Confinado a una silla de ruedas, tuvo que aprender a comunicarse moviendo apenas un músculo de una de sus mejillas, pero eso le bastó para escudriñar los secretos más densos del universo

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18 de marzo de 2018, 4:00 AM
18 de marzo de 2018, 4:00 AM

“Incluso la gente que sostiene que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle". Entre ingenioso para expresarse y cuestionador en su descripción del cosmos, Stephen Hawking cambió su destino y vivió 47 años más de lo que sus médicos alguna vez le diagnosticaron. En el camino dio respuestas para lo cotidiano, acercó la ciencia al público en general y teorizó con acierto como muy pocos sobre los secretos más oscuros y densos del universo. Falleció este miércoles a los 76 años, aunque su cuerpo lo había abandonado décadas atrás.   

El científico, nacido en Oxford (Reino Unido) el 8 de enero de 1942, vivió la mayor parte de su vida afectado por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que deteriora las neuronas motrices hasta paralizar el cuerpo, esa que hace algunos años motivó el desafío viral de bañarse con agua helada para probar lo que se siente. Sin embargo, su mente produjo muchas de las grandes ideas del siglo XX, y de la ciencia en general. Y lo hizo con el sentido del humor y la ironía de quien ha conseguido sobreponerse a la adversidad sin complejos, incluso si para ‘hablar’ debe aprender a escribir en una computadora utilizando apenas el movimiento de un músculo de una de sus mejillas.

“He organizado una fiesta para turistas del futuro, pero envié las invitaciones después de la fiesta. Me senté a esperar un buen rato, pero nadie apareció”, dijo una vez, sobre la posibilidad de viajar en el tiempo.

El ‘origen’ del Big Bang

Aunque es considerado el científico más trascendental después de Albert Einstein, con su popular figura estática y contraída siempre a bordo de una silla de ruedas motorizada que también le permitía tener una voz, en realidad Hawking dio varios pasos más lejos que el padre de la Teoría General de la Relatividad. 

Corría el año 1964, tenía 22 años y la esclerosis ya le hacía difícil caminar y hablar. Trabajaba en su tesis doctoral en la Universidad de Cambridge. Titulada Propiedades de los universos en expansión, su trabajo tomó como punto de partida la explicación de Einstein de que el tiempo y el espacio forman un tejido continuo, y se apoyó en el trabajo de su colega, Roger  Penrose, sobre la existencia de una “singularidad”, un punto de colosal condensación del tiempo y la materia en el interior de los agujeros negros.

Su propuesta, la que lo ligará por siempre a la idea de que ‘creó’ la teoría del Big Bang, fue extender los cálculos de Einstein y de Penrose hasta el punto de origen del universo, el inicio de los tiempos y la generación de la materia. 

Según sus datos, ya corroborados experimentalmente, si retrocedemos en la historia del universo, llegaremos hasta un punto infinitamente pequeño y cargado con toda la energía que existe hoy. Esa singularidad explotó y se expandió para dar paso a la formación de todo lo que conocemos, galaxias, estrellas, planetas, agua, vida... celulares.

Propuso, además, que el cosmos resultante puede tener un final “cerrado” y terminar contraído nuevamente por la irresistible atracción de los agujeros negros, esos objetos cuya existencia predijo matemáticamente y que son tan densos que ni la luz consigue escapar de ellos.

En la época, y desde la década de 1940, la teoría dominante era la del modelo de estado estable, sostenida por el astrónomo Fred Hoyle, según la cual la materia se crea a medida que el universo se expande. Fue justamente Hoyle quien acuñó el término Big Bang, con la intención de desacreditar la teoría de Hawking, que terminó siendo la correcta.

La Teoría del Todo

Diez años más tarde, hacia 1973, Hawking empezó a trabajar sobre física cuántica, las leyes que rigen la interacción de la materia en niveles subatómicos. Era la consecuencia lógica de su trabajo, y apuntó en las siguientes décadas a la búsqueda de una Teoría del Todo capaz de unificar la Relatividad General con el mundo de lo infinitamente pequeño. 

Un hito de sus investigaciones en esa década fue la llamada Radiación de Hawking, la predicción de que pese a ser infinitamente densos, y por lo tanto capaces de atrapar incluso a la luz, los agujeros negros dejan escapar radiación cuántica, lo que podría continuar hasta su evaporación final.

Hawking no alcanzó a desarrollar una teoría capaz de unificar la Relatividad y la física cuántica para explicar completamente el funcionamiento del universo, pero sentó las bases de lo que podría significar tal hallazgo: “Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos la mente de Dios”, dijo en su libro Breve historia del tiempo, publicado en 1988. 

El universo puede solo

Otro aspecto que distingue a Einstein de Hawking es el de sus creencias religiosas. "Einstein se equivocó al decir ‘Dios no juega a los dados con el universo’. Considerando las hipótesis de los agujeros negros, Dios no solo juega a los dados con el universo: a veces los arroja donde no podemos verlos", decía, en referencia a la teoría unificadora que no logró desarrollar.

Hawking explicó matemáticamente que el universo es infinito y autocontenido. Esto quiere decir que no tiene límites y que todo lo que existe está en su interior. Su funcionamiento está determinado por la Relatividad y la física cuántica, lo que no deja espacio a la idea de un creador o a la posibilidad de que este pueda influir de alguna manera en el cosmos sin pasar por esas leyes.

Su referencia a “conocer la mente de Dios” fue tomada en un inicio como una aceptación de la existencia de un creador, pero años más tarde él mismo se encargó de explicar que se trató de una referencia metafórica. 

“Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos 'la mente de Dios' era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera”, dijo ya en este siglo, en 2014, durante una entrevista concedida al diario español El Mundo.

"No soy religioso en el sentido normal de la palabra. Creo que el universo está gobernado por las leyes de la ciencia. Esas leyes pudieron haber sido creadas por Dios; pero Dios no interviene para romper las leyes", dijo en otra ocasión, en referencia a que todo lo que observamos científicamente en el universo se enmarca dentro de lo previsto por las dos leyes que tanto buscó unificar.

Milagros y ciencia

En la cúspide del debate entre razón y fe, Hawking todavía dio otras frases con respecto a la idea de la no existencia de Dios. En su libro El gran diseño (2010), que fue una respuesta a la noción religiosa sobre el “diseño inteligente”, asegura que: "Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo pudo crearse, y de hecho, se creó de la nada. La creación espontánea es la razón de que haya algo en lugar de nada, es la razón por la que existe el universo y existimos nosotros. No es necesario invocar a Dios como el que encendió la mecha y creó el universo".

En su entrevista con El Mundo declaró: “Antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. La religión cree en milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia”. “Hay una diferencia fundamental entre la religión, que está basada en la autoridad, y la ciencia, que está basada en la razón y la observación. La ciencia siempre ganará, porque funciona”.

En su conclusión, no hay manifestación de alguna divinidad por medio de alguna forma de energía o por partícula medible experimentalmente, capaz de alterar el funcionamiento de la naturaleza tal y como la vivimos.

“Somos libres para creer lo que querramos, y mi opinión es que la explicación más simple es que no hay dios. Nadie creó al universo y nadie dirige nuestro destino. Esto me lleva a la comprensión profunda de que no hay paraíso ni más allá. Solo tenemos esta vida para apreciar el gran diseño del universo y,  por ello, siento mucha gratitud”.

Esta es la mente que se ha ido, la del científico enclaustrado en un cuerpo en decadencia que liberó su mente y la dedicó a buscar explicaciones comprobables sobre la materia, el tiempo y el espacio. 

Errar es humano: las veces que Hawking no tuvo razón

En al menos 2 oportunidades durante su carrera, Hawking admitió que estaba equivocado y tuvo que hacer un cambio de rumbo en sus afirmaciones.  Por muchos años negó la existencia del bosón de Higgs

Solitario a veces, popular a veces, sus años de universidad en Oxford concluyeron con altas notas que le permitieron emprender posgrados en Cambridge. La vida estudiantil de Stephen Hawking fue la que cabe de esperarse de una mente brillante de menos de 25 años. Pero a medida que la esclerosis lateral múltiple comenzó a mermar su cuerpo y su vida, pasó a dedicarse casi por completo a pensar y floreció el físico aclamado por sus teorías. 

Su carrera no estuvo libre de controversias y momentos en los que debió admitir que estaba errado. 
El primero de ellos fue cuando admitió que su colega Jacob Bekenstein tenía razón al proponer que los agujeros negros pierden masa y tener cierta entropía. La admisión de que estaba errado al negar eso llevó a Hawking a postular que los agujeros negros emiten radiación, la llamada Radiación de Hawking.

También rechazó durante años la existencia del bosón de Higgs, pero esa partícula elemental de la materia fue detectada en 2012. 
Hawking salió rápidamente de su error al reconocerlo públicamente y pedir el Nobel de física para su colega Peter Higgs, que obtuvo ese galardón al año siguiente.