La pasta base de cocaína llega del Vraem (Valle de los río Apurímac, Ene y Mantaro) de Perú. Los narcos hacen cambio de avionetas en la selva. El Gobierno investiga estos hechos

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5 de noviembre de 2017, 4:00 AM
5 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Agarra un cigarrillo y lo enciende en medio de un calor infernal en un monte cercano a Trinidad (Beni). José (nombre ficticio) mantiene contacto con clanes peruanos que se dedican al narcotráfico y, en paralelo, cruza información con la Policía boliviana. Habla con el cigarro en su boca y agita sus manos mientras dialoga. Dice que no teme a nada y, por ahora, recauda datos de las nuevas estrategias que seguirán los capos del narcotráfico en al menos cuatro poblaciones benianas, regiones  donde las cargas de droga solo permanecen por pocos minutos.    

La droga que llega a Beni proviene del  Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), zona peruana de alta producción de pasta base de cocaína. Ya sea en San Joaquín, San Ramón, Magdalena o Santa Ana, las narcoavionetas aterrizan para cargar combustible y enseguida vuelven a despegar rumbo a Brasil o a Paraguay. Pero también se hace intercambio de aeronaves en pistas clandestinas, acción que puede durar hasta cinco minutos.

“Son minutos en que los narcotraficantes están en Beni. Llegan y pueden hacer el intercambio de avionetas, las dejan en una pista clandestina y cargan otra aeronave, con la que siguen el viaje con la droga. Ahí no se puede hacer operativos porque esta transacción es rápida, en plena selva. Beni es una media exacta desde el Vraem para llegar con el combustible exacto”, relata el informante.

José sabe cómo se hacen estos operativos ilícitos. Asegura que son “dramáticos” y “pocos” minutos en que los narcos emplean toda su experiencia para evitar ser identificados. La radio anuncia la llegada de la avioneta, dice el informante. En tierra hay entre tres y siete personas. Eso depende si se hará un intercambio o solo se reabastecerá de combustible. La aeronave da señales por el sonido del motor y de la nada aparece en medio de la selva. Solo está el piloto en la avioneta, el resto del espacio se acondiciona para la carga de cocaína.

El piloto no se mueve de su lugar y rápidamente tres hombres comienzan a cargar el combustible. “Es como en la Fórmula Uno, el auto llega y se hace la escala técnica lo más rápido posible”, compara José. El piloto habla con un capo. Da detalles del viaje. Luego emprende vuelo nuevamente. Esta vez, rumbo a Brasil.  

Cambio de avioneta
La otra modalidad es aún más compleja y requiere más tiempo, dice José. Primero llega la avioneta que recibirá la carga. Espera con los motores prendidos y de inmediato aparece la otra aeronave con la cocaína que llega desde el Vraem. Aterriza y rápidamente, entre cuatro personas, llevan la carga a la otra avioneta, que continúa el viaje con destino a territorio brasileño. Estas acciones son comandadas en tierra por las mafias peruanas, que luego desaparecen del lugar, ya sea vía aérea o lacustre. 

Nadie niega la presencia de peruanos en estas tierras. Según informes policiales, los foráneos permanecen hasta tres días en las localidades peruanas y en ese lapso se dedican a organizar el aterrizaje de la avioneta para su recarga de combustible o el intercambio de aeronaves; sin embargo, una fuente policial informó de que estos clanes tienen un constante movimiento por los municipios benianos y que escogen zonas sin ningún tipo de acceso por carretera. Los narcos construyen, con apoyo de campesinos, las pistas clandestinas, generalmente en zonas que colindan con ríos. 

“Sí, hay presencia de ciudadanos de Perú porque toda la droga que entra es peruana, pero esa presencia es momentánea, ya que hacen la transacción rápidamente”, comenta la fuente policial. 

El Gobierno, a través del ministro Carlos Romero, señala que están investigando los nexos que existen entre los clanes peruanos y personas bolivianas que radican en suelo beniano. “Esto lo estamos investigando hace mucho tiempo, pero si yo digo algo, muy rápido la gente se pone a la defensiva y nos tumba los operativos que estamos realizando en  Beni”, detalla la autoridad de la cartera de Gobierno.         

Peruanos en la zona
Una de las estrategias que maneja la Policía antidroga es la conformación de ‘agentes de enlace’ entre Brasil y Perú. Este método permite fortalecer el intercambio de información en las tareas contra el narcotráfico que operan, sobre todo, en los municipios fronterizos con estos países. 

Romero confirma la presencia de peruanos en Beni y añade que el negocio del narcotráfico perdura en diferentes municipios benianos desde hace años.

Y claro ejemplo es Roberto Suárez Gómez, que en la década de los 80 se ganó el título del ‘Rey de la cocaína’ por montar un emporio de narcotráfico desde Beni. Tenía como socio al colombiano Pablo Escobar Gaviria, el narco más famoso del mundo. En su tierra natal, Santa Ana de Yacuma, hay una calle con su nombre y aún perdura el negocio del narcotráfico, aunque no a la escala que trepó Suárez Gómez al ganar en esa época $us 400 millones al año.  

Ahora el panorama es diferente. En Beni antes se producía la droga, pero ahora las fábricas de cocaína se redujeron, por lo que el departamento se convirtió en territorio de tránsito. Y esa es la versión oficial que maneja el viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, quien admite que Beni es un paso obligado de la pasta base peruana. 

“Toda la Amazonía boliviana es un paso obligado de droga, eso incluye a Pando,  Beni, Santa Cruz e incluso el Chaco tarijeño. Somos un país tránsito de pasta base de cocaína de Perú y marihuana paraguaya. En Beni las avionetas están minutos y eso dificulta los operativos”, detalla Cáceres.    

Las operaciones de los narcos en Beni se centran en cuatro poblados: San Joaquín, Santa Ana de Yacuma, San Ramón y Magdalena; aunque también existe presencia de clanes peruanos en Puerto Siles, Exaltación, Santa Rosa, Guayaramerín y San Borja.  

“Los narcotraficantes van girando, se hacen operaciones en Santa Ana de Yacuma y se mueven a San Ramón, luego se pasan a San Joaquín o a Magdalena; entonces, se mueven constantemente y la gente misma sabe de la presencia de esta gente extraña, pero están dos o tres días y se van. Pero también se informan del sobrevuelo de avionetas por las noches o también por el día”, informa la autoridad policial. 

Los clanes peruanos están ligados a familias benianas que hacen el contacto con los campesinos para que ‘presten’ sus tierras para la construcción de las pistas de aterrizaje clandestinas. Pero también se utilizan los rústicos aeródromos de familias ganaderas, quienes desconocen, en su gran mayoría, las acciones que realizan sus subalternos. 

“Los narcotraficantes apoyan a los campesinos, no sabemos qué les ofrecen, porque son comunidades de 20 o 30 familias. Ahora los pobladores que los ayudan llaman cuando ven uniformados”, remarca la fuente policial. 

Según el informante, las pistas clandestinas se edifican en 1.000 metros y están en medio del monte, donde es difícil el acceso vía terrestre. Los pobladores y los clanes llegan a esos lugares en barcazas con todo el material necesario. Luego se tarda entre tres a cinco días para abrir el campo. 

Las zonas de tránsito
José identifica a San Ramón, San Joaquín, Magdalena y Santa Ana de Yacuma como lugares de paso de la droga peruana. A estos puntos se les puede sumar Exaltación. Pero José sabe que en Yucumo, localidad del municipio de San Borja, Guayaramerín, Santa Rosa y poblados en la frontera con Santa Cruz y Cochabamba existen fábricas de purificación de cocaína. “Estos negocios ya son manejados por bolivianos, los peruanos no están ahí. Sacan la droga purificada hacia Brasil, pero es menor cantidad que realizan los peruanos”, dice. 

Este factor es el que lleva a la pugna de territorios, pero en Beni el oficio del narco está bien distribuido: los peruanos, con algunas familias bolivianas, permiten el tránsito de la droga producida en el Vraem; y los grupos nacionales que están en los límites del departamento beniano que realizan el trabajo de purificación de la cocaína. En este caso existen datos dentro el parque Isiboro Sécure, que comparten las regiones de Beni y Cochabamba.

Según datos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn), hasta 2016, nueve de cada diez laboratorios de droga que fueron descubiertos en el país estaban en el departamento de Santa Cruz, al igual que un tercio de las fábricas de pasta base de cocaína. Además, el 80 % del clorhidrato de cocaína y un tercio de la pasta base decomisada en toda Bolivia estaba en Santa Cruz. 

En las oficinas de la Felcn de Trinidad se evitó dar información y datos de la actividad del narcotráfico en Beni. Un oficial señaló que se están investigando los movimientos de los clanes y esa información podía perjudicar los operativos en esas zonas.   

Beni es un caso especial para la Policía antidroga. Su extensión y su geografía dificultan la presencia de la fuerza policial en varias zonas. El director nacional de la Felcn, coronel Santiago Delgadillo, admite que los grupos de narcotráfico pueden operar en lugares inhóspitos e inaccesibles. 

El jefe policial explica que los ríos que conectan las poblaciones benianas son utilizados por los grupos de narcotráfico, pero la ventaja que sacan, dice, es en el espacio aéreo. Los narcos utilizan avionetas de la década de los 70. La mayoría es Cessna 210 Centurión, que al momento de despegue puede cargar hasta 700 kilos. Su autonomía de vuelo es de tres a cuatro horas, dependiendo el modelo del avión. 

Otro modelo preferido por los narcos es el Cessna 206, cuya particularidad principal radica en una doble puerta lateral, que permite desechar los cargamentos de droga desde el aire en el momento en que se decida. Además, tienen más autonomía de vuelo por disponer de una mayor capacidad de reserva de combustible.  

Negocio moderno

Así como manejan avionetas, que pueden llegar a costar entre $us 200.000 y 600.000, los clanes del narcotráfico tienen tecnología de punta para evitar ser identificados por las fuerzas policiales. Una herramienta nueva y hoy de uso imprescindible es el dron. Estos aparatos ‘revisan’ la pista de aterrizaje y las zonas aledañas antes de que la avioneta toque tierra. Una persona maneja el dispositivo y da la autorización para el descenso del monomotor.   

“Toda esta gente tiene su resguardo, cuentan con armas y equipos más sofisticados, incluso operan con drones; entonces,  tienen la posibilidad de controlar kilómetros en un momento y avanzar kilómetros implica horas. Invierten demasiado dinero para modernizarse”, relata la fuente policial. 

El Gobierno trabaja en un plan para evitar el tránsito aéreo por Bolivia de la droga peruana, pero la falta de tecnología y las carencias de recursos humanos son un punto a favor para los narcotraficantes. 

El negocio ilegal tiene épocas

Cuando no hay lluvias baja el tráfico de avionetas que llegan con cocaína de Perú a Beni. Los narcos no utilizan las vías terrestres para transportar droga. Esperan la época de lluvia para que los ríos sean operables. 

Es época seca en Beni y también es época baja para los narcos. La poca profundidad de los ríos benianos impide que los miembros de las mafias ingresen a zonas inhóspitas y puedan recibir la pasta base de cocaína que se produce en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), zona de alta producción de droga en Perú. Este factor no impide que la sustancia ilícita peruana ingrese a suelo beniano, pero en esta fase del año el tráfico es más bajo.  

“El narcotráfico tiene sus épocas. Ahora es temporada seca y, por ende, hay bajo nivel de tránsito de droga que llega de Perú. Lo que les dificulta es el nivel de los ríos, así no pueden llegar a las pistas clandestinas”, relata a este medio una fuente policial.

Sin embargo, todo el trabajo ilícito se lo hace por vía aérea. Según el informante, esta época el movimiento de avionetas tiene dos objetivos: uno para traficar la carga de droga y otro para transportar el personal que llegará a la pista de aterrizaje. 

Los municipios del departamento de Beni se conectan por ramales que parten de Trinidad, lo que hace que varios poblados tengan una sola conexión entre ellos. “Esto implica que no utilizan para nada camiones o vehículos para transportar droga, ya que los caminos son pocos y llamaría la atención el paso de estos motorizados varias veces”, especifica el policía.

Cuando se inicia la época de lluvia, se estima entre noviembre y febrero, vuelven a operar las barcazas para transportar personal a las pistas clandestinas. “Se lleva gente, comida, herramientas, equipos y víveres para operar en el monte por varios días”, comenta el informante.