organizaciones indígenas y populares. O, en otro espacio, el desmontaje de la corrupción, donde lo que han hecho, cuando ya era absolutamente inevitable, es seleccionar a uno o a unos pocos personajes que terminan acusados, pero tapando la gran trama y congelando las investigaciones, cual pasa con el Fondo campesino, o con YPFB o el INRA.

Así, el bravo amansador de cifras, datos y algoritmos, con toda su enrevesada retórica y sus mixtificaciones no puede explicar ni prever algo interesante; ni siquiera cosas tan sencillas como que la Constitución no ha cambiado, después de la brutal intervención realizada antes por el TCP y hoy por el TSE.

En una cosa acierta: que sus competidores fracasarán si continúan tratando de ganar con planteamientos reducidos al espacio jurídico-político y sin asimilar -como tampoco lo hace el MAS- que terminó el tiempo de la economía anclada en los hidrocarburos, minerales y exportación de transgénicos.

Es el tiempo de una modificación de fondo de cómo nos relacionamos con la naturaleza, entre nosotros y el Estado. Y para eso los algoritmos vicepresidenciales y su serenata a la vida y la muerte y la impostura revolucionaria no sirven ni ayudan; solo distraen, atrasan y dan aire a la continuidad del abuso, la corrupción y el sacrificio de los bienes naturales y humanos que nos permitirán salvarnos.

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