Sobrino del escritor beniano, Homero Carvalho le dedica un último adiós. Repasa la carrera literaria y el importante aporte cultural y social del poeta

3 de febrero de 2024, 20:47 PM
3 de febrero de 2024, 20:47 PM

La amnistía general, lograda con el sacrificio de Angélica Flores, Nelly Paniagua, Luzmila Pimentel, Aurora Lora, cuatro mujeres mineras, además de los miles de ciudadanos que nos sumamos a la huelga de hambre a finales de 1977, trajo de vuelta a Bolivia a cientos de dirigentes políticos y sindicales, escritores, estudiantes y artistas; entre ellos regresó Ruber Carvalho Urey, hermano de mi padre, a quien sus sobrinos conocíamos a través de las anécdotas cariñosas que nuestro padre nos contaba sobre él.

Hoy, 3 de febrero del año del Señor de 2024, supimos que Ruber falleció. Recuerdo que mi padre (+) lo amaba entrañablemente, al igual que sus hermanas Chunty y Ana Carmen, que le sobreviven, y nos trasmitía ese sentimiento por un hombre que, fiel a su ideología de izquierda, había preferido salir al exilio porque su vida, como de la muchos otros, peligraba en la dictadura de Hugo Banzer Suárez. A su retorno a Trinidad, volvió a su antiguo cargo de director de cultura de la UTB.

Ruber contaba que durante el golpe de García Meza prefirió quedarse en Bolivia, porque sabía que si partía a un nuevo exilio ya no volvería nunca más y se vino a vivir a la capital cruceña con Marrita, su esposa y Valia, su hija. Recuperada la democracia y, gracias a Marcelo Araúz, trabajó en la Casa de la Cultura y luego fue designado director del canal de la UAGRM, donde instauró la lectura de editoriales en los noticieros centrales, escribiendo más de mil de ellos durante su gestión. Polémico e inteligente, pronto se ganó un merecido lugar entre la intelectualidad de los años ochenta.

Posterior a esa época, en la década de los noventa, se dio a conocer como poeta y narrador. Su primer libro de poemas Por tu modo de andar, un calendario de amor, publicado en 1990, se convirtió en un clásico instantáneo. Luego publicó, entre otros poemarios, Canto, cantun, cantorum…, Del tiempo y los exilios y Versario. Su poesía, al decir de César Chávez Taborga, es jubilosa, romántica y lírica, “es un hombre que se enamora de la belleza de la mujer y su encanto femenino: ama a las mujeres a través de su propia mujer, a quien venera, exalta y pone en el limbo de todos los amores”, señala el maestro de la crítica literaria.

Después de sus poemarios vendría Improperia, su primera novela, que empedró el camino para La mitad de la sangre, su más exitosa obra narrativa, que describe maravillosamente cien años en la vida de un pueblo del oriente. Inscrita bajo los cánones del realismo mágico, cuyas lecturas enriquecieron la escritura de Ruber, La mitad de la sangre se ha convertido también en un clásico de la literatura que se escribe por estos lados del país. Al hablar del realismo mágico no puedo dejar de decir que esta tendencia literaria nos ha dejado extraordinarias obras, que no han podido ser superadas, pese a que ciertos autores jóvenes en una actitud parricida, pretendan desvalorizarla sin haber escrito una novela con la totalidad y contundencia narrativa de crear mundos como lo hicieron Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y Jorge Amado, por citar tres nombres.

Ruber también dirigió periódicos y escribió columnas durante muchos años, famosos fueron sus artículos contra Carlos Mesa y sus cartas al presidente Evo Morales. El año 2010, con motivo del Bicentenario, la alcaldía cruceña lo distinguió como “Hijo ilustre”, el más alto honor que otorga la municipalidad. En esa ocasión Ruber afirmó, emocionado, que sentía que estaba recibiendo el Premio Nobel de Literatura. Este es el calendario de mi tío Ruber Carvalho Urey.  

Ruber también publicó el libro Manual de historia de Bolivia: una visión desde la llanura, que al decir de Alcides Parejas: “Carvalho Urey, con su visión desde la llanura, se propone romper algunos mitos que se han tejido y que se siguen tejiendo en torno a nuestra historia. Veamos rápidamente algunos. Arremete contra los napoleones mestizos, especialmente contra Andrés Santa Cruz, de quien dice que “persiguió la Presidencia de Bolivia solo como estrategia para llegar a Lima”, que “antes de aceptar la Presidencia de Bolivia, pidió permiso al Congreso peruano como parte de sus planes anexionistas, para con ello proclamar su identidad peruana”, y cuenta que un biógrafo de Manuela Sáenz en su destierro en Paita criaba perros “que solía ponerle por nombre aquellos generales del libertador que lo habían traicionado en algún momento de su vida. A uno de esos perros lo llamaba Santa Cruz”.

“Puramba”, la novela del desencanto

Después de diecisiete años, una larga espera para sus lectores, el escritor Ruber Carvalho Urey, publica su tercera novela: Puramba, que en idioma movima quiere decir Totaizal, un lugar idílico para los protagonistas de esta obra, que es y no es una continuación de la exitosa La mitad de la sangre, una de las novelas más reeditadas de Bolivia

Seis personajes principales protagonizan esta obra, además de los amigos del autor que aparecen y desaparecen en los capítulos como un cariñoso homenaje a la amistad. Tres hombres: Gabino, Diómedes y José Santos; tres mujeres: Encarnación, Janaina y Tirza. La historia se desarrolla en lugares imaginariamente reales, así como las vidas de los personajes, que por momentos parecen uno solo, en diferentes etapas de sus vidas y/o espacios geográficos. El nombre elegido por Ruber para el lugar es Pilares y Puramba vendría a ser como la utopía, el lugar que sabemos que existe porque otros lo dicen y nosotros lo soñamos.

Los novelistas latinoamericanos somos muy autobiográficos, a diferencia de los norteamericanos que intentan alejar sus vidas íntimas de lo que narran. En esta novela Ruber lo hace a propósito y quienes lo conocen lo saben, es el poeta contando su vida, sus ilusiones y su desencanto con las ideologías: “Después del Muro, cada quién con su mochila a la espalda a falta de cayado en la mano, anda buscando su propia aventura de café en café, rumiando esoterismos disque revolucionarios, copiando viejas frases o remendando utopías con los hilos de la araña, que se sueltan al menor soplo de viento”; y luego nos va revelando su desencanto con el sueño que no fue.

La novela me trajo recuerdo a muchos conocidos de décadas pasadas, en quienes depositamos nuestras esperanzas como hacedores de un mundo mejor, y ahora andan criticando lo que ellos nunca hicieron o lo hicieron peor, dueños de una verdad absoluta y de una supuesta honestidad a toda prueba, cuando todos sabemos de sus hijos estudiados en Europa y Estados Unidos, de sus fortunas mal habidas, de sus jóvenes amantes, de sus crímenes en nombre de la democracia y ahora tienen el cinismo de querer reciclarse como salvadores de un proceso en franca decadencia, que necesita de una profunda autocrítica.

En este escenario, la novela de Ruber es como un balde agua fría para que recordemos lo que pudimos ser y no fuimos, lo que pudimos hacer y no hicimos. Es la novela de la nostalgia, que vale la pena leer para recordar.