La autora dice que hay dos visiones de Estado que busca hacerse del voto en 2019. El texto describe los rasgos de estos Evo Morales y Carlos Mesa

El Deber logo
2 de junio de 2019, 4:00 AM
2 de junio de 2019, 4:00 AM

Después de una sucesión histó- rica de varios gobiernos constitucionales entre 1982 a 2010, con un primer quiebre en 2014, ahora no es posible afirmar que Bolivia tendrá elecciones el próximo octubre para renovar a sus autoridades ejecutivas y parlamentarias. El Estado Plurinacional ha desmembrado las instancias institucionales responsables de convocar, gestionar y cumplir con los comicios previstos constitucionalmente. María Eugenia Choque Quispe quedará como el nombre que enterró la democracia boliviana. No fue la única en ese perverso esfuerzo, pero ella es la sepulturera que recordará la historia.

El árbitro electoral no merece la confianza ciudadana, más aún con el desbande y sus quiebres técnicos. Motivo para postergar las elecciones si así lo desea el Poder Ejecutivo en el futuro inmediato. La prueba más evidente de esa sumisión fue la habilitación de una candidatura no constitucional, rechazada en un referendo nacional. En ese marco pantanoso, una segunda lectura de esta decisión visibiliza la convivencia en Bolivia de dos estados desde la llegada de los españoles a estos territorios.

Un primer Estado con derecho originario, con su propia cosmovisión, su escala de valores, su forma de administrar bienes y servicios, su idea de justicia y sus usos y costumbres centenarios, que mantuvo sus propias formas, adecuándose, a veces sí y a veces no, a las leyes escritas. Es el Estado encarnado por Evo Morales Ayma, que representa a las mayorías rurales más empobrecidas y a los grupos que bordean lo legal o lo lícito: desde colonos a loteadores; desde comerciantes callejeros a contrabandistas; desde cooperativistas a jucus; desde campesinos cocaleros a clanes de narcotraficantes; y cada vez más a empresarios de cuello blanco que prefieren normas laxas, desde empresarios chinos a inversores inmobiliarios.

El otro es el Estado formal, que solemos escribir con mayúscula, heredero de la Audiencia de Charcas y ésta a su vez de la construcción jurídica y administrativa europea.

Es el Estado organizado por las minorías desde 1825 que excluyó en sus inicios a los pobres, a los indios y a las mujeres. Sin embargo, ese mismo Estado avanzó, sobre todo desde los años 50 del siglo pasado, en reconocer los derechos humanos universales y creó instituciones para defenderlos; intentó fomentar la alfabetización, la cultura, la modernidad. Ese mismo Estado trajo la idea de la democracia desde la primera constitución, es decir el Gobierno del pueblo a través de elecciones, noción ajena a los aimaras o a los incas.

Al comienzo fue una democracia restringida, pero dio un gran salto con el voto universal y más aún desde 1982 con la ampliación de una democracia participativa y el poder local desde 1985, fortalecido por la Participación Popular en 1994. Carlos Mesa representa a ese Estado, de raíces coloniales, pero con la capacidad interna de generar condiciones para que personas con ascendencia india ocupen las primeras magistraturas, como Víctor Hugo Cárdenas.

Con un pacto social suficiente para que todas las ideas sean expresadas en diferentes escenarios y con una vigencia hasta 2006 de medios de comunicación con múltiples voces.

También los indígenas tenían radios o incursionaban en programas de diferente soporte técnico. Esas reglas democráticas construyeron puentes entre ambos estados. Así ascendió el Movimiento Al Socialismo desde el poder municipal rural a la Cámara de Diputados, a ganar elecciones nacionales.

Ese pacto está ahora quebrado porque el MAS desconoció la derrota del 21 de febrero de 2017. Su discurso para justificarse es inútil, no sirve. Por ello, si hay elecciones, la disputa no será Morales o Mesa, sino caos normativo versus respeto a las leyes. Las últimas terribles noticias sobre la captura del Estado en manos de clanes ligados al narcotráfico traen preguntas aún más inquietantes sobre el futuro de Bolivia. ¿Querrán los narcotraficantes un cambio de Gobierno?

Morales y Mesa

Las propias biografías de Evo Morales y de Carlos Mesa nos muestran dos formas muy distintas de ser, de vivir y de trascender. Evo Morales Ayma (Orinoca, Oruro, 1959) es hijo de agrarios de escasos recursos.

El nombre de su pueblo natal ya aparece en los documentos coloniales más antiguos como parte de los señoríos aimaras y más tarde en procesos sobre disputas por tierras y por tributos.

Aunque muchos datos de su vida no están respaldados por fuentes primarias, con base en sus propias declaraciones se puede conocer que tuvo varios hermanos, pero solo sobrevivieron tres, dos hombres y una mujer.

No fue buen estudiante y su padre debió ofrecer un soborno para que pase de curso. No tiene estudios superiores, pero consiguió un número in- édito de doctorados en Honoris Causa a nivel internacional. No habla un idioma originario, un indicador básico de identificación étnica.

Es más alto del común de los nativos andinos. Muchos indígenas (incluso fuera del país) y mestizos se identifican con su rostro, su forma de expresarse, sus gustos, sus chistes, hasta con los comentarios groseros contra las mujeres. En algún momento fue migrante al norte argentino, como decenas de bolivianos no atendidos en su propia patria; fue trompetista y ello es una marca simpática para una buena parte de los sectores populares. Al parecer gustó siempre de patear la pelota, aunque no hay registros de un desempeño destacado, salvo como secretario de deportes en su sindicato. Sus juegos ya como presidente no lo muestran como un crack.

El episodio del rodillazo a un adversario circunstancial en un partido de futbol lo develaron como mal perdedor. Confesó al ver Avatar que iba al cine por primera vez. Dato sorprendente porque siempre hubo cine en los pueblos. Felipe Quispe, líder aimara, es amante de la pantalla y asiste a diferentes festivales cinematográficos en La Paz. Contó que cuando vio tanto dinero junto en su primer aguinaldo como diputado propuso a sus colegas realizar una gran fiesta en el Chapare.

En general, confiesa que le gusta la farra- aunque ahora a escondidas-, la fiesta, bailar con las mozas más lindas. No se le ocurrió, por ejemplo, alentar una biblioteca. Lee poco y ello afecta su dicción y conocimiento del idioma español. Al contrario de otros líderes socialistas o de su mentor Filemón Escóbar, no está formado como un cuadro político. Como muchos agrarios, obreros, dirigentes sindicales no tuvo acceso a atención en salud.

El Estado no llega con suficientes servicios a la mayoría del territorio nacional. Incluso como presidente prefiere la atención de médicos cubanos y no de bolivianos. En el inicio de su mandato fue comparado con Nelson Mandela y no faltaron propuestas para una candidatura al Premio Nobel de La Paz. Es el boliviano más famoso y reconocido en el mundo entero y por su sola presencia, muchos extranjeros quisieron llegar a Bolivia. Carlos Mesa Gisbert (La Paz, 1953) es criollo, descendiente directo de españoles llegados a Bolivia en el Siglo XX. Su biografía está relacionada con la Bolivia urbana y pasó su niñez y juventud en espacios privilegiados de la ciudad, la sede de gobierno. Es blanco, más alto del promedio boliviano y tiene barba, usa lentes y viste con saco, pantalón y corbata. Es un amante de la lectura de todo tipo y del arte, tanto que en su niñez y juventud era conocido como un “guasquiri”.

Estudio en un colegio privado, en una universidad pública y en otra extranjera, pero no tiene título de literato. Sin embargo, su afán por el conocimiento lo convirtieron en autor de dos decenas de libros, casi todos de historia, invitado a comentar centenas de hechos culturales bolivianos o internacionales. Trabajó como periodista, desde la radio, la prensa escrita y sobre todo la televisión. Adquirió fama como el mejor entrevistador de Bolivia y como autor o coautor de varios ciclos de videos históricos o de investigación periodística.

Así ganó premios nacionales y en España. Donó junto con sus hermanos todo el gran patrimonio cultural, archivos, fotografías, videos que sus padres recuperaron por más de 50 años para conocer la historia boliviana. Es un fanático del cine y ya desde que era bachiller alentaba críticas cinematográficas, apoyó la fundación de la Cinemateca Boliviana en 1976, además de escribir importantes textos sobre el desarrollo del Séptimo Arte en Bolivia. No fue nunca deportista y conoce las canchas solo desde las tribunas y las estadísticas. Ama el fútbol únicamente para comentar. 

No toma alcohol ni gusta de los excesos festivos. Es el mejor cliente de la Coca Cola, la bebida del imperio que Morales consideró buena solo para destrancar cañerías. Pésimo bailarín, no participa en comparas carnestolendas ni en entradas folklóricas. Escoge estrictamente los vocablos precisos y arma oraciones perfectas en un español impecable que le mereció su mejor fama como orador y como presentador de noticias. Es miembro en esa condición de academias y sociedades científicas.

Sus personajes históricos preferidos son Andrés de Santa Cruz y Víctor Paz Estenssoro. Mesa goza de un prestigio personal muy fuerte, que no ha podido ser derribado por sus errores de político o por las campañas en su contra. No se le conoce escándalos relacionados con clanes de narcos o de contrabandistas. Su familia, sobre todo sus padres José y Teresa, dedicaron su vida a la cultura mestiza y donaron su herencia consolidada en medio de siglo al Museo de Arte de Bolivia. Tuvo la oportunidad de ser el Václav Havel de la transición de un estado republicano agotado a una nueva gobernabilidad con los actores sociales que aparecían con fuerza en el cambio de siglo, pero lo ganó la indecisión.

Estados enfrentados

Evo tendrá muchos votos en el área rural y en algunos barrios marginales, aunque seguramente ya sin el caudal de los años de la esperanza. Su distanciamiento de los cocaleros yungueños, de los jóvenes ecologistas, los indígenas de tierras bajas que habían promocionado la Asamblea Constituyente le cobrará factura. Ha perdido la confianza de los intelectuales y de los forjadores de opinión pública y de las clases medias que le dieron la victoria hace 14 años. Mesa tiene escasa llegada a las masas aimaras y quechuas y en el campo es poco conocido.

Tiene a su favor a las clases ilustradas, a los colectivos sociales cansados de los abusos del poder central y en diferentes capitales provinciales se nota su popularidad. Probablemente consiga muchos votos a su favor, pero también muchos votos para su papeleta serán votos “contra Evo”, como sucedió el 2005. Son dos jinetes disputando recinto a recinto; ninguno será mayoría. Lo preocupante es el futuro inmediato, Evo presidente será Evo ilegítimo; Carlos presidente enfrentará la violencia social. Bolivia necesita pactos para seguir adelante, pero el panorama actual no alienta expectativas.