Ricardo Román está entre los pensadores del futuro que apuesta por la educación como el camino más importante para anticiparnos a los grandes desafíos del mundo

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11 de septiembre de 2018, 6:00 AM
11 de septiembre de 2018, 6:00 AM

Ricardo Román debe ser uno de los pocos, sino el único, filósofos que dirige un colegio primario y secundario en Chile. Desde hace cinco años tomó las riendas del centro educativo Alberto Blest Gana, con 1.600 alumnos. Llegó a Santa Cruz para compartir las experiencias que han transformado a dicha escuela en un modelo de innovación tecnológica y de desarrollo de capacidades en el marco de la Semana del Futuro que organizan la Unifranz, Cainco y el Proyecto del Milenio. Así habló con EL DEBER.

 ¿Por qué y cómo pensar el futuro en un momento donde hay un retroceso de los derechos y la democracia y cuando estamos al borde de destruir la única casa que tenemos?

En general tengo una posición optimista. Pese a todo, hay gente que, como el Millennium Project, está pensando el futuro para enfrentar los desafíos que tenemos en la economía, la política y el medioambiente. Hay gente que está alerta. Luego, viene el liderazgo que hay que ejercer y hacer los cambios que sean necesarios. Estos son desafíos enormes e inéditos para la humanidad y, de hecho, hasta puede ser modificada la especie humana en poco tiempo por el poder tecnológico que disponemos.

 ¿En qué radicaría su esperanza?

La principal esperanza son los jóvenes. Y América Latina está llena de jóvenes y los jóvenes siempre son gente que tienen energía, optimismo y que pueden generar ideas nuevas. A nosotros nos toca ayudarlos a que tomen conciencia, se organicen y crean en ellos mismos para llevar adelante el cambio. Que sean responsables y que se hagan cargo de lo que les toca. Los que trabajamos en educación somos optimistas por naturaleza porque creemos en el cambio de las personas y en la transformación. Lo vemos todos los días. Cómo un alumno llega de una manera y sale de otra cuando deja la escuela.

 ¿Cómo las redes sociales pueden ayudar a potenciar ese cambio?

Las tecnologías pueden ayudar mucho a la humanidad, pero también tienen peligros porque pueden producir mucho daño. La tecnología de la bomba atómica puede producir mucho daño. Pero también tienen una parte virtuosa. Todo lo que tiene que ver con internet partió de redes que fueron desarrolladas por gente que lo hizo de manera altruista. La ética hacker, no de los que asaltan bancos, sino aquellos que son un poco hippies, apasionados por trabajar, por inventar y por colaborar. Las páginas web, el correo electrónico o Wikipedia fueron inventados para dar un servicio gratuito. Entonces son una fuente infinita de recursos disponibles. La educación puede ayudar para que la gente las conozca masivamente y aprenda a utilizarlas para su desarrollo. El ‘open hardware’, por ejemplo, que permite construir robots con una tecnología que cuesta menos de 100 dólares.

 ¿Qué confabula contra ese proceso virtuoso?

La cultura individualista y la priorización del lucro. En nuestra cultura latinoamericana, nos falta producir más empoderamiento de la gente. Si logramos que los ciudadanos se hagan cargo de su responsabilidad y de aprovechar las posibilidades que están disponibles, entonces vamos a lograr un cambio más acelerado.

 Que dejemos de depender tanto del Estado o de la empresa que nos contrata …

Exacto. Hay una cultura latinoamericana que tiende siempre a culpar a quien tiene poder: al jefe, al presidente, a los padres. Pero, ¿qué vas a hacer tú? Cuando uno cambia de actitud entonces comienza a descubrir posibilidades y se da cuenta de que tiene tareas que hacer con otros, sobre todo con otros. Wikipedia es una enciclopedia tan o más grande que la Enciclopedia Británica y está hecha por voluntarios que trabajan gratis en todo el mundo. Ese tipo de cosas, nos dan esperanzas. América Latina tiene recursos disponibles, el lío es ver cómo los utilizamos para el desarrollo de la mayoría.

¿Qué les enseña y cómo a sus alumnos del colegio Alberto Blest Gana?

Tenemos cuatro desafíos grandes. Primero, la mayoría de los alumnos vienen de familias vulnerables, muy modestas. Segundo, las familias no son las de antes, en muchos casos están conformadas sin adultos presentes. Los niños crecen, más bien, solos o con un adulto preocupado por la economía trabajando mucho tiempo. Tercero, educamos en un contexto donde se ha perdido la autoridad y todo respeto por las jerarquías. Hoy un maestro no puede educar en base a ejercer su autoridad, tiene que buscar otros medios. Cuarto, todos los alumnos nacen con pantalla y en un mundo aceleradísimo. Ya no podemos educar a la antigua.

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