El expresidente se ve como el candidato con mejores posibilidades de la oposición. Cree que la observación de la OEA servirá para mostrar las incoherencias de las primarias

El Deber logo
18 de enero de 2019, 4:00 AM
18 de enero de 2019, 4:00 AM

La diferenciación del momento histórico que impulsa su candidatura es lo primero que distingue. “El desafío ahora es derrotar al autoritarismo, reconstituir las instituciones y eliminar la falsa idea de que una persona representa un proceso político”, dice Carlos Diego de Mesa Gisbert, el exvicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, que llegó al poder tras las movilizaciones de octubre de 2003. Esa mención hacia el pasado, le permite afirmar que tiene la experiencia de haber gobernado y la convicción de defender la fe democrática en la que creen los bolivianos.

¿Cree que su rol de vocero de la causa marítima y, en particular, esa entrevista en la televisión chilena en 2015, fue lo que lo reposicionó como potencial candidato?

Me conectó con los jóvenes entre 18 y 28 años, que tal vez no tienen un recuerdo de mi tarea como periodista, analista político y político. Encontraron que podía representar los valores esenciales que el país defendía en ese momento, y establecer argumentos que se pueden transformar en lo político, económico o social.

Sin embargo, la falta de renovación de liderazgos es cuestionada, ¿a qué lo atribuye?

Tengo 65 años y no pretendo proyectar algo que no soy. Pero creo que la renovación no está condicionada al lugar generacional que se ocupa, sino a la condición de ideas, la conexión con los jóvenes, y la capacidad de proponer elementos de género, generación y participación indígena.

¿La política hoy es más incluyente que antes?

Se habla mucho de eso en el discurso, pero no lo tenemos en la práctica, y no me refiero solamente a Comunidad Ciudadana, es un desafío de las organizaciones políticas. Lo transversal es género, generación e indígena.

¿Cómo se prepara ante un eventual juicio por privatizaciones, que surja tras el informe del Legislativo?

Con la misma tranquilidad de procesos anteriores. El Gobierno espera que uno se defienda y comience a justificarse. Pero debe responder a acusaciones verdaderas de hechos de corrupción de su gestión por la administración de recursos sin licitaciones, ni contratos. La nacionalización puede ser un gran mérito, como la de los hidrocarburos, pero la cantidad de empresas estatales que pierden dinero también son un daño al Estado.

¿Cómo evalúa la participación de la OEA en las primarias?

Lo veo como una oportunidad. Espero entrevistarme con los observadores y decirles que las primarias son un fiasco, que solo sirven para legitimar la candidatura de Evo Morales. No hay candidaturas en los partidos, porque no hubo tiempo de organizarse, no hay un padrón electoral auditado, no hay un padrón biométrico de la militancia de partidos y hubo una manipulación de las mismas.

¿Cómo está en las encuestas?

No voy entrar en especulaciones, para decir que estoy por encima del presidente Evo Morales o no. Y lamento tener que mencionar a un candidato ilegal, pero es lo que las encuestas marcan. Lo que está claro es que hay una polarización entre dos figuras. Eso significa que una parte de la voluntad popular entiende que soy la opción realista para ganarle al presidente.

¿Y frente a otras candidaturas de oposición?

Creo que soy el candidato con mejores posibilidades de la oposición, no es por restarles valor, mi impresión se basa en la tendencia que se da en todas las encuestas.

La reciente expulsión de Cesare Battisti se interpretó como un guiño al presidente de Brasil (Jair Bolsonaro), pero por el otro lado fue cuestionado por la izquierda radical en el Gobierno, porque había pedido refugio, ¿cuál es su interpretación de este hecho?

Tiene que ver efectivamente con la relación bilateral entre Bolivia y Brasil. Mi impresión es que el Gobierno boliviano entendió que el pedido vehemente del Gobierno brasileño era una prueba de consistencia de esa relación. Brasil es el socio más importante que tenemos, en lo económico, y desde el punto de vista del tamaño, no hay discusión, Brasil es un país gigante y Bolivia es un país pequeño en América del Sur. Creo que se hizo una evaluación de costo beneficio y el resultado es claro, se entendió que no convenía establecer una tensión desde un inicio con Bolsonaro, que le hizo un pedido específico. Fue una respuesta pragmática y política hecha por el presidente Morales.

¿Hubiera sido diferente si la izquierda seguía en el poder?

No me cabe la menor duda.

Tags