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24 de junio de 2018, 6:00 AM
24 de junio de 2018, 6:00 AM

Antes de entrar al fondo, me permito recordarnos a todos nosotros que somos el país que tiene un ‘museo’, que es un culto a la personalidad y que vale más de lo que jamás podrá costar su entorno (como poner un diente de brillante en una boca que no tiene más dientes); somos el país que instala una planta de urea y paralelamente busca venderle gas para producir urea a la empresa que puede ser su competencia directa en Brasil, el mercado al que queremos venderle gran parte de nuestra producción. Somos el país que construye un ‘palacio de gobierno’ modernísimo y tecnológicamente de última generación con un dormitorio de 1000 metros cuadrados, con sala de lectura (para el hombre que nunca lee), sauna, jacuzzi y vaya uno a saber qué otras veleidades, a nombre de la descolonización. Y somos el país que tiene un único instituto oncológico que funciona por los voluntariados para 11 millones de habitantes; o somos el país que construye cualquier cosa donde sea y el presidente ‘constructor’ deslinda la responsabilidad de si está bien o mal ubicado, de si es o no un elefante blanco, porque él no tiene la culpa de que no lo usen los alcaldes. O somos el país que inventa muertes en represiones con bolas de cristal salidas de un petardo de tres estallidos y luego cambia versiones y no pasa nada, y pudiera seguir… 

Y decir que también somos el país donde se pudiera hacer la última película de Los Indestructibles, en la que 10 malvivientes de un Comando de Narcotraficantes brasileños, montados en 7 motos, asaltó un cuartel o capitanía militar para robarse las armas que puedan (en el caso de la película serían los ‘héroes’ que luchan contra el Gobierno corrupto y dictatorial de un país su-damericano o africano).

Somos el país del ridículo, es cierto, porque esto último pasó acá, en Bolivia, en Porvenir (Pando), en el puesto militar Bruno Racua. Y como pasó acá, tenemos -además de la vergüenza que se siente- que aguantar que el Gobierno ofrezca la peor imagen del mundo en cuanto a su capacidad militar, porque luego de los sucesos, el ministro de Defensa, encargado de la cuestión militar, aseguró: "Nuestras Fuerzas Armadas no están preparadas para este tipo de ataques de organizaciones criminales".

Y es que este absurdo no se puede aguantar o dejar pasar porque: 

1. Es inadmisible que paramilitares (sean nacionales o extranjeros, con o sin preparación militar) o delincuentes tomen un cuartel militar como si estuvieran asaltando una tienda de abarrotes o un punto de internet. 

2. La declaración del ‘ministro’ de Defensa, Javier Zavaleta, no solo pone en evidencia la deficiente preparación de los militares nacionales, que no pudieron evitar el asalto, sino que se los trata de ‘salvar’ con la excusa de que “las Fuerzas Armadas no han sido diseñadas para ser una Policía. Es la Policía la que está a cargo de este tipo de lucha contra este tipo de criminales”, como si los militares no supieran cómo repeler un asalto de una gavilla de delincuentes que se entraron al cuartel.

Ministro, entérese: ¡los delincuentes actuaron militarmente, atacaron y se entraron a un cuartel! No a una tienda de abarrotes, no a un punto de internet ¡se entraron a un cuartel! ¿Qué? ¡nos va a decir que las Fuerzas Armadas de nuestro país no saben cómo repeler una acción armada de civiles, porque estos no llevan uniforme militar? 

Ministro, a los militares no se les pide que salgan a hacer trabajo de investigación criminal, se les pide que actúen frente a una agresión externa. Siempre se ha sabido que el militar defiende su cuartel con lo que tenga, aún con la vida (menos mal que no hubo muertos). Nunca se había escuchado que detrás de tal acción tan temeraria, la cabeza del Gobierno de la cuestión militar tenga el ‘facilismo’ de declarar semejante sandez (dicho o hecho necio, torpe o poco adecuado).

Esas declaraciones tan desatinadas son un insulto al país en cuanto a la preparación de sus Fuerzas Armadas y confirman también el nivel de improvisación que tiene el presidente Morales, que no se fija en la cualidad de las personas a las que nombrará como secretarios de determinadas carteras en el Gabinete. Zavaleta es solo uno más de la muestra, como lo han sido otros y otras en las carteras de Salud, Comunicaciones, Gobierno, etc.  Lo grave va a ser que un día nos acostumbremos.

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