La provincia Gran Chaco tuvo sus momentos de gloria. Se hicieron obras donde el cemento fue el rey de la bonanza. Ahora los vecinos reclaman atención

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6 de enero de 2019, 4:00 AM
6 de enero de 2019, 4:00 AM

En el Chaco tarijeño hay una obra monumental que florece con fuerza una sola vez al año, cuando la Fiesta de la Tradición Chaqueña le toca su puerta por lo general en el mes de agosto. El Rodeo, así se llama el coloso al que se lo ve a distancia en la comunidad de El Palmar, a 15 km de Yacuiba. A lo lejos uno bien puede pensar que se trata de un gran coliseo y al llegar parece una obra abatida por la naturaleza, por las plantas broncas del Chaco Boreal, por las lluvias que llegan con tormentas y por el sol inclemente que golpea no solo en verano.

Los tres municipios de Gran Chaco, Villa Montes, Yacuiba y Caraparí, gracias a la Ley 3038 perciben de manera directa los ingresos por la venta del gas que estaba guardado en su suelo. Cada uno de ellos se hace del 15% de los recursos que en su mayor apogeo permitió que, cada día, tengan para gastar Bs 1,5 millones. Toda una fortuna que ya no va más porque los precios internacionales del petróleo, a los que está indexado el precio del gas, bajaron.

En la descripción del proyecto El Rodeo de la Tradición, en El Palmar, según el libro Elefantes blancos en Tarija, de Waldemar Peralta Méndez, dice: “Construcción de una infraestructura para la realización de ferias agropecuarias en un área de 70.000 m2, complementándose con la parte de organización, administración del mismo y apoyo a las tradiciones chaqueñas, con una infraestructura adecuada a dichas actividades, en el cumplimiento de la ley nacional N.° 3046”.

El análisis que hace Peralta, es el siguiente: “Este gigante en el medio del municipio de Yacuiba es una obra que se utiliza como promedio tres veces al año, con mayor intensidad en el mes de agosto, que es cuando se realizan actividades vinculadas a las efemérides del Chaco y la “tradición chaqueña. Es una colosal construcción en medio de una mar de necesidades y pobreza”.

La obra fue entregada en agosto de 2014 y en su primera fase exigió una inversión de Bs 34.472.668 millones que contempla módulos de exposición ganadera, agrícola, pista para carrera de caballos, una barda y la infraestructura principal es el rodeo con capacidad para 10.000 espectadores, pérgolas, pórtico de entrada, un tanque de agua y servicios básicos.

En otro lugar del Chaco, en Caraparí, la gente del pueblo se pone contenta aún más en los días de lluvia, porque las calles y las avenidas ya no son de tierra y los fines de semana salen a disfrutar en familia en los parques infantiles y en las plazas con ornamentos de primer mundo.

Pero la gente siente que no era necesario pavimentar tanto, ponerle cemento a casi todo. “No hacía falta echarle concreto a los arroyos cercanos a Caraparí y convertirlos en canales de drenaje”, coinciden algunos vecinos. Los más antiguos, conocedores de las inclemencias del tiempo, saben que una quebrada no amenaza con inundaciones y que por eso no era necesario encementarla.

“Un monumento al cemento, eso es lo que son algunos lugares de Caraparí”, dice Alfonso, que tiene más de 60 años y que grafica el asunto con una broma recurrente: “Hasta las sendas de las chivas las han pavimentado”.

Valdemar Peralta dice que en Caraparí existe un caso emblemático: la canalización de un arroyo que no tiene agua; además la canalización está deteriorándose, pese a que fue entregada a inicios de 2015. Se trata del proyecto Construcción canalización quebrada Liberato, que tuvo un costo de Bs 22,5 millones.

Peralta recuerda que, según el INE, Caraparí es un municipio en el cual el 42,3% de la población vive en situación de pobreza.

“Caraparí es el municipio que más recursos recibió en el periodo 2011-2017, la Subgobernación ejecutó 1.409 millones de bolivianos. Además, con una población de solo 15.366 habitantes, le sobraban recursos para solucionar todos sus problemas. No fue así”, lamenta el autor del libro Elefantes en Tarija.

La quebrada Liberato, cubierta de cemento, tiene una extensión de cerca de dos kilómetros por el medio de un parque y paseo con banquetas y faroles, ruta peatonal y ciclovía, con una jardinería diversa y semáforos para cochecitos de carrera, quioscos y animales silvestres de cemento. Pero se trata de un lugar abandonado, donde la vegetación lo ha inundado todo y las casetas donde debieron funcionar quioscos están con las ventanas de vidrio rotas. Así, ese centro de esparcimiento sobrevive silencioso, sin niños que acudan a jugar ni personas adultas a pasear y respirar aire puro.

La Alcaldía de Caraparí hizo intentos de reactivar ese paseo, pero no consiguió que la gente vaya hasta ahí, por considerar que no se encuentra en el centro de la población.

Las aguas ya no bailan

Waldemar Peralta señala que otro de los ejemplos es la fuente de aguas danzantes de Villa Montes, que costó 8,8 millones de bolivianos y que no está en funcionamiento por falla de los equipos. Enfatiza que pese a haberse presentado procesos judiciales contra las anteriores autoridades, estas no respondieron ante la justicia.

La fuente de aguas danzantes está ubicada en la plaza 6 de Agosto, que se encuentra frente a la catedral y al Museo de la Guerra del Chaco. La fuente está repleta de conexiones de fierros que dan la sensación de que quedaron en el olvido.

Peralta recuerda que Villa Montes es un municipio que no resolvió sus problemas básicos y que según el INE, el 43,4% de sus habitantes vive en situación de pobreza y que en el área de la salud, el 76,1% acude al sistema público de salud y el municipio tiene un hospital colapsado.

Los habitantes de Villa Montes, informados como estaban de la bonanza que vivió el departamento de Tarija, recuerdan que antes, en la época de las ‘vacas gordas’, cada municipio del Gran Chaco tenía Bs 1,5 millones para gastar por día. Toda una fortuna que permitió llevar a cabo proyectos impensables y de una realidad mágica.

Pero la realidad es que a la generación de industrias le fueron ganando aguas danzantes, megaobras para escenarios de doma de potros y de jocheo de toros, pavimentación de afluentes y construcción de parques y complejos deportivos en zonas despobladas.

Ahora todos estos y otros detalles están saliendo a la luz, despertando la crítica de los habitantes, atizando la creatividad de las nuevas autoridades, que, ante la crisis económica, tienen que darse modos para pagar deudas pasadas, para el mantenimiento de obras recreacionales y para cubrir las demandas de otras necesidades que habían sido dejadas para después, creyendo que la inyección de dinero producto del gas iba a ser eterna.

En las calles de Villa Montes, Yacuiba y Caraparí y en otros municipios de Tarija, la gente está enterada de que los ingresos por los hidrocarburos han caído y que hay menos dinero en la región.

En Villa Montes, por ejemplo, los habitantes miran de reojo unos postes de un material sólido colocados en algunas esquinas de las calles. Supuestamente eran para que, a través de ellos, los vecinos puedan denunciar, apretando un botón, un hecho delincuencial a la Policía.

De aquellos tiempos de la bonanza económica quedan muchas cosas buenas, también coinciden los vecinos de estas poblaciones, puesto que se hicieron obras que les ha mejorado la calidad de vida, pero lamentan que no se haya profundizado la inversión de proyectos que generen riqueza y fuentes de trabajo.

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