Cientos de opositores marcharon el sábado en la capital nicaragüense desafiando la ofensiva del gobierno de Daniel Ortega, que incluye una nueva ley que los amenaza con hasta 20 años de prisión por "terrorismo".

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22 de julio de 2018, 4:00 AM
22 de julio de 2018, 4:00 AM

“Es una pesadilla, más allá de cualquier pesadilla”. Lo que pasa en Nicaragua es desgarrador y a la vez esperanzador. Una sociedad civil que lucha con todas sus fuerzas por la libertad y por la democracia, frente a un presidente Daniel Ortega al que solo le quedan las armas para aferrarse al poder. En tres meses de protestas sociales, ya hay más de 350 personas asesinadas. En realidad, cada día hay muertos en la resistencia civil. Los dueños de las balas son policías, militares y paramilitares encapuchados que cercan las comunidades y disparan a mansalva contra las barricadas de gente: fundamentalmente jóvenes, pero también adultos, amas de casa, campesinos, gente rica y pobre que se une en pos de un objetivo: derrocar al que ahora consideran dictador. No se han rendido a pesar de la represión.

Hay dos escritores comprometidos con la realidad social y política, de enorme influencia latinoamericana: Sergio Ramírez y Gioconda Belli. Además, fueron miembros del Movimiento Sandinista de Liberación y combatieron contra la dictadura. Su peso está en la historia que tienen bajo la piel, pero también en su mirada de la realidad actual, la misma que permitirá sumergirnos en las entrañas de esa Nicaragua que está herida y sangrando.

Gioconda Belli, la escritora de El país bajo mi piel; la luchadora del Frente Sandinista que se enfrentó y venció al dictador Anastasio Somoza en 1979, junto a otros revolucionarios, ahora siente un profundo dolor por lo que está ocurriendo en Nicaragua. “Esta realidad la vivo con un peso fuerte en el corazón, muy triste, es imposible definir el horror, el esperpento de esta realidad que estamos viviendo. Cada día hay gente que muere. Jovencitos, criaturas que son atacadas”, describe en una entrevista con EL DEBER.

A las palabras de ella se suman las del exvicepresidente de Nicaragua y también luchador del Frente Sandinista de Liberación, Sergio Ramírez, ahora un escritor que acaba de recibir el Premio Cervantes de Literatura y que no se cansa de sacar a la luz lo que ocurre en su país, en artículos de opinión que se publican en diarios importantes de Hispanoamérica.

Él, por ejemplo, describe cómo el presidente Daniel Ortega mata indiscriminadamente cuando dice: “Hoy mismo (martes por la mañana), el Ejército ha cercado el barrio de Moninbo en Masaya, que es un bastión de resistencia, está bajo ataque desde las 6 de la mañana. Hay entre 1.500 y 2.000 hombres armados hasta los dientes que tienen toda clase de equipos de guerra, y que los están usando contra un pueblo desarmado”. Ese día también hubo luto.

Tan indiscriminado es el ataque, que las fuerzas paramilitares también disparan contra los pobres a los que Ortega jura defender. Tal el caso de un tejedor de hamacas en Masaya, cuyo hijo estaba liderando las protestas contra el Gobierno. La gente armada llegó al hogar del padre, al no encontrar al que buscaban, le prendieron fuego a la casa. Sergio Ramírez recuerda lo que este hombre declaró después: “Ayer recibí un cheque, donde Daniel Ortega me manda a pagar los años que yo he militado en su partido: me mandó a quemar mi casa”.

Hay muchos que eran afines al Gobierno a los que les asesinaron a sus hijos. Por ejemplo, el 30 de mayo, mientras el padre estaba en un mitin a favor de Daniel Ortega en una parte de la ciudad, en otra mataron a su hijo.

 

Ortega y Somoza, ¿lo mismo?

La pregunta se la hicimos a Gioconda Belli. “La diferencia fundamental es que Daniel Ortega tiene una experiencia antidictatorial, por eso es todavía más chocante y terrible ver a esta persona tornarse en un dictador y seguir insistiendo en que es un salvador del pueblo. En otros aspectos no hay mucha diferencia porque Ortega, igual que Somoza, ha querido perpetuarse en el poder. Le tocaba una gestión y ya va por tres, cambió la Constitución, hizo fraude electoral para tener mayoría en la Asamblea. No solo eso, eligió a su mujer para que sea la vicepresidenta, algo que solo ha pasado en la ficción, en House of Cards. Eso ya anunciaba una dinastía. Eso es muy peligroso”. Recuerda que los 8 hijos de Ortega tienen posiciones de influencia y que uno de ellos lideró un acuerdo con un empresario chino que no ha avanzado y que sí ha perjudicado a su país.

Nicaragua es un país centroamericano de aproximadamente 6,5 millones de habitantes y un territorio que es la décima parte de Bolivia. Entre 1967 y 1979 fue gobernado por la dinastía Somoza, un régimen dictatorial al que se le enfrentaron los sandinistas. En esas filas de búsqueda de libertad militaban juntos Sergio Ramírez, Gioconda Belli y Daniel Ortega, al lado de otros líderes. En julio de 1979 lograron la victoria y gobernaron durante una década.

 “Ortega tenía el puesto más vistoso, era el presidente, pero las decisiones eran colectivas”, dice Gioconda y también trae a la memoria que, con la derrota electoral de 1990, cuando se comenzó a cuestionar el liderazgo de Daniel Ortega, él utilizó el poder que tenía para aislar a los otros líderes, los acusó de ser traidores, pequeños burgueses de la derecha, de haberse vendido. “Cuando vimos la batalla perdida, nos fuimos retirando del Frente Sandinista. Él quedó al mando del partido y lo transformó. Ahora ya no hay más cuadros visibles, solo son su mujer (la vicepresidenta) y él, ellos toman todas las decisiones”. Para la escritora, el Gobierno de Nicaragua funciona como una monarquía.

Una receta parecida

Daniel Ortega está en el poder desde 2006. La última elección fue cuestionada y hasta se habló de fraude electoral. Ramírez y Belli coinciden en que ese tiempo le ha permitido destrozar la institucionalidad y poner a los poderes del Estado bajo su mando.

Gioconda Belli recuerda que, durante varios años del Gobierno de Ortega, llegaron alrededor de 500 millones de dólares desde Venezuela, capital que el presidente administraba sin rendir cuentas, y que permitieron concretar programas asistencialistas que capturaban la lealtad de los más pobres. Paralelamente –dice la escritora– Ortega utilizó los símbolos del sandinismo: música, frases, parafernalia, pero sin contenido.

Ella cree que la explosión social se debe a que hay un resentimiento acumulado de la gente, por cómo el Gobierno subsumió a los poderes del Estado, del poder electoral, hasta el punto de que no haya elecciones libres. “En tres meses se han quitado la careta y han dejado ese sustrato que estaba ahí, que se veía en el autoritarismo en la manera de gobernar”.

Socialismo del siglo XXI

Para Sergio Ramírez, la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), ícono del socialismo del siglo XXI, se ha convertido en ‘Albita’, porque solo quedan Nicaragua, Cuba, Bolivia y Venezuela. Él cree que hay que eliminar los clichés de izquierda y derecha, de golpismo o de conspiración. Mira al presidente de su país y dice que ya no tiene los rasgos característicos de un hombre de izquierda, que ya perdió la ética.

Gioconda ve diluida la esperanza latinoamericana en los gobiernos de izquierda. “Pensábamos que iban a ser la gran esperanza, que iban a aliviar las diferencias sociales y económicas de clase y que habían aprendido las lecciones de los socialismos fallidos”, dice. “Creímos que iban a crear un socialismo nuevo, Chávez habló del socialismo del siglo XXI, pero en lo político reafirmaron el estilo leninista de conducción, que está sobrepasado por la realidad, porque la gente ya no admite el autoritarismo, la dominación de una ideología, del partido único y, sobre todo, de la exclusión: o estás conmigo o estás contra mí”.

“Maduro es un caso perdido para mí. Deleznable la tristeza y la escasez que ha llevado a Venezuela. Evo ha logrado cosas importantes en Bolivia, pero su idea de quedarse en el poder me parece lamentable”, concluye.

El final

Ambos coinciden en que la revolución que hay en las calles nicaragüenses va a triunfar. Ramírez ve que aún puede haber un largo camino por recorrer, a Belli le conmueve la actitud democrática de la ciudadanía, que es capaz de resistir sin armas. “Tienen hondas y piedras, frente a armas de guerra del Ejército. Es impresionante la fortaleza”.

Por todo eso, ella está convencida de que le ganarán la batalla a Ortega y que después de él vendrán cosas buenas para Nicaragua. Coincide con Ramírez en que hay gente honesta que está trabajando para reconstruir su país.

Nicaragua está bajo fuego. Ya enfrentó una guerra civil que dejó más de 20.000 muertos. Ahora, a pesar del ataque de las fuerzas del Gobierno, la ciudadanía guarda el miedo y sale a las calles. Esa es la esperanza.

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