Recordar los 100 años de la Revolución Rusa es una provocación para hablar de su legado, del socialismo del siglo XXI y de la realidad tanto mundial como boliviana. Entrevista con Roberto Barbery

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8 de abril de 2018, 7:13 AM
8 de abril de 2018, 7:13 AM

Para comprender el presente, hay que conocer el pasado. Uno de los hitos mundiales ha sido la Revolución Rusa. A propósito, bajo el auspicio del Instituto de Ciencia, Economía, Educación y Salud  (Icees), Roberto Barbery y otros autores intelectuales y académicos, como HCF Mansilla, Paula Peña, Marco Del Río, Fernando Molina, Enrique Fernández, entre otros, reflexionan sobre este proceso en el libro Un siglo para juzgar, recientemente editado. La mirada sobre este hecho histórico es una provocación para dialogar con Barbery sobre las huellas de la Revolución Rusa, su influencia en el socialismo del siglo XXI y la actual situación del mundo y del país. Un sabroso diálogo que se presenta a continuación.

¿Cuál ha sido el impacto de la Revolución Rusa en América Latina?

En una primera aproximación, diría que la Revolución Rusa marca la distancia entre la utopía y la realidad, entre el cielo prometido y el infierno concreto. La Revolución Rusa, en alguna medida, es la desnaturalización de un referente, es la corrupción de un principio. Si nos paramos a pensar cuáles son los anhelos que hay detrás de la Revolución Rusa, desde el punto de vista ideológico y lo que significa esa creación feroz que fue la Unión Soviética, entonces podemos distinguir la distancia entre la realidad y la utopía, entre el paraíso como una especie de quimera metafísica y lo que significa concretamente un régimen que desnaturaliza los valores humanos elementales, sobre todo el derecho a disentir y la libertad.

El régimen soviético que, sin duda cristalizó buena parte de los valores de la Revolución Rusa, se derrumbó porque justamente le faltó eficiencia económica y libertad. Ahora, el socialismo del siglo XXI pareciera que se está derrumbando por corrupción y falta de eficiencia.

¿Cómo ve esos dos procesos de caída de socialismo que buscaron una utopía, pero que al final se chocan con una realidad mucho más compleja?

Lo que ha venido a llamarse socialismo del siglo XXI en América Latina es una suerte de engendro que da lugar a una situación atroz, que terminan desnaturalizando lo que se planteó inicialmente. Sería muy difícil, por ejemplo, caracterizar al régimen de Venezuela como un régimen comunista o al de de Bolivia como un régimen comunista, sería una simplificación, sería un reduccionismo. No existe estatización de los medios de producción, que vendría a ser la característica principal del régimen comunista, eso sí, existió en la Unión Soviética a pesar de que hubo paréntesis e intervalos. Sin embargo, en 1928 Stalin define que los culax, que eran los pequeños productores campesinos, sean prácticamente exterminados. Entre 1924, cuando mueren Lenin, y 1953,  cuando muere Stalin -en 29 años-, se extermina a 17 millones de personas en los campos de concentración, todos aquellos que tenían posiciones ideológicas diferentes a la del régimen soviético.

17 millones de personas es una cifra equivalente a todas las personas que murieron en toda la Primera Guerra Mundial, eso permite mostrar en qué medida hay una distancia muy clara entre lo que se denomina una utopía y lo que constituye una realidad, en lo que es la promesa del cielo político y lo que es la realidad del infierno de una dictadura. Por eso decía, al principio, la Unión Soviética es la corrupción de un ideal. Ahora  bien, los regímenes  como Socialismo del Siglo XXI, evidentemente no tienen característica similares a las que había en la Unión Soviética, son caricaturas democráticas. Son regímenes hipócritas, en la medida en que mantiene una careta democrática y, sin embargo, conculcan cada vez más valores esenciales de la democracia, como la división de poderes, el pluralismo, la tolerancia, la disidencia, la rotación en el ejercicio del poder, que es un principio básico en la democracia.

¿En qué ha quedado la idea de revolución pensada por Lenin, a 100 años de su muerte?

Lenin es un personaje fascinante, independientemente del juicio de valor que uno tenga. A los 17 años abre el periódico y ve en las páginas centrales que se había ahorcado a los miembros de una organización política, a cuya cabeza estaba Alexander  Iris Ilich Uliánov, que es su hermano mayor. Él ve y dice: “Me las pagarán”, y cierra de un golpe el periódico. No derrama ni una lágrima, era un muchacho de 17 años que tenía una voluntad tan férrea, un carácter tan determinista.

Poco después, ya en sus actividades subversivas, con el seudónimo de Lenin, es detenido por llevar libros marxistas prohibidos en una maleta de doble fondo. Fue confinado a Siberia, donde se dedicaba a jugar ajedrez, hasta que en un momento le dice a su esposa: “No voy a jugar más ajedrez porque me distrae de mis actividades revolucionarias”. Además, dice: “No voy a escuchar nunca más a  Beethoven porque me enternece de tal manera que me hace olvidar que mi misión en el mundo es aplastar los cerebros de mis enemigos”.  El revolucionario tiene una visión impersonal, tiene un amor abstracto, no es un amor concreto, eso personifica a Lenin y a Trotski. Stalin es una figura distinta.

¿Cuál es la diferencia entre Lenin y Stalin, desde el punto de vista de su temperamento y de visiónde la revolución?

El más oscuro de los líderes de la Revolución Rusa es Stalin. Cuando Lenin muere, a principio de 1924, el que debería tener menos posibilidades para sucederlo en el poder era Stalin y el que naturalmente debería haber sido sucesor era Trotski, pero era judío, pero tanto el zarismo ruso como el bolchevismo soviético tenían una actitud contraria al judaísmo.

Lenin es un intelectual de gran valor, al margen del juicio de valor que nos merezca su manera de pensar. Es un intelectual que va a desvirtuar, incluso, las tesis básicas del marxismo. Recordemos que la revolución socialista solo se puede dar en un país donde se genera una contradicción entre el capitalista y el obrero y Rusia era un país eminentemente agrario.

Entre 1917, cuando se gesta la revolución, y 1924, cuando muere Lenin, el más oscuro de los líderes de la revolución es Stalin, pero su origen y su militancia en la facción menchevique de Trotski hicieron que esas dos características sean explotadas para debilitarlo.

¿Qué es lo que ocurre cuando Stalin toma el poder? Cada uno de los líderes de la revolución va siendo excluido y finalmente, son ejecutados. En 1929 Trotski es exiliado de la Unión Soviética y privado de la nacionalidad, hasta que es asesinado en México por un agente enviado por Stalin.

 ¿Fue básicamente una pugna por el poder lo que termina consolidando a Stalin?

Es básicamente una pugna por el poder. Cuando se pretende hacer una diferencia entre Stalin y Lenin es porque los nostálgicos, cuando se dan cuenta de todas las atrocidades que comete Stalin, tratan de salvar la figura de Lenin, pero no hay ninguna diferencia. Lenin dice la fase de transición del socialismo al comunismo implica la dictadura del proletariado que debe adoptar medidas en una fase de transición. Cuando no haya clases habremos llegados al comunismo, pero él mismo dice, no sabemos cuándo será, mientras tanto se mantendrá la dictadura del proletariado bajo este credo.

¿Cuál es su lectura de la utopía marxista?

El marxismo, desde un punto de vista teórico, nos ha invitado a humanizar  los gobiernos. Nace a mitades del siglo XIX, cuando es el momento de mayor exceso del capitalismo salvaje.

 Entonces el marxismo se convierte en ese momento en una respuesta que permite la posibilidad de generar un régimen intermedio, que dio lugar a la conquista de las horas de trabajo,  de beneficios sociales, la social democracia, la democracia cristina.

Desde una perspectiva teórica, su aporte es fundamente en la construcción de un orden relativamente más equilibrado. El problema es que después el marxismo se desnaturaliza, se desvirtúa. Es una idea  que nació dulce y envejeció feroz.

La visión excesiva del marxismo se traduce en regímenes totalitarios porque la única la manera de hacer prevalecer sus ideas es conculcando los derechos de los que piensan distinto. Eso no es un defecto es una consecuencia natural de un régimen que postula ideas absolutas. No se puede considerar que el totalitarismo, la privación de libertades, la falta de tolerancia, la falta dictadura constituyan degeneración del marxismo, son una consecuencia natural de postular ideas absolutas.

¿Cómo ve el orden mundial actual, con un presidente chino que estará de por vida en el cargo o un Trump que parece seducido p or esta tendencia?

Mi lectura es que el principal absolutismo es cibernético, la gran revolución, desde el punto de vista político, es la transformación cibernética  que existe. Eso hace que el conjunto de la humanidad esté suficientemente distraída para que sujetos como Trump o como el presidente de China, que tienen pretensiones vitalicias en el ejercicio del poder manipulen las conciencias tranquilamente. Si bien, es cierto que esas también son herramientas que pueden desestabilizar, en general pueden adormecer. El nuevo opio de los pueblos son los instrumentos cibernéticos. Es diferente tener información que tener conocimiento. La gente está más informada, pero tiene menor conocimiento, entonces no tiene capacidad para hacer un análisis crítico de la información que absorbe.

Entonces la visión crítica que se necesita para generar procesos democráticos y sostenibles está comprometida por ese grado embrutecimiento tecnológico. Para mí el signo de esta época es el embrutecimiento tecnológico. No tiene la culpa en esto la tecnología, sino el uso que se hace de la tecnología.

En nuestro país estamos a un año de un elección.  Hay una decisión del presidente, Evo Morales, de buscar la continuidad y, del otro lado, hay una línea de resistencia ¿Cuál es su lectura al respecto?.

Para darle consistencia mi respuesta voy a apelar a algunos antecedentes históricos. El poder es un fenómeno de carácter mundial.  Y cuál es la aproximación que tiene el ser humano del poder, Stalin a propósito de Revolución Rusa estuvo en el poder desde 1924 hasta el 1953 y solo dejó el poder porque la naturaleza se lo llevo. En  el otro extremo, el generalísimo Francisco Franco, ganó la guerra civil en 1939 en España y estuvo hasta 1975 y solo se fue porque la naturaleza se lo llevó. Dos visiones distinta; el primero, un paradigma de la izquierda revolucionaria: y el segundo, un paradigma de la derecha conservadora, pero que desde el punto de vista de la actitud frente al poder dictatorial es exactamente la misma; no se van democráticamente, solo se van si la naturaleza se los  lleva. ¿Cómo se fue el comandante Chávez en Venezuela?. Solo se fue porque la naturaleza se lo llevó.

¿Cómo se fue en Fidel Castro en Cuba?. Solo porque la naturaleza se lo llevó. Es una ingenuidad suponer que en Bolivia el presidente, Evo Morales, va a dejar democráticamente el poder, no lo va a ha cer, tiene la misma mentalidad. Por eso está dispuesto, incluso, a vulnerar su propia Constitución, apelando a referentes del derecho internacional, es decir, conculcando lo que él mismo planteaba: el nacionalismo y soberanía con la finalidad de habilitarse una vez más para ser candidato, después de haber perdido un referéndum. ¿Qué demuestra esto? Que tiene la misma mentalidad de los precedentes históricos que acabo de mencionar. Es una ingenuidad suponer que tenemos posibilidades democráticas de enfrentar al presidente Morales. El presidente Morales utiliza una caricatura democrática para mantener una posición hegemónica dictatorial de poder.

¿Cómo ve a las plataformas ciudadanas que han surgido, que pueden verse como  una alternativa?

Tengo dos visiones, la primera que es inquietud espontánea de un repudio natural que no está digitado por nadie. Sin embargo, por otro lado, es muy difícil generar una alternativa política si no se capitaliza políticamente todo ese descontento social. Y eso es lo que no veo, no veo que se pueda articular un escenario político que sea capaz de convertirse en una alternativa que capitalice todo ese descontento social.