Los pulmones verdes del país están en llamas y con ello no solo la salud de los seres humanos está enferma. Al esfuerzo de algunas autoridades se suman una plataforma y vecinos para salvar el planeta

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11 de agosto de 2019, 4:00 AM
11 de agosto de 2019, 4:00 AM

El oso jucumari bajó por las escalinatas del mirador de Buenas Vista y a él le siguieron la pava copete de piedra, el mono araña y el jaguar. Los cuatro bajaron entonando un solo mensaje: avisar al mundo que están al borde de la muerte. Son los últimos de su especie, los que vienen soportando la mano asesina del hombre y el acto criminal de mafias que trafican con sus cuerpos enteros o diseccionados para venderlos en apetitosos mercados oscuros del primer mundo.

Ahora están aquí, encarnados por cuatro actores que se han metido en su piel para que la vida salvaje no se extinga. Alguien los ha convocado para que conste que cosas horribles están ocurriendo en las entrañas de los montes de Bolivia, de los que aún quedan. Alguien los ha traído con su mensaje envuelto en un viento hablador. Ese alguien se llama El llamado del bosque, que consiste en un pacto ciudadano que busca alianzas institucionales y ciudadanas, culturales, académicas y científicas, empresariales y políticas para lograr acuerdos, realizar una campaña permanente y consolidar una plataforma de acción para la conservación de los bosques en Bolivia y para que otros países se sumen a ese llamado.

El llamado del bosque, bajo la dirección de Gina Méndez, organizó como su carta de presentación el festival del mismo nombre que se llevó a cabo el pasado fin de semana en Buena Vista (Santa Cruz), con el objetivo de contribuir a la conservación de la selva, desarrollando su primera alianza con el Gobierno Municipal de Buena Vista y el compromiso del alcalde Vladimir Chávez y otras instituciones que se sumaron al gran llamado que ya no puede esperar.

No puede esperar porque hay evidencias de que el desastre ecológico viene tocando las puertas del país. Tal es así que mientras el festival se desarrollaba en Buena Vista y el jucumari, la pava, el mono y el jaguar pedían auxilio, los incendios forestales contaminaban el departamento de Santa Cruz y desde el cielo, miles de focos de calor, teñían de rojo la noche, anticipando que tres días después, el miércoles 7, Cinthia Asín, secretaria de Medio Ambiente de la Gobernación, daría una noticia impactante: en los primeros siete días de agosto, en Santa Cruz se han generado 2.351 focos de quema. Asín dijo también que hasta el miércoles había seis incendios forestales, siendo el más antiguo y el más fuerte el registrado entre San José de Chiquitos y Pailón.

El daño que provocan los incendios forestales no son exclusivos de este año y sus efectos van más allá de contaminar el aire que los habitantes del departamento respiran. Según el Sistema de Alerta Temprana de Incendios Forestales de la Gobernación de Santa Cruz, el 2010 fue el año de mayor desastre con 32.838 focos de quema y 3.532.936 hectáreas quemadas. El año 2018 hubo 35.278 focos de quema y 694.169 hectáreas quemadas.

Pero los incendios forestales no solo se comen a los árboles y a la maleza. El fuego termina con la vida de los animales silvestres, que, asustados, tras que perciben el chirrido de la vegetación que se convierte en ceniza, salen en estampida y muchos, en esa faena desesperada de fuga, encuentran la muerte o terminan muy mal heridos. Heridas que preocupan a escala internacional porque Bolivia, según la WWF, está entre los 15 países con mayor biodiversidad en el mundo y el 22,5% de su territorio es área protegida. Pero esta joya ambiental cada día se juega la vida y los incendios forestales se suman, según Gina Méndez, a la creciente deforestación en Bolivia que destruye cerca de 400.000 hectáreas de bosque cada año, amenazando el equilibrio de los ecosistemas.

Y una forma de que las personas se enteren de la mano dañina del hombre es a través del arte. El llamado del bosque presentó en Buena Vista una obra de teatro basada en el libro de Tito Descarpontriez: Amboró, el misterio del gran rostro, que fue llevado a la tablas por el director Carlos Ureña, que también encarnó al oso de anteojos o jucumari, el carnívoro más grande de los andes tropicales que, según la WWF, su situación es vulnerable por su sensibilidad a efectos de la destrucción de su hábitat, construcción de caminos, agricultura, explotación petrolera y la caza indiscriminada.

Una foto de postal pone en evidencia el maravilloso mundo del Parque Nacional Amboró

El jucumari caminó por las calles de Buena Vista la noche del sábado contando su tragedia y a de él se sumaron las voces de la pava copete de piedra en cuya piel se metió la actriz Mary Carmen Monje, el mono araña al que le dio vida Nicole Iturriaga y el jaguar personificado por Rodrigo Heredia. Una puesta en escena magistral que fue capaz de revelar a los verdugos del bosque: sonidos destructivos de incendios forestales, la macabra motosierra y la voz muda del silencio que queda tras el desastre.

En la cima de una calle empinada apareció el gigante del bosque (Javier Silva) que despertó después de siglos de un sueño que fue perturbado por el ruido agónico de los árboles y de los animales que bajaban a tropel, escapando del enemigo que se llama humano. El gigante despertó, apretando entre sus manos una luz de esperanza para que el hombre firme un compromiso, quizá la última oportunidad que le queda, para dejar de destruir los bosques y todo lo que habita en ellos.

Las más de 1.200 personas que observaban la obra iluminaban la noche con sus miradas concentradas en los testimonios de los animales.

Una mujer le decía a su hijo pequeño que no llore, que solo era una obra de teatro, que las autoridades estaban trabajando para que a los monos no les arrebaten las ramas de sus árboles, para que a los jaguares ya no los maten a balazos, para que al jucumari la agricultura no le quite su casita en el monte.

La obra de teatro empezó en el mirador y terminó en la plaza principal. Un silencio enorme envolvió a la población que caminaba entonando un mismo mensaje: acudir al llamado del bosque es una necesidad vital.

Los incendios forestales están destrozando la vegetación cercana a las zonas agrícolas, como la que se ve en la fotografía que fue tomada por Yacuses, en el departamento de Santa Cruz

La importancia por la naturaleza se sentía en las calles de adoquines de Buena Vista, en la pared de una esquina donde el pintor Mariano Arrien-Gómez pintó a un oso gigante, en la casa del escritor Tito Descarpontriez, donde miles de palmeras cobijaron dos exposiciones sobre cambio climático y él presentó la cuarta edición de su libro que cobró vida en la obra de teatro.

Cinthia Asín, enterada del llamado del bosque, dijo que la Gobernación también se ha hecho eco del festival y que este tipo de eventos ayudan a crear consciencia para parar la destrucción del planeta.

Los incendios forestales, enfatiza, afectan directamente la vida de animales, plantas y de seres humanos, puesto que el bosque actúa como un reservorio de agua que sacia la sed de los cruceños.

“Tenemos 10 áreas protegidas en el departamento, que son Unidades de Conservación de Patrimonio Natural. Muchos de los incendios están en estas áreas protegidas porque ocurren en zonas cercanas a las mismas”, lamentó Asín.

Juan Carlos Añez, director de Unidades de Conservación de Patrimonio Natural, coincidió en que el fuego mata la biodiversidad, pero también los servicios ambientales que se reciben de las áreas protegidas, como la provisión de agua, fundamental para Santa Cruz.

“Mientras menos bosque, menos interacción de flora y fauna y menos generación de agua”, enfatizó Añez, que como ejemplo del daño que le hace el hombre a la naturaleza, dijo que un bosque, como el bosque Seco Chiquitano, si es destruido por el fuego, puede tardar por lo menos 40 años en recuperarse para volver a prestar sus servicios ambientales al ser humano.

Justamente la ecorregión Chiquitana fue objeto de un estudio denominado Mejorando los medios de vida de comunidades chiquitanas mediante el manejo sostenible del bosque, gracias al trabajo liderado por Jardín Botánico Real de Kew, un reputado vergel de especies con sede en Londres; la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) y el Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, con el apoyo financiero de la Iniciativa Darwin.

Este estudio puso énfasis en que la ecorregión de la Chiquitania es única a escala mundial, porque es dueña de 240 especies de plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Sin embargo, debido al desmonte, a los incendios, a la degradación rápida de la vegetación natural y a otros fenómenos que vienen ocurriendo en los últimos años, un 30% de estas especies están en riesgo de extinción.

“Muchas de las plantas que están en peligro, no se encuentran en otras partes del mundo. Son plantas muy raras y que en la Chiquitania son muy importantes en su funcionamiento como conjunto, porque esos bosques captan agua de la que se sirven las comunidades de los alrededores”, expresó Ruth Delgado, ejecutiva de la FAN

Asín y Añez,a su vez, coincidieron en que la difícil situación de los incendios forestales está siendo combatida por la Gobernación a través de una respuesta inmediata.

El director de la Fundación Nativa, recuerda que el fuego es y ha sido de fundamental importancia para el desarrollo de la especie humana, como así también para el funcionamiento de algunos ecosistemas, especialmente forestales; sin embargo, el ser humano, en su intento de dominar y subyugar a la naturaleza, ha hecho abuso de este elemento como herramienta de caza, habilitación de tierras, etc, lo que sumado a los cambios climáticos, hace que los incendios sean ahora una gran amenaza para muchos bosques y su biodiversidad.

“Los fuegos, además tienen otros efectos colaterales que afectan no solo a la perdida de especies, sino también a la vida misma de los seres humanos, tal como se pudo apreciar en grandes incendios ocurridos en otros lugares como Australia, Chile o California”.

Miriam Melgar Paz, activista por la naturaleza, está en la caminata al Amboró que viene organizando desde hace 30 años.

“Es una actividad netamente de transmitir, educar, enseñar y realizar actividades que ayudan al conocimiento de nuestras necesidades de aprender para poder accionar en pro del medio ambiente, con pequeños ejemplos que hacen grandes diferencias a la hora que se aplican los conocimientos. Mi interés siempre fue involucrar a la juventud”, dijo Melgar, que detalló que el evento se realizará del 16 al 18 de agosto.

“La recepción será el viernes 16 en la noche, en Buena Vista. El sábado 17, después de la misa nos iremos al campamento Mataracú, lado norte del Amboró, se hará limpieza del lugar, habrá charlas educativas con personal capacitado, se dormirá en el campamento y se retorna el domingo 18, la caminata en sí, será desde San Carlos a Buena Vista”.

Caminar por el bosque, llevar a cabo una obra de teatro en las puertas de un parque natural, para apagar el fuego, para acudir al llamado del bosque antes de que sea tarde.

El jaguar apareció en el mirador para que el mundo se entere que las mafias chinas están traficando sus colmillos