Una multitud llegó hasta el estadio Tahuichi Aguilera. El prelado cuestionó la lógica del poder y del tener de nuestra sociedad, el individualismo y el consumismo que prescinden de Dios. También repudió la violencia general y contra las mujeres

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1 de junio de 2018, 7:00 AM
1 de junio de 2018, 7:00 AM

Una vez al año, el estadio Tahuichi Aguilera se convierte en la catedral de los católicos. Y ese día fue ayer con el festejo de Corpus Christi: más de 35.000 personas reunidas para alabar a Dios, hombres, mujeres y niños, sanos y enfermos físicos o del alma, hambrientos de pan y de la palabra de Dios. Todos llegaron para agradecer al Creador o para pedirle algo que consideran muy necesario y vital. Lo hicieron al ritmo de las palmas, de la música de alabanza, de la oración multitudinaria que si uno la escuchaba atento, parecía provenir de una sola voz gigante y llena de fe.  

El pueblo católico de Santa Cruz acudió a su fiesta desde las primeras horas de la tarde, vestidos con sus atuendos de domingo, ropa limpia y bien planchada, peinados cuidadosos, con sus manillas amarillas en un brazo que compraron por Bs 5 y que les servían como entrada. La gente ingresaba al estadio con la sonrisa en la cara, con los ojos luminosos que irradiaron su esplendor a las 16:50, cuando el monseñor Sergio Gualberti los saludó desde su púlpito ubicado en la cancha, arropado por el monseñor Tito Solari y varios seminaristas, sacerdotes, vicarios y jóvenes que vestidos de batas coloridas animaban la celebración que no hacía caso a las nubes negras que de a ratos amenazaban con lanzarles una lluvia amigable. 

El monseñor Gualberti cuestionó la lógica del poder y del tener de nuestra sociedad, el individualismo y el consumismo que prescinden de Dios. También repudió la violencia general y contra las mujeres, el tráfico de drogas, la corrupción galopante y la explotación de menores. Gualberti llamó a “salir de nuestra comodidad y de nuestros intereses, de los horizontes limitados de nuestro yo para atrevernos a ir a las periferias humanas y estar presentes allí donde hace más falta la luz del evangelio y la vida del Resucitado.

Para ser misionero, aclaró, no hace falta salir de nuestro país para ir a tierras lejanas, pero sí es urgente que todos nosotros, con humildad, pero también con valentía y alegría, asumamos esta tarea desde nuestro ambiente cotidiano, porque también ahí hay personas que no conocen a Cristo o que han abandonado la fe.

“A nosotros nos toca ser misioneros en esta sociedad consumista, mercantilista, donde predomina la lógica del poder, del interés del propio bienestar y en una cultura individualista y relativista que prescinde de Dios y de lo sobrenatural. En este contexto desafiante y hasta hostil estamos llamados a ser misioneros no tanto con las palabras, sino dando testimonio del amor del Señor con entrega y dedicación, con fidelidad y constancia, con espíritu de servicio, con el testimonio de justicia, honestidad y como operadores de reconciliación y de paz”.

Gualberti también invitó a toda la población a acoger a los misioneros y participar del próximo Congreso Americano Misionero del que Santa Cruz será sede del 10 al 15 de julio.

Antes de que empiece la santa misa, el público vio pasar por la pista olímpica a una comitiva cargando la imagen de la Mamita de Cotoca, la cruz misional y, por primera vez, una imagen de la beata Nazaria Ignacia, que en octubre será canonizada como la primera santa de Bolivia.

La armonía reinante no sufrió contratiempos y los policías ubicados en diferentes lugares contemplando a los feligreses, que cantaban, que aplaudían, que se emocionaban. Uno que otro miembro de los jóvenes voluntarios con chalecos amarillos intentaba evitar que los pocos vendedores que ingresaron al estadio se suban a ofrecer sus productos a las graderías. Y de rato en rato desfilaban otros jóvenes portando pancartas con inscripciones que decían: “Si no quieres pecar, no comas en misa, Yo no como en misa y No consuma alimentos en misa”.

Un hombre que ya había comprado una porción de salchipapas le pedía a la vendedora que ya no quería ese alimento, que mejor le devuelva su dinero. La mujer le decía que no, que no se preocupe por lo de los carteles que prohibían comer, que las salchipapas se las guarde para cuando termine la misa. 

Doña Luisa no quería que la misa termine porque estaba disfrutando cada momento de la celebración. “Yo espero con mucho entusiasmo este momento. No estoy sola, toda mi familia ha venido para alabar a Dios”, dijo y mostró a su esposo y a sus tres hijos que estaban con ella. 

Doña Roxana tampoco era la primera vez que acudía al estadio. “Con este ya son 20 años que vengo para el Corpus Christi que se celebra en el estadio”, recordó la mujer, que aplaudió con fuerza cuando el monseñor Gualberti dijo que cada año se festeja el Corpus Christi en el Tahuichi con una pasión enorme como si fuera la primera vez que se lo esté haciendo. “Yo comparto ese sentimiento. Cada año vivo una fuerte emoción”, enfatizó doña Roxana, que acudió desde su casa de la avenida Virgen de Luján.
El gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, llegó hasta el estadio Ramón Tahuichi Aguilera, junto a su gabinete de secretarios, para participar de la celebración.  

Señaló que esta es una jornada de reflexión y que “no podemos seguir con ese odio y con esa búsqueda de enfrentamiento entre bolivianos". Asimismo, recordó las palabras del cardenal Julio Terrazas (+), quien pedía la unidad del país en sus homilías. 

El festejo en las provincias

Ayer, diferentes unidades educativas de la provincia Ángel Sandóval prepararon mosaicos con las imágenes de la eucaristía como parte de la celebración de Corpus Christi.  Previamente, el párroco Eulalio Poori ofició la misa con la presencia de autoridades municipales y el Concejo en pleno de San Matías. Una multitud asistió a la procesión que dio una vuelta a la plaza principal.

En San Ignacio de Velasco, fieles de toda la geografía regional se reunieron para participar de los actos religiosos programados por la diócesis de San Ignacio, con ocasión del Corpus Christi. La misa fue presidida por el obispo Robert Flock. Por su lado, el Cabildo Indígena participó con su ritual ancestral con su tamborita acompañando la procesión por la plaza principal. Mucha gente también llegó a la iglesia Nuestra Señora de Fátima para participar de la celebración.