Apoyadas por un reducido grupo de mujeres, plantan cara a las autoridades del sector y no piensan dos veces en anochecer y amanecer en bloqueos para conseguir una atención más digna a los pacientes con cáncer

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7 de julio de 2019, 11:59 AM
7 de julio de 2019, 11:59 AM

La insensibilidad de la gente con poder de decisión para mejorar los servicios en el hospital Oncológico, transformó en líderes a dos amas de casa: Ana Figueroa Mae (50) y Carmen Villagómez Jiménez (31), las cabezas visibles de la Asociación de padres de niños con cáncer, que desde hace algún tiempo vienen exigiendo a autoridades locales y nacionales una atención digna para sus hijos enfermos.

Ambas provienen de hogares humildes, donde probablemente hubieran pasado desapercibidas criando a su familia, pero el cáncer que atrapó a sus hijos, hizo despertar su espíritu guerrero que las lleva a exponer su integridad física con frecuentes y prolongados paros, marchas y bloqueos de calles, en el afán de hacer escuchar sus demandas.

En el inicio de su lucha, consiguieron que la Gobernación proporcione la sangre gratuita para los pacientes oncológicos; luego, lograron que el entonces ministro de Salud, Juan Carlos Calvimontes, dotara al hospital de un equipo para aplicar las quimioterapias. Posteriormente, obtuvieron sillas de ruedas e ítems para profesionales especializados en esta enfermedad.

Hace un año, el 6 de junio, con ocasión del Día del Maestro, el grupo de madres del Oncológico obligó al presidente Evo Morales a salir apresurado de un acto en homenaje suyo en la Escuela Superior de Formación de Maestros Enrique Finot.

Estas mujeres, que se denominan así mismas ‘guerreras’, plantaron cara al otrora ministro de Salud, Rodolfo Rocabado, al que forzaron, en cuestión de días, a entregar una ambulancia, con chofer incluido.

La actual ministra, Gabriela Montaño, también sintió la férrea presión de estas madres y tuvo que disponer de algunos ítems de salud para personal médico.

Presión que da frutos

El grupo levantó el viernes un bloqueo de 10 días fuera del Oncológico, presionando por la presencia del gobernador Rubén Costas para que se comprometiera a construir un pabellón pediátrico que desahogue la demanda de camas en el saturado nosocomio.

La huelga se suspendió tras la firma de un convenio con el secretario de Salud de la Gobernación, Óscar Urenda, al que el viernes tuvieron en ascuas, cuando fue a persuadirlas a que levantaran la medida y, a insistencia de las guerreras, acabó pidiendo disculpas por los atropellos que sufrieron el 24 de junio en la Gobernación, donde fueron objeto de empujones por poner candados en los ingresos del edificio, como una forma de protesta por la falta de respuesta a su petición.

Prefieran ayudar, a irse a casa

Ana pasó lo peor con su hijo Jorge Oliver, a quien, a los 11 años, le detectaron leucemia. Llegó desahuciado al Oncológico, pero ella cree que su fe en Dios salvó a su pequeño, que ahora, a los 17 años, está bien de salud, aunque todavía bajo supervisión médica.

“Sé que Dios sanó a mi hijo, mi gratitud y agradecimiento por la misericordia que tuvo conmigo. Por eso, formamos la Asociación de padres de niños con cáncer y trabajamos no solo juntando dinero para paliar las necesidades, sino haciendo gestión para que los beneficios perduren. Es un drama total el que se vive aquí y por eso me quedé en vez de irme a mi casa. Las mamás me depositaron su confianza y ya voy seis años como presidenta. Mis hijos me dicen, ‘no tenés nada que hacer allá, solo andá cuando le toque su control a Jorge’, pero no puedo ser indiferente, no puedo cerrar los ojos al dolor ajeno. Puede que mi aporte sea poco, pero me llena de satisfacción ayudar”, manifestó Ana Figueroa.

Carmen Villagómez llegó al Oncológico con su hija Angelina, de cinco años, agobiada por un tumor maligno que con el pasar del tiempo la dejó ciega de un ojo.

La niña aguantó el duro tratamiento más de dos años hasta que en febrero pasado le comunicaron que el tumor había desaparecido. Ahora Angelina está sana y ha retomado su escuela, pero Carmen sintió la necesidad de seguir en la Asociación, en la que es la vicepresidenta.

“Nunca se me cruzó por la mente enfrentarme a autoridades departamentales y nacionales. Cuando lo hice, simplemente pedí sabiduría y valentía a nuestro Señor y a la Virgen para continuar en esta lucha que no es un capricho, sino una necesidad”, expresó.

Ana y Carmen, apoyada por sus valerosas soldados, siguen con la lanza en la mano, pues de aquí a poco batallarán por la aprobación de la ley del cáncer.