El autor busca desnudar intereses económicos y de poder detrás de la pelea de las religiones contra la ideología de género

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5 de mayo de 2019, 4:00 AM
5 de mayo de 2019, 4:00 AM

La supuesta “ideología de género”, no solo no existe, sino que su conceptualización constituye una afrenta a la mujer y a toda sociedad libre, abre las puertas al fundamentalismo e ignora un siglo y medio de lucha de la mujer contra su propia opresión. No hay un ideario y menos un corpus teórico que transforme en ideología la humillación, la vejación sexual, la opresión y el asesinato de las mujeres, por el solo hecho de serlo. Pretender -como lo hacen las sectas evangélicas- reducir la lucha de las mujeres contra la violencia del patriarcado en el aborto, no solo busca invalidar la legitimidad de esa lucha, sino que perpetúa y justifica la existencia de aquel, constituyéndose en un ejemplo de conducta misógina.

El patriarcado es una forma de organización social en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia; autoridad que se basa en un desequilibrio de poder a favor de los varones.

En la construcción del patriarcado, las mujeres soportaron una elevada carga laboral y social, siendo madres, cocineras, recolectoras, procesadoras de alimentos y artesanas, que redujeron su calidad de vida y la oprimieron.

Siguiendo a Claude Levy-Strauss, las mujeres fueron explotadas como trabajadoras, como prestadoras de servicios sexuales y como reproductoras. Sus capacidades y servicios sexuales y reproductivos, se convirtieron en una mercancía donde las sociedades con más mujeres podían reproducir más niños y los agricultores, emplear mano de obra infantil para incrementar la producción y estimular excedentes. No es casual entonces, que el patriarcado sea la base de las religiones monoteístas. La agricultura nace en la “Medialuna Fértil”, el lugar donde nacen las tres principales religiones monoteístas.

Hablar de “ideología de género”, no es un concepto descuidado ni inocente; llevaría implícita una degradación moral donde pareciera que se menosprecia la vida al menospreciar a la mujer. Las sectas evangélicas ocultan esto y pretenden ser defensoras de la vida y de la integridad familiar; “(la ideología de género) … a través del Estado afectan principios relacionados a la defensa de la vida (“es pro aborto”) y a la familia (“interviene sobre los hijos mediante la educación”). Sería interesante que las ideologías evangélicas explicaran las causas de la violencia de género y cuándo las religiones no han intervenido en la educación, siendo que ahora mismo estas ideologías evangélicas, que se jactan de tener una superioridad moral, están actuando sobre los hijos a través de una dudosa pedagogía.

Sin embargo, esta es la cepa más externa. Por debajo, subyace un poder económico que no ha sido investigado.

Javier Calderón Castillo, Investigador Celag, magister en Sociología y doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, ha realizado una serie de investigaciones acerca del poder económico de los grupos evangélicos. “Según informes periodísticos, existen más de 19.000 iglesias neopentecostales en el continente, que organizan a más de 100 millones de creyentes”.

Solo en Brasil, las autoridades fiscales reportan que las iglesias evangelistas movilizaron, en 2015, $us 7.000 millones, una cifra exorbitante que muestra su poder económico y político, y les permite manejar franquicias y sus propios templos en cualquier pueblo, ciudad o país del mundo.

No obstante, en la mayoría de los países no se conocen los montos que administran los miles de pastores y sus iglesias, una práctica económica sin regular; “no pagan impuestos ni el Estado audita a los pastores, que certifiquen ingresos y egresos, gastos y destino de las ganancias.” (J. C. Castillo). En distintos países, el negocio inmobiliario es uno de los fuertes de estos grupos y la ausencia de regulación, permite lavados de dinero, como sucede con la “Comunidad Cristiana Agua Viva” en Perú.

Una investigación del periódico israelí Haaretz, convenientemente silenciada por el gobierno de Netaniahu, mostraba el poder tentacular de los grupos evangélicos: Dentro del dinero evangélico que fluye hacia Cisjordania, rezaba el titular.

“Una investigación de Haaretz revela que los grupos cristianos han invertido hasta $ 65 millones en proyectos en el Corazón Bíblico durante la última década. Eso no incluye los servicios que ofrecen de forma gratuita, como los trabajadores voluntarios”.

¿Qué es el “Corazón Bíblico”? Cisjordania, territorio palestino que los evangélicos refieren como “Judea y Samaria”. Ese dinero se destina a los asentamientos; a los colonos que violentamente desalojan de sus tierras a los agricultores palestinos bloqueando la paz. “Estimar el alcance de esta asistencia financiera es difícil, ya que las organizaciones sin fines de lucro y las iglesias registradas en EEUU no están obligadas a revelar sus fuentes de financiamiento ni a especificar adónde va el dinero”.

Los medios de comunicación que han adquirido y que, en una primera fase, resultaron un arma eficaz de penetración ideológica, hoy suponen un negocio que mueve cifras indetectables de dinero, más que en publicidad, en donaciones, tal como sucede con TV Record en Brasil, la segunda red de mayor rating.

Los grupos evangélicos están en una fase de expansión y toma del poder político. Participan en elecciones –con candidaturas propias o pautadas– utilizando su poder simbólico y retórico para canalizar la desesperanza de la población, en su mayoría pobre.

Son dueños de un poder político inestimable en países geopolíticamente, claves. Su “romance” económico y político con Israel, es la cara más avanzada de este ajedrez. No es el único: fueron actores principales del golpe institucional a Dilma Rousseff en Brasil y de la posterior elección de un excapitán con marcados desequilibrios sicoemocionales (según informes de médicos del ejército): Jair Bolsonaro.

Antes del golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, Eduardo Cuhna, dueño de un tendal de expedientes por corrupción, lideró la bancada evangelista para impedir la concreción de normas a favor de derechos reproductivos de las mujeres y lideró el impeachment que terminó expulsando a la presidenta electa por voto popular. Una forma de evitar él mismo, ser juzgado … junto a un centenar de parlamentarios.

Agenda Valórica

Aborto, identidad de género y matrimonio igualitario son los ítems de la Agenda Valórica. Antiabortista, antimatrimonio homosexual, contra la adopción de niños por parejas gay, y contra la enseñanza de la ideología de género en los colegios básicos, rechaza el proyecto de ley contra la incitación al odio (ley mordaza para la Iglesia evangélica).

La agenda valórica no contiene las desigualdades sociales, aceptadas como naturales, ni la probidad pública ni, mucho menos, la privada. Los flujos irregulares de dinero, en tanto, son un asunto “demasiado humano”, ayudan a sostener un sistema en el que aparentemente no hay corrupción ni abuso sexual a menores.

¿Programa de Estado?

Imponer la moral y dogmas de un grupo como política pública del Estado es propio de un sistema no democrático y autoritario, donde el texto sagrado de la religión suplanta a la Constitución, abriéndose al fundamentalismo.

Los fundamentalismos procuran imponer su dogma a la sociedad, mediante la toma del poder político de los Estados, por la vía democrática o la revolución política. En su acepción más general, es una exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida.

El fundamentalista está absolutamente convencido que su doctrina es la única verdadera y todas las demás falsas y sin cabida.

Su esencia es el conflicto; ni siquiera la construcción de una rígida sociedad monolítica regida por un código moral excluyente. Y es que los fundamentalismos no nacen de los textos sagrados, sino de la sacralización del conflicto.

Plantear un conflicto a partir de la defensa e imposición de una “Moral única” para sostener el patriarcado nacido hace 10.000 años lleva sin paradas al Estado fundamentalista. Un negocio para elegidos.

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