La comunidad de Trinidacito organizó la marcha indígena de 1990 y ahora lucha por evitar la carretera en medio de la reserva. Esta lucha, según denuncian sus dirigentes, les ha valido el abandono del Estado

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4 de marzo de 2019, 4:00 AM
4 de marzo de 2019, 4:00 AM

Andrés tiene en sus manos dos ajados cuadernos. El niño, de 11 años, quiere pasar clases en la vieja escuela, pero el profesor no llegó al poblado. Trinidacito, una de las 62 comunidades del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), rema contra la corriente. El pueblo sufre las consecuencias de oponerse a la carretera Villa Tunari - San Ignacio de Moxos y que amenaza pasar por medio de la reserva. En la zona no hay servicios básicos ni luz eléctrica, menos acceso a la salud. La resistencia es en soledad, aunque poco a poco la búsqueda de resultados cansa a la población. Félix Cayuba es el corregidor de Trinidacito, ubicada al norte del Tipnis.

La autoridad lamenta el abandono que sufre su pueblo por la oposición a la vía. Dice que no existe atención del Estado, a pesar de que personeros públicos llegan a la zona con promesas. Hoy, espera que el Sistema Único de Salud (SUS) se aplique, a pesar de que por muchos años la posta de salud, la única infraestructura construida con cemento, está aban dona y sin medicinas. Los niños no conocen a un médico y mucho menos pastillas o jarabes. “En Trinidacito todos son bienvenidos.

Llegan funcionarios de varias instituciones públicas para abordar nuestras necesidades, pero eso solo se queda en promesas. Somos la comunidad que más lucha en defensa del territorio, pero tenemos muchas deficiencias por oponernos a la construcción de la carretera”, reclama Cayuba. La posta de salud la entregó Ernesto Suárez, en 2010, cuando era gobernador de Beni.

El espacio no se utiliza porque desde hace ocho años no existe la presencia de un médico residente. Las pocas medicinas que están en un viejo mueble están vencidas. Casi todas son paracetamol, producto que es rechazado por los pobladores. Se cruza la cancha de fútbol y está la escuela. Dos construcciones de madera sin paredes. En este espacio solo hay sillas y pocas mesas. Pasaron dos semanas del inicio de clases y el profesor no había llegado a Trinidacito. Los niños, que son más de 30, esperaban cada día con sus cuadernos viejos a su maestro. Los dirigentes desconocían cuándo iba a llegar el docente a la comunidad. “No sabemos si vendrá el profesor. Es un tema difícil porque los niños quieren pasar clases. Por eso muchas familias deciden emigrar a otras comunidades o a Trinidad. Hubo promesas y no pasa nada”, relata Carmen Guasebe, dirigente de las mujeres de Trinidacito. 

Problema de emigración
Y ese es el temor. Guasebe revela que hasta 2018 habían 63 familias en Trinidacito. Hoy, son 43 por las carencias que hay en la comunidad. El principal factor de la emigración se debe a que el nivel del sistema escolar es muy deficiente, incluso hay días —y lapsos largos— que no hay clases. Los ladrillos de una construcción a medias están deteriorados por la humedad. En esta parte se montó un mural de la promoción 2017. Iban a ser dos aulas, pero hace cinco años que el avance de la obra se interrumpió. Las razones son desconocidas, pero Cayuba sospecha que es por la oposición al proyecto carretero. Trinidacito lucha en soledad. Son pocas las comunidades del Tipnis que se oponen a la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. O quizá Trinidacito sea la única.

El Movimiento Al Socialismo (MAS) logró copar las dirigencias de varias comunidades de la reserva ecológica y en su mayoría ahora alientan la construcción de la vía. Esos poblados cuentan con los servicios necesarios para vivir bien. Lo que no pasa en Trinidacito. Otra visión tiene la diputada Ramona Moye, oriunda del Tipnis y que representa al MAS. La legisladora asegura que en la reserva natural se hicieron muchas cosas y acusa a los dirigentes de Trinidacito por no aceptar proyectos de desarrollo. Pone como ejemplo que una comisión de salud llegó al lugar el 8 de febrero para socializar el proyecto del SUS. “El tema de la carretera (por el Tipnis) está en cero.

No hay nada, entonces cómo pueden hacer protestas por algo que no se está ejecutando. Acá no hay eso de que porque se oponen a la carretera son castigados. Existen muchos proyectos (para Trinidacito), pero a veces sus dirigentes no quieren socializar”, refuta la diputada Moye. Miguel Velasco es funciona rio del Servicio Departamental de Salud (Sedes) en Beni. El galeno llegó el 8 de octubre a Trinidacito para socializar el tema del SUS y asegura que la comunidad se informó sobre este tema.

“Llegamos a la comunidad de Trinidacito para socializar el SUS. Informar sobre los beneficios que brinda este nuevo sistema de salud y en esa oportunidad hemos registrado cerca de 80 afiliados. Además, hemos hecho las atenciones médicas como desparasitación a niños y consultas generales según el requerimiento de las personas”, destaca Velasco.

El médico acota que dentro del proyecto se tiene previsto mejorar las condiciones para que los galenos puedan atender en las comunidades del Tipnis. Además, dice que habrá un plan para abastecer con medicinas. Trinidacito pertenece al municipio de Loreto, en Beni. Tiene un pozo de agua y un tanque de 500 litros, que ahora está vacío. Todas las casas son de madera y con techo de hojas secas. Son de un solo ambiente donde hay carpas y camas viejas con mosquiteros. Los baños son pozos ciegos. Las cocinas, sin paredes y la comida se la hace a leña.

 

 

 

La vida en Trinidacito
La alimentación se basa en frutas, yuca y arroz. Carne bovina se come poco y el pescado también, ya que es una comunidad alejada del río Isiboro. En época de lluvias, la pesca aumenta. Hay una iglesia precaria, que abre sus puertas dos domingos al año. Su cabildo tiene sillas largas y una mesa para el plenario. Es ahí donde se reúne la población para determinar medidas. La cancha de fútbol es grande y al fondo existe un pista de aterrizaje para avionetas. El sol se oculta y de a poco la oscuridad se apodera del lugar.

Los niños están en sus casas. No salen. Los mayores caminan con linternas para alumbrar su camino. La melodía de la naturaleza se impone. Si hay gasolina se puede prender el motor que genera electricidad, pero eso ocurre por poco tiempo. La comunicación por teléfono móvil tiene señal baja y solo funciona la telefónica estatal: Entel.

Al sur de la cancha de fútbol se ven dos antenas satelitales grandes. Una funcionaba para bajar la señal de televisión y la otra para el telecentro, donde se podía acceder a internet. Catalina Moy Yubanure relata que estos beneficios satelitales se esfumaron hace seis años y cuenta que enviaron notas a Entel para poder acceder nuevamente a la tecnología. “Sobre todo para los niños y jóvenes. Ellos necesitan internet y telefonía.

El Gobierno nos cortó
ese beneficio de la noche a la mañana y mire cómo están las antenas y los teléfonos (fijos), están descuidados”, lamenta. Marcial Fabricano es un veterano dirigente de tierras bajas. Se inspira al hablar de Trinidacito y su realidad. Va años atrás, hasta 1988. Está sentado en el mismo lugar donde se germinó la famosa movilización de 1990, aquella marcha denominada por el “territorio y dignidad”.

Ve a esta comunidad como un “semillero político” donde salieron muchos dirigentes que defendieron la naturaleza. “Acá (en Trinidacito) se germinaron decisiones políticas, como ahora. Esta comunidad tiene mucha historia y da pena que el Gobierno central y la Gobernación de Beni hayan dado la espalda a este valeroso pueblo solo porque defiende su territorio y su dignidad. Da pena ver a Trinidacito sin agua, sin luz, sin acceso a la salud ni a la educación, pero aún así toda su gente sigue de pie y da batalla a diario para poder sobrevivir”, destaca Fabricano. Carlos Romero, ministro de Gobierno, asegura que en el Tipnis no existen comunidades “castigadas” y mucho menos poblaciones “olvidadas” por el Gobierno central.

Es más, remarca que el presidente Evo Morales instruyó mejorar la calidad de vida de los pobladores de la reserva y asegura que ese proyecto se está ejecutando. Fernando Vargas, líder de la octava marcha indígena que fue reprimida por la Policía, llega a Trinidacito y se siente seguro. No ve división en su dirigencia y destaca que en esta comunidad se realizaron reuniones importantes para el progreso del Tipnis, y paradójicamente la sede de esa resistencia sufre día a día. “Esta comunidad (Trinidacito) tiene mucha historia. Acá se realizaron cabildos importantes en los que se decidieron la defensa del Tipnis.

Hoy vemos a Trinidacito totalmente abandonada por el Gobierno. Solo queda decir que el acceso a salud y educación, como también a los servicios básicos, es una obligación por parte de las autoridades”, remata Vargas. Uno de los últimos eventos en Trinidacito fue la llegada de miembros del Tribunal Internacional por los Derechos de la Naturaleza. Esta visita sesionó en la comunidad y recogió las denuncias de varios comunarios que están en contra de la carretera por el Tipnis. La vida en Trinidacito es tranquila. El canto de los pájaros hace que la población haga sus labores en total armonía con la naturaleza. La comunidad no quiere morir, no quiere emigrar, por lo que pide a gritos la atención del Estado.