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17 de abril de 2024, 4:00 AM
17 de abril de 2024, 4:00 AM

Anochecía mientras trece almas cenaban. La atmósfera estrujaba sus almas mientras uno de ellos se retorcía inquieto, esperando recibir su recompensa. Terminada la cena, el hombre se levantó siendo seguido por los otros doce. Se dirigió, caminando lentamente, solo alumbrado por la luz de la luna que perfilaba las sombras entre las ramas de los olivos, a orar y esperar por su destino. ¡Qué ironía! El sabía lo que vendría.

Una multitud se acercó vociferando ¡Aprésenlo! ¡Mátenlo! Y rodearon al grupo. Uno de los trece se levantó de pronto y estampó un beso, a guisa de señal, en la mejilla de su jefe. Se cumplió lo convenido. La multitud se abalanzó sobre el hombre y sin misericordia lo agarraron a tiempo que lo golpeaban. Uno de ellos gritaba ¡maestro! ¡maestro! Y sacando su espada alcanzó a cortar la oreja de uno de los agresores. “¡No hagas eso!” Le espetó el maestro. “¡Cómo voy a cumplir los designios de mi Padre si les impides que me apresen!” Y poniendo su mano sobre la oreja cercenada del agresor, se la curó...

La multitud, enfurecida, condujo al hombre a empujones ante el gobernador; este lo envió a la autoridad vecina que, al no encontrarlo culpable, lo devolvió, atribulado al constatar la inocencia del acusado. El gobernador, confundido, no encontraba de qué acusar al hombre. La multitud, el pueblo, su pueblo, le gritaba enardecido ¡es culpable! “¿culpable de qué?” repetía el gobernador... Nadie lo escuchaba, pero el pueblo ya lo había condenado. Sumido en la impotencia, el gobernador, político al fin, debía obedecer al pueblo. Procedió a lavarse las manos, para que la historia condene al pueblo y no a él, del horrendo hecho a punto de suceder...

En la desesperación del bullicio que se mezclaba con la atmósfera impregnada de odio, recurrió a una última opción. Recordó que ese día de pascua, el gobernador podía amnistiar a un maleante. Propuso a la multitud que podía liberar a Jesús (así se llamaba) o al delincuente Barrabás y la multitud, el pueblo, contestó “¡suelta a Barrabás!” Y el hombre fue condenado. Lo que vino fue inenarrable: le pusieron una “corona” de espinas lacerando la piel de la cabeza. La sangre, diluida en sudor, penetraba en sus ojos que su vez se mezclaba con las lágrimas... golpes, empujones, latigazos que desprendían piel y sangre. Le hicieron cargar una pesada cruz de madera que laceraba sus hombros causándole un dolor inenarrable porque le desgajaba la piel y se frotaba en carne viva. Caminaba descalzo y el peso de su cuerpo y de la cruz también martirizaban sus pies. Si se detenía, cayendo sobre sus maltratadas rodillas solo a sufrir por una bocanada de aire, le llovían latigazos que le obligaban a levantarse... El resto de la historia la conocemos, sabemos que fue condenado a sufrir torturas sin fin ... y a morir en la cruz. ¿Quién mató a Jesús? El pueblo, (manipulado por los fariseos, enemigos de Jesús),.. que lo condenó.                 

Otro: después de la primera guerra mundial (1918-1924), en el terreno fértil de una nación alemana derrotada pero no vencida, que estaba agotada, con hambre y sin esperanza, aparece un hombre cargado de violencia y agresividad. Astuto, dueño de un lenguaje atractivo y seductor, sin formación profesional, excelente orador porque además utilizaba el lenguaje del pueblo, sin ser alemán y ni siquiera tener la nacionalidad (era austríaco), lograría entrar al partido nazi donde a base de maniobras políticas donde no faltaron los muertos y los heridos, consigue ser elegido líder. Participaba de violencia y reyertas callejeras. Todo su discurso emanaba violencia. Frente a las masas se transformaba. Sus gestos expresaban odio y rabia contenida y así, maniobrando y manipulando, fue creciendo lentamente hasta poner a Alemania al borde de la guerra civil... Hitler llegó primero a Canciller y en las elecciones que siguieron, otra vez utilizando el “diálogo” mezclado con extorsión, intimidación y amenaza, logró que le otorgaran poderes extraordinarios de manera “temporal”. Ni corto ni perezoso lo primero que hizo fue abolir los poderes de los estados federados y apuntó a los partidos y organizaciones políticas prescribiéndolos y dejando como legal solo a su partido nazi (Mucho parecido ¿no?). Hitler alcanzó poder total, cuando falleció el jefe del ejército alemán. Para entonces su figura ya competía con los dioses. El pueblo lo aclamaba y con esa aclamación, lo condujo a la guerra. El resto de la historia... Ya la conocemos.   

En Latinoamérica y Bolivia específicamente, tenemos otros ejemplos que nos ocuparán próximamente. Mientras tanto, es bueno pensar que el pueblo es sabio, mientras la sabiduría emane del sentimiento (bueno o malo – hay saber manipularlo), del estómago o de los bolsillos.           

     

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