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3 de enero de 2018, 4:00 AM
3 de enero de 2018, 4:00 AM

El título corresponde a una película futurista del año 1973, que se refiere a lo que ocurriría en Nueva York el año 2022. Aunque las previsiones no se han cumplido, los acontecimientos en torno al hecho no escapan a la realidad y nos permiten incorporarlos como parte de un análisis de escenarios.

Los acontecimientos del inicio del 2018 están demostrando un cansancio en la capacidad de reacción gubernamental. El Gobierno ha sido tomado de sorpresa por las protestas de los jóvenes y las redes sociales, el conflicto por la salud escalado al Código Penal, el pacto fiscal y el reinicio del debate sobre el federalismo. 

El método aplicado durante los 11 años anteriores, consistente en esperar el agotamiento del adversario y continuar hacia adelante sin admitir errores, parece que en esta oportunidad, y con el problema médico, no está funcionando. ¿Quién pensaba que se mantendría latente y agravado durante el periodo más sensible de nuestra vida social, entre Navidad y Año Nuevo? ¿Cómo es que se llegó a este extremo?
Para ponerlo en contexto, el problema de fondo será respondernos, ¿hasta cuándo el poder dual, el corporativismo, el caudillismo, la informalidad, el autoritarismo, serán el modo de pensar y actuar de lo boliviano? Cada una de estas categorías expresa una exquisitez nacional que establece nuestra diferencia con los modelos democráticos y la dificultad de reproducir nuestro modelo en América Latina por el costo económico e institucional que significa. 

El ensayo que se lleva en Bolivia tiene un gasto de 90.000 millones de dólares extras desde el año 2006, suma apreciable que permite exigir resultados más allá del discurso. Un dato técnico que espera explicación razonable: ¿Cómo nos explicamos que el 2005 estábamos en el puesto 108 del Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el 2016 hemos bajado al 118, teniendo esos montos oficiales de ingresos nacionales? 

El IDH, lo recordaba Jorge Hurtado Herbas en un debate en las redes, es una medida resumida del desarrollo humano. Es la media geométrica de índices normalizados que miden los logros en cada dimensión. Mide el avance promedio conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, acceso a educación y nivel de vida digno. Estos datos interpelan a las dificultades que está teniendo el pacto fiscal en su etapa de aplicación.

Por otro lado, una última intervención gubernamental en el Twitter presidencial que descalifica el federalismo de manera grosera atacando a Andrés Ibáñez, me hace recuerdo el debate no resuelto en la vida del poder y el territorio en Bolivia. Las autonomías entrabadas por el discurso que todo lo explica pero que no lo facilita abre nuevamente un debate legítimo. El Gobierno se está enfrentando con sus contradicciones y la manera como las está resolviendo no resulta la más feliz al arremeter, en voz del viceministro de Autonomías, contra la base autonómica del Estado, al tratar de descalificarla defendiendo al centralismo. 

Difícil se le pondrá el oficio si continúa en ese camino. Los mandiles blancos y las pañoletas rojas son una llamada de atención.

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