Según analistas políticos, la tendencia actual en América Latina es rechazar los mandatos presidenciales sin límites. En el Gobierno aseguran que son realidades y contextos diferentes. 

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11 de febrero de 2018, 7:00 AM
11 de febrero de 2018, 7:00 AM

El rechazo a la reelección presidencial indefinida en Ecuador marca una tendencia que impacta directamente en la política boliviana, aunque analistas y oficialistas coinciden en que son dos procesos totalmente distintos y que se produjeron en contextos diferentes.


El No al proyecto prorroguista presentado por el expresidente ecuatoriano Rafael Correa se produjo 17 días antes de que se recuerde el segundo año en que el 51,3% de los  bolivianos votó en contra de la reforma constitucional para posibilitar la reelección de Evo Morales, resultado que el oficialismo se niega a reconocer haciendo prevalecer la sentencia del Tribunal Constitucional del 28 de noviembre de 2017, que concede el derecho al jefe de Estado a presentarse por cuarta vez consecutiva en una elección.


En criterio del politólogo y catedrático universitario Marcelo Silva, el caso boliviano es sui generis, pero “el efecto Ecuador puede incidir en el imaginario de los bolivianos que se oponen a la repostulación del presidente Morales.


La diferencia está en que Bolivia es el único país donde el Gobierno impulsó un referéndum por la reelección y lo perdió, pero después la bancada oficialista en la Asamblea Legislativa recurrió al Tribunal Constitucional Plurinacional donde “siete magistrados invalidaron el resultado de una votación popular”, expresó Silva.


La situación tiene alguna semejanza con la ocurrida en Venezuela en 2007, cuando el entonces presidente Hugo Chávez perdió un referéndum por la reelección indefinida, pero dos años después y luego de gestionar acuerdos políticos y de modificar el proyecto se celebró otra consulta en que el chavismo obtuvo el 54% de los votos. Según Silva, “en este caso hubo legitimidad en las urnas”.


En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega recurrió directamente a una sala constitucional que instruyó la reforma a la Constitución para posibilitar la reelección indefinida. Nicaragua y Venezuela son los dos únicos países latinoamericano que cuentan con mandato indefinido de jefe de estados.


Para el viceministro de Autonomías y también docente universitario, Hugo Siles, el resultado del referéndum del domingo pasado en Ecuador refleja una situación muy diferente a la boliviana, por lo tanto es imposible hacer paralelismo. “Ecuador convocó un referéndum con siete preguntas y en otro contexto; en Bolivia el 21-F se votó por la No reforma de un artículo de la Constitución, pero después el Tribunal Constitucional emitió una sentencia en que reconoce los derechos políticos del presidente Evo Morales haciendo prevalecer la Convención de Derechos Humanos, enmarcados en el Pacto de San José”, adujo Siles.


A decir de la autoridad de Gobierno, cada país tiene una realidad distinta y es imposible comparar a Bolivia porque cuenta con estabilidad política y un constante crecimiento económico desde que Morales llegó al poder, el 22 de enero de 2006.


Precisamente, el profesor de ciencia política en el Amherst College de Estados Unidos, Javier Corrales, afirmó, en una entrevista concedida al diario digital BBC de Londres, que la situación política que atraviesan Ecuador y Bolivia actualmente “contrasta con la moda de las reelecciones presidenciales que la región vivió en medio del ‘boom’ económico de la década pasada”.


Además, según Corrales, “los latinoamericanos se han dado cuenta de que los presidentes en el poder y fuera del poder son figuras prepotentes y difíciles de contener”.


Sobre el tema, el profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela Allan Brewer Carías escribió que “el sistema presidencial de gobierno adoptado inicialmente en EEUU y seguido en América Latina, fue concebido para suplantar la fórmula del régimen monárquico que dominaba la estructura política europea y, con ella, la lucha permanente por limitar los mandatos presidenciales en el tiempo y en su repetición, de manera de evitar que amparados en la reelección presidencial surgieran ‘nuevas monarquías’ incluso semi-hereditarias, con ‘príncipes’ y ‘cortesanos’ incluidos, no de sangre, sino basadas en supuestas elecciones no siempre libres, ni directas, ni transparentes”.