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19 de diciembre de 2022, 7:00 AM
19 de diciembre de 2022, 7:00 AM

Contexto: Era la década de 1980, George Bush asumía la presidencia de EEUU, el Ejército soviético abandonaba Afganistán, meses más tarde caía el muro de Berlín. Colombia ardía con la terrible guerra de cárteles de la droga. “El narco derramaba dinero y sangre por partes iguales”, se decía. Colombia había estado incubando este estado que hizo explosión en la fatídica década de los 80. La incubaba desde 1977cuando este país empezó a salir de un período de crisis extrema, gracias a las inversiones que realizaban los “nuevos ricos” que invertían en vías, construcciones y empresas.​

Apareció un nombre que se hacía cada vez más popular gracias a este tipo de “inversiones” que otorgaba trabajo a los más necesitados. Pablo Escóbar Gaviria, por entonces un capitalista populachero muy avezado, que vio posibilidades de progreso para sus actividades al incursionar en política. Así, refaccionando y poniendo luz al estadio local del municipio de Envigado, además de otras obras de mejoras barriales, Pablo Escóbar empezó a crecer en términos de poder, hasta llegar a ser congresista de su país.​

Otro nuevo capitalista de la época era Gonzalo Rodríguez Gacha, que se jactaba de ser un gran generador de empleo. Ambos habían hecho su capital gracias a sus actividades de narcotráfico. El dinero generado por esta actividad ilícita necesitaba ser “lavado” para poder ser utilizado. Durante ese tiempo, la imagen de Pablo Escóbar era la de un político preocupado por los más pobres y necesitados, lo que además le otorgaba una especie de escudo ante las futuras y posibles arremetidas del gobierno. A Pablo Escóbar le gustaba muchísimo el fútbol y encontró en ese deporte un objetivo donde se podía “blanquear” el dinero obtenido por sus actividades ilícitas. Pablo Escóbar quería que su equipo (de “su tierra”) fuera “el mejor equipo del mundo”. Este equipo, el “Atlético Nacional” de Medellín, se encontraba por entonces peleando la Copa Libertadores de América con el Danubio de Montevideo, primero, y después con Olimpia del Paraguay. Para esta oportunidad, Pablo Escóbar realizó grandes inversiones, sin mostrarse personalmente claro, de manera que su nombre no aparecía en ninguna parte.

En realidad, en esta etapa del fútbol colombiano, se decía que casi todos los equipos de ese país tenían un narco detrás de ellos que invertían fuerte en buenos jugadores. Así que, por ejemplo, detrás del América de Cali estaban los hermanos Rodríguez Orejuela (Miguel y Gilberto), en Millonarios estaba Rodríguez Gacha y en el Nacional, estaba por supuesto Pablo Escóbar, al que llamaban el “hincha sandía”, verde por fuera y rojo por dentro, porque en realidad era hincha de Independiente de Medellín, (equipo de la gente menos favorecida), pero apoyaba al Nacional por la región.

Durante esa época, los mejores jugadores de fútbol querían pertenecer a esos equipos “de ensueño” porque eran los que mejor pagaban. El América de Cali llegó a tener una plantilla de 150 jugadores que, según Julio Falcioni (exjugador del América de Cali y actual entrenador argentino), esa plantilla no la tenían el Real Madrid ni el Paris Saint Germain. Había jugadores que ganaban 12 millones de pesos, cuando una casa en Colombia costaba en promedio 10 millones de pesos.

El tiempo político de Pablo Escóbar estaba marcado por sus actividades en un programa al que le puso un nombre: “Civismo en marcha”, a través del cual llevaba a cabo tareas que le redituaban imagen política y las actividades deportivas con el potenciamiento del Atlético Nacional que esa década llegó a ganar la primera Copa Libertadores de América para Colombia en un partido contra Olimpia del Paraguay que no estuvo libre de amenazas, intentos de coerción, secuestro y amedrentamiento de los árbitros argentinos de esa contienda (Carlos Espósito, Juan Bava y Abel Gnecco), según cuentan ellos mismos.

Después de esa contienda, a fines de la década de los 80, se produjo una crisis profunda en el fútbol colombiano dado el carácter del narcotráfico. El campeonato colombiano se vio infectado por su sello. Los narcos decían que “árbitro que se equivocaba, lo borraban”. Y cumplieron, tanto, que tuvo que suspenderse el campeonato después del asesinato de uno de ellos.

Ojalá nunca ocurra nada parecido en nuestro país. 

Hay mucho más en este tema, especialmente en la parte tenebrosa que corresponde al narcotráfico y los jugadores, al narcotráfico y los árbitros, al narcotráfico y las apuestas, en el documental que emite HBO max y al que titularon “Jugada peligrosa” y de donde extrajimos los datos para la presente nota.


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