.

24 de octubre de 2023, 3:00 AM
24 de octubre de 2023, 3:00 AM

Cada año se evoca el Día Internacional de los Discapacitados, la fecha es irrelevante; vital  para las sociedades es que no  debemos trivializar la situación de los discapacitados, por la importancia  que asume este segmento de la población  en Bolivia y mundial y, sobre todo, por la solidaridad y el valor elevado de la igualdad.

Deberíamos, con el espíritu fundamentalmente, y con acciones,  ayudar a los discapacitados, aunque, muchas veces  prevalece la necedad y la indiferencia cuando se estima que una persona  de la tercera edad que no oye , ve o cojea no merece ayuda, pues se entiende erróneamente, por comodidad, que son achaques propios  de la edad.

Peor aún, la escasa meditación  e indiferencia  no concibe  que un niño  haya perdido la visión, no escuche o haya perdido  un brazo, una pierna o ambos. El individualismo  asociado  con el egotismo no asigna  voluntad  efectiva  para pensar  como estas personas con discapacidad sobrevenida que es el término correcto, llegan a sobrevivir  en esta turbulenta vida.

Evidente es la ausencia de respeto, consideración y discriminación entre humanos, relación en la cual mandatoriamente  debería asumir prioridad  la igualdad. Más lacerante aun es la indiferencia conspicua de parte de grandes segmentos de la población que son conscientes  de lo que sufren los discapacitados pero prefieren  cruzar a la acera  del frente sino se verían obligados  ayudar, expresado metafóricamente.

Los discapacitados intelectuales y tocados por un enfermedad terminal necesitan de los demás para comprender  in situ lo que les sucede  y la calidad depauperada de vida que deben acometer.  Aquéllas son personas  con energía ilimitada, casi inextinguible, pues no se acostumbran nunca  a  haber perdido  algunas facultades.

Ejemplificando: si alguna vez alguien estuvo  temporal o transitoriamente  en una silla de ruedas  por una caída, enyesamiento y se ha necesitado  de otros para  poder seguir con la vida; recién, entonces, se toma conciencia,  con impacto,  de las gradas o escalones,  de la falta de ascensores en los edificios de entidades públicas, de la todavía difícil accesibilidad  a los aviones y otros medios de transporte convencionales, a los cinematógrafos y hasta a restaurantes no preparados para ello, así como en la mayoría de los cruces de calles.

Lo definitivo, por su complejidad, es saber con intelección que estas discapacidades sobrevenidas a  las cuales debemos asistir  en el discurrir de la vida, son parte  indisoluble de ella. Si existe reticencia a asistir a los discapacitados  se morirá dejando la empatía  como una noble obligación pendiente sin solución de continuidad.

Es motivante, para vivir con esperanza, sentir en el espíritu  las discapacidades de los demás y la capacidad de ser iguales.

Tags