29 de febrero de 2024, 4:00 AM
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A los envalentonados bloqueadores de carreteras se les evaporó la valentía en un instante al conocer la trágica muerte del viceministro Israel Ticona, quien perdió la vida en un accidente automovilístico provocado por el bloqueo de la vía. Su retirada no refleja un sentimiento de duelo, sino de temor a ser responsabilizados por una muerte que resultó de la acción criminal de obstruir la ruta. Es lamentable que deba ocurrir una tragedia para que finalmente se aplique la ley.

Cada bloqueo de carretera representa una tragedia para alguien. Cuántas personas habrán sufrido dificultades físicas, psicológicas y económicas al no poder llegar a su destino. Cuántos animales han perecido, cuánto alimento se ha echado a perder en los camiones varados durante días. Esta práctica nacional ya nos tiene estigmatizados ante el resto del mundo. Los bloqueadores son conscientes de estos daños, pero les importa un bledo porque no enfrentan consecuencias legales por sus actos.

Si no se establece un precedente contra los bloqueadores, haciendo cumplir la ley, también existe el riesgo de que en algún momento una persona afectada decida abrirse paso a la fuerza. De hecho, cada corte de ruta ya genera disputas acaloradas y agresiones físicas. No sería sorprendente que alguien decida tomar el papel que corresponde a la Policía para proteger su derecho a la libre circulación. Esperemos que no lleguemos a ese extremo. Sin embargo, es urgente restaurar el orden en las vías de Bolivia de manera inmediata, antes de que la indignación de los afectados resulte en nuevas tragedias.

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