22 de septiembre de 2023, 4:00 AM
22 de septiembre de 2023, 4:00 AM


En un artículo del diario digital “Brújula Digital”, que intitulaba “La Compañía de Jesús refuerza protocolos de prevención contra el abuso sexual”, leí sus planteamientos.

Después de realizar unos prolegómenos sobre esta realidad que enardece a las sociedades, un grupo multidisciplinario encabezado por una profesional psicóloga, que asesora a las víctimas, visita a estos centros de la Compañía de Jesús para reforzar los protocolos de prevención, en tres puntos cardinales: definición de la políticas de prevención, la existencia de protocolos escritos, que son muy importantes para reclamos legales, y la implementación de códigos de conducta. Naturalmente estos protocolos deben ser aprobados por el Provincial de la Compañía de Jesús.

Estimo, modestamente, que estas determinaciones sobre un tema tan proceloso y abominable, abordan tangencialmente el problema latente en sí, que es la de algunos sacerdotes pederastas y sus inextinguibles inclinaciones.

La prevención es pertinente debido a que capacita a la gente que controla estos desatinos sexuales; lo esencial de este desenfreno del instinto, que es el sustrato del problema, radica en la verdadera vocación que debería corresponder al asentimiento del espíritu; sin embargo, mientras algunos sacerdotes permitan el ingreso de inclinaciones reprimidas por sus votos en sus espíritus, sin rechazarlas, el peligro para niños inocentes y sus padres, que confían en el apostolado del sacerdocio, estará latente.

La mejor manera confiable que un sacerdote sepa lo que hay que hacer es ponerse en empatía con la piel del otro, es decir, de los niños, y les bastara pensar en qué sucedería si el otro fueran los propios sacerdotes; es un principio universal.

El conocimiento moral es objetivo y un principio en el cual descansan todos los juicios morales que, irrefutablemente, detienen con solvencia al instinto. ¿Qué deben emprender algunos sacerdotes con atisbos de inclinaciones pederastas? Necesariamente, estos sacerdotes deben conocerse a sí mismos, en forma profunda, es decir, introspectivamente, que es un proceso difícil que nos legó Sócrates, pero imprescindible para todo ser humano y para cualquier actividad lícita.

Sobre todo, como sucede en todas las inclinaciones e impulsos que atormentan a los humanos, éstos no están de acuerdo con lo racional; así, la voluntad humana que determina la comisión o no de un acto ominoso, no siempre coincide en todo con las leyes de la razón, por lo tanto, no es posible confiar en que la voluntad humana obedezca exclusivamente a lo que le presenta la razón.

Cuando la voluntad de algunos sacerdotes percibe la ley moral como una presión que cae sobre ella, como una fuerza coercitiva, como un mandato que le aparta definitivamente de la tentación de crear e infligir una carga psicológica de por vida a los niños abusados, utilizando el temor reverencial, entonces sabrán con fortaleza desechar la influencia del instinto.

Finalmente los hombres que deciden servir la Dios por el ministerio del sacerdocio, deben estar superlativamente conscientes que su elección no debe estar motivada en conseguir un propósito material como la tranquilidad de vivir sin limitaciones materiales, como vivienda, alimentación, vestimenta y educación; obrar así estructura una vocación hipotética y fundamentada en las éticas materiales, por lo contrario, la vocación como un mandato moral es, por lo tanto, una acción definitiva y objetivamente necesaria como buena por sí misma, sin referirse a ningún fin externo; la vocación hipotética es condicionada o contingente, no así la voluntad buena por sí misma que asume un valor de un principio necesario e incondicionado.

El lector percibió, con la lectura, la gran diferencia.

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