Las ‘liebres’ son vehículos pequeños que comunican a las ‘culebras’, que son los camiones con contrabando, si hay controles. En estos límites también hay tráfico de drogas y trata de personas

El Deber logo
24 de junio de 2018, 9:00 AM
24 de junio de 2018, 9:00 AM

Llega la noche y la oscuridad se adueña de la carretera por donde se consuman varios delitos, aquella que bordea el lago Titicaca en el lado peruano. El puente Ramis —en la vía Juliaca-Moho— es el desvío natural a lo ilegal. Los vehículos que transportan contrabando desde Bolivia ingresan a un camino de tierra. Levantan polvareda y apagan sus luces de rato en rato. El escaso control policial los lleva a la ciudad peruana de Juliaca, el centro de operaciones de las mafias que, además del contrabando, dominan la zona con el narcotráfico y la trata de personas.   

Bolivia y Perú comparten 1.047 kilómetros de frontera. Gran parte de los límites están en el lago Titicaca. Ese borde lacustre es utilizado por diferentes mafias para ejecutar todo tipo de delitos, en especial el contrabando de mercaderías ilegales, el tráfico de drogas y la trata de personas, sobre todo mujeres bolivianas para explotarlas sexualmente en distritos mineros de ese país. 

El contrabando es de ida y vuelta, de diversas dimensiones y de todo tipo de mercadería. Las mafias actúan en ambos lados y con distintos tipos de metodología. El comercio ilegal, de ida a Perú, tiene al menos cuatro rutas que incluso se inicia en Iquique (Chile) con la carga de electrodomésticos, telas chinas, teléfonos celulares y ropa usada, por lo general la primera ruta pasa por Puerto Acosta, una población del departamento de La Paz.  

En ese límite, los contrabandistas crearon la comunidad Virupaya. En este poblado se realizan ferias (martes y viernes) con el fin de introducir mercadería ilegal hacia el lado peruano. Por lo general, se lleva gas natural en garrafas, gasolina y diésel en bidones, ropa usada, juguetes de plástico, telas chinas, cigarrillos y bebidas alcohólicas.         

Primero pasa la ‘liebre’, un vehículo pequeño que verifica si hay control policial. Si el camino está expedito, la caravana de camiones, llamada ‘culebra’, pasa la vía del delito, que se inicia en Tilali —frontera con Bolivia— y pasa por las poblaciones peruanas de Conima, Moho, Huancané hasta llegar a Juliaca, el principal centro urbano de acopio del cargamento ilícito.    

Liebres y culebras

La presidenta de la Junta de Fiscales Superiores de Puno, Guadalupe Manzaneda, explica que los contrabandistas peruanos optaron por llevar sus camiones sin carga para subir la mercancía en la comunidad de Virupaya. 

“A la liebre le llaman a cualquier carrito que va por delante para ver si hay policías, puede ser un taxi. Ellos dicen si está libre (la vía) y comunica a las culebras para que pasen. Estas culebras llegan a Juliaca y de ahí se distribuyen a Arequipa, Lima, Cusco, Puno y otras ciudades del centro peruano”, detalla Manzaneda. 

La autoridad fiscal añade que los contrabandistas están armados y tienen equipos satelitales y que no actúan cuando hay días de ferias, esto para evitar el control. Además, operan —dice— por las noches y madrugadas. 

“Ya no se ven 15 o 20 culebras, ya no salen como antes. Ahora son tres, dos o máximo cuatro, esa información tenemos”, destaca la fiscal distrital en Puno. 
Moho es un distrito peruano cerca de la frontera con Bolivia, en el norte del lago Titicaca. Sus calles son pequeñas y en casi todas las cuadras están parqueados los camiones que esperan la carga que llega de Puerto Acosta, en el lado boliviano. Este poblado también es conocido por ser un paso obligatorio de la droga peruana hacia el lado boliviano. 

La mercancía, según la Fiscalía de Puno, llega por la noche. Luego pasa por Huancané y se desvía para no ingresar al puente Ramis, vía que lleva directo a la ciudad de Juliaca. La desviación es por un pequeño camino de tierra y aumenta el recorrido por unas dos horas más.

El viento frío en el puente Ramis hace escapar a las personas. La mayoría de los vehículos pasa por el largo enlace de cemento. Son motorizados legales que transportan pasajeros. Son las 20:15. Un pequeño carro se desvía. No para y sigue su rumbo. Pasan 10 minutos y dos camiones le siguen la huella. La oscuridad evita ver las placas, pero son automotores de gran escala. 

Se pierden en la noche y también en la polvareda que levantan por el paso fugaz. Apagan sus luces de rato en rato y siguen por las comunidades que cercan el camino mal mantenido. En dos horas estarán en Juliaca y de inmediato dejarán su carga en inmediaciones del mercado Túpac Amaru, donde se venden los productos que llegan de Bolivia. 

Alberto (nombre ficticio) vive cerca del río Ramis. Vive de la venta de api caliente (bebida de maíz). Sabe que los motorizados que se desvían llevan contrabando, pero dice que existen otras rutas similares. “Las culebras no paran acá, paran los autos con pasajeros que compran el api. Las culebras disminuyeron y se van directo”, relata.  

Juliaca, centro de operaciones
El coronel Jaime Guillén Quequezana es el comandante de la Región Policial de Puno. Ve al contrabando como uno de los delitos que más azota la región. Explica que existen acuerdos bilaterales para realizar operativos conjuntos, pero lamenta que no sean de manera periódica.   
“Tenemos varias reuniones con los colegas bolivianos. Mire (muestra un papel), estas son las acciones que se realizan de manera conjunta y evidentemente el contrabando es uno de los delitos que se atiende en esta zona”, destaca Guillén Quequezana. 

Juliaca es el centro de operaciones. Según la Policía de esa ciudad, al menos cuatro familias dominan el negocio del contrabando. Al mercado Túpac Amaru llegan los productos y son vendidos en el mismo centro de abasto. Ahí se puede evidenciar garrafas de gas con el sello de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Se mezclan con garrafones peruanos.  

Dentro del mercado se ofertan polleras, telas, juguetes, zapatillas y ropa deportiva, entre otros productos. Julia Collao vende polleras desde hace 10 años. Admite que toda la mercadería que comercia llega de Bolivia. Ella solo paga a los intermediarios y recibe las vestimentas en la madrugada. Pero también sabe que sus productos llegan de forma ilícita. De eso prefiere no comentar. 

La mayoría de los artefactos electrodomésticos, productos de primera necesidad, combustible, llantas, cigarrillos, cerveza, gaseosas, golosinas, tela, ropa y otros productos pasan directo. Se van a Arequipa, Lima y Cusco. 

En la Intendencia de Aduanas de Puno explican que en marzo se hallaron nuevos productos de contrabando. En la carretera Tarata-Tacna se detuvo a dos camiones que transportaban sacos de soya y maíz que llegaban a Perú desde el oriente boliviano. Según el fiscal de aduanas de
Puno, Juan Ticona, la carga tenía un costo de  200.000 soles, cerca de 400.000 bolivianos.    
Bolivia, con escaso control

En Bolivia existe la misma información y las acciones son igual de escasas que en Perú. La presidenta de la Aduana Nacional, Marlene Ardaya, señala que sus funcionarios ya no hacen un trabajo de campo en la frontera y que se replegaron a los puntos de control, esto por la decisión del
Gobierno de enfrentar con armas a las mafias del contrabando. 

“La Aduana se está yendo a los puntos de control, el resto está bajo el control del Ejército. Lo que cambia es que la Aduana va a estar solamente en los puntos de control”, dice Ardaya. 

De hecho, en el municipio paceño de Guaqui los funcionarios de Aduana se dedican a temas administrativos y revisan la documentación de la carga. 

El gran dilema es el control de carburantes. El director ejecutivo de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), Gary Medrano, explica que el precio de los carburantes en Bolivia se convirtió en un “atractivo” para los contrabandistas. Explica que el precio de la gasolina y del diésel se triplica en Perú, pero también el costo del gas licuado, que en Bolivia vale 22,50 y en lado peruano se lo consigue en Bs 100.

“En las ferias provinciales, en el filo de la frontera con Perú, se apuestan camiones bolivianos para transferir los bidones y bolsas de combustible a vehículos peruanos”, remarca Medrano. 

Mientras que el viceministro de Lucha Contra el Contrabando, Gonzalo Rodríguez, adelanta que el control se aumentará en la zona del lago Titicaca, después de sentar presencia en la frontera con la República de Chile.  

Las mafias del contrabando están mejor equipadas que las fuerzas militares y policiales. Los operativos son escasos por su alto costo económico, lo que permite que la mercadería ilegal pase de un lado a otro sin ningún tipo de problemas.