Son las religiosas Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Están en Santa Cruz desde hace 88 años. Averiguamos la obra de estas mujeres sin hábito que han intentado paliar las problemáticas de cada momento

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5 de febrero de 2018, 8:32 AM
5 de febrero de 2018, 8:32 AM

En pleno auge del nombramiento de Nazaria Ignacia como santa de la Iglesia católica (primera boliviana) conocimos a las mujeres que dejó aquí por la senda que marcó. ¿Quiénes son y qué trabajo hacen en Santa Cruz?

En el departamento solo son 10 y en el mundo medio millar. Llegaron hace 88 años y no lucen como las típicas monjitas. Blusa, falda y sin velo (el hábito es opcional), así transitan por el camino que se han trazado porque sus obras  las definen las necesidades del momento. Cuando tocó asistir a las jovencitas que llegaban de provincia las acogieron y les enseñaron una profesión (Internado María Goretti, que más tarde se convirtió en instituto y hoy en unidad educativa mixta).  

Cada vez que se dice Misioneras Cruzadas de la Iglesia lo primero que salta a la mente es el María Goretti, toda una institución en la memoria del cruceño, de la que salieron más de 2.000 jovencitas capacitadas como secretarias comerciales, pero esa no es su única obra (funciona desde el 57 y empezó en la calle España).
 
Varios proyectos y obras
También tuvieron a su cargo el Hogar de Pobres donde había ancianos, jovencitas y mendigos de la calle, que funcionó desde 1930 hasta el 72  en donde ahora está el CBA, en la calle Cochabamba. 

A partir de 2010 las misioneras vieron que cada vez había menos jovencitas para acoger y en diálogo con la Gobernación y la Defensoría habilitaron el hogar de niñas que han sido abusadas en su entorno familiar. “Hay que hacer un trabajo fuerte de inserción familiar,  las mandamos al colegio, les proveemos apoyo sicológico y vemos que aprendan ramas técnicas para ayudarse. Las chicas están muy lastimadas, no es tan fácil que superen lo que han vivido porque es una herida muy fuerte”, cuenta sor Lucía Sandóval, hermana del escritor Isaac Sandóval, que está a cargo de la  casa.        

La congregación se enorgullece de haber tenido a una Betty Luján, que  dio un servicio importante primero a los zafreros, que llegaban del interior para trabajar en la recolección de caña, por los que veló para que se les dé un trato justo y más tarde en la cárcel de Palmasola. “Fue muy entregada y entusiasta. La llegaron a querer tanto en la cárcel donde trabajó como 25 años, que cuando estaba muy enferma y los gastos eran tantos, los presos hicieron vaquita y nos trajeron unos Bs 3.000 o Bs 4.000 para ayudarnos”, recuerda la hermana Cristina Ventura.

Por su parte, María Pura Áñez, que estudió en el Goretti y luego se convirtió en misionera cruzada de la Iglesia, ahora a cargo de la Pastoral en la Universidad Católica, recordó con cariño la figura de la hermana  Exaltación que daba formación en el Colegio Militar de Aviación. Desde generales hasta cadetes se le cuadraban y eran llevados a la capilla para oír misa. 
Mención especial además requiere el dispensario de la hermana Ninfa Robles, que capacitada en medicina natural, recibe mucha gente que llega de lejos y los sana con los medicamentos que ella misma prepara. Sus conocimientos y la divina providencia han devuelto la salud y la sonrisa a  muchas familias.