Trabajan en tesis relacionadas a las problemáticas que viven en el penal, como reinserción social, redención por estudios y otras en la carrera de Derecho, que imparte la NUR en el reclusorio. En PC-4 hay 881 estudiantes en distintos niveles

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28 de julio de 2018, 20:19 PM
28 de julio de 2018, 20:19 PM

Fernardo Abad Peña (52) cultivaba su chaco en la comunidad Potrerillo (Vallegrande), hasta que en 2011 cayó preso. Su formación se limitaba a un par de años de primaria. En el penal aprendió a hacer billeteras, hamacas y a cortar el cabello de los internos, pero un día decidió hacerle caso a su amigo, Mario Quiroga, y comenzó a estudiar.

Es así que estando privado de libertad estudió primaria, luego salió bachiller y en 2014 empezó la carrera de Derecho. A fin de año, será uno de los 15 graduados de la segunda promoción de abogados que forma la universidad NUR en el reclusorio más grande y más poblado del país.

Otros cuatro internos, Miguel Ángel Parada Rodas (55), Josué Carrasco Mogro (52), Gervancio Mancilla Espinoza (39) y Fidel Carayuri (78), comparten con el agricultor Peña, además de las penurias del encierro, su acercamiento a Dios, sus ganas de superación y el hecho de que en el penal concluyeron la primaria, hicieron el bachillerato y están en el noveno semestre universitario preparando sus tesis para graduarse como abogados.

 

Educación para dejar ‘el fondo’

“Cuando me vi preso supe que había tocado fondo, pero Dios quiso que entre a este lugar (una iglesia evangélica que hay en el penal) y de aquí me impulsé a estudiar, porque así aprendí disciplina y respeto por los demás”, afirma Parada, quien ahora está convencido de que la falta de educación y la ignorancia son para algunos una cárcel dentro de otra, la de los muros altos.

“Hay gente que está aquí y no puede salir porque no sabe firmar, leer o no entiende lo que le dicen sobre leyes”, señala el hombre que está preparando una tesis que plantea la necesidad de aplicar la redención, que es la reducción de la pena de los internos que se dedican al estudio mientras cumplen su condena.

En el jardín con césped, bonsáis y plantas colgantes en los cinco metros cuadrados que tiene el predio donde funciona la universidad, que parece un oasis en medio del ambiente que cambió en Palmasola desde el 14 de marzo, Carrasco comenta que llegó al penal habiendo estudiado la primaria, aunque debió repetirla porque hacía más de 30 años de eso. “Me doy cuenta de que me hizo falta estudio, por eso caí preso, pero ahora entendí que la formación es la mejor rehabilitación que puede tener un interno”, dice.

Asimismo detalla que el estudio lo deben realizar con mucho mayor esfuerzo que alguien que está libre, pues solo cuentan con pocos libros en la biblioteca, no tienen acceso a Internet y otras herramientas para facilitar el aprendizaje. “Las instituciones y empresas públicas y privadas podrían apoyarnos más”, observa.

Carrasco, al igual que Parada, afirma que el hecho de formarse ha sido fundamental para recuperar a sus familiares, luego de la ‘ruptura’ que significó la comisión de delitos que los llevaron a caer en prisión.

En la cuestión familiar, la situación de Gervacio Mancilla es particular, puesto que él señala que no sabe cómo hacen sus familiares para pagar la universidad (que tiene un costo inferior por tratarse de privados de libertad), y que está agradecido con ellos, por lo que pone su empeño para corresponder a ese esfuerzo.

“Imagino que se acuotan entre mis hermanos, tíos, primos y todos mis familiares”, cuenta el joven, que antes de ser encerrado era soldador y solo había hecho algunos cursos de primaria. “Me costó aceptar que estaba preso, que esa era mi realidad, pero también vi que la única forma de transformarme era estudiando”, dice Gervacio que señala orgulloso, pero a la vez reflexivo, que estudiando en el penal fue el mejor alumno en todos sus cursos de primaria y secundaria, aunque la universidad le ha significado un reto mayor.

“Me encontré con algunos compañeros que ya son profesionales y están estudiando derecho, entonces tienen otro nivel de educación, no es fácil pero ahí estoy. A veces, cuando miro atrás, no puedo creer que estoy en la universidad y a punto de ser abogado”, comenta.

 

NUR, 18 años en el penal

La universidad NUR tiene presencia hace 18 años en Palmasola y 14 con la carrera de Derecho, señala la coordinadora de esta carrera, Verónica Sandi.

Los 15 futuros abogados formados en el penal, apuntan a graduarse realizando tesis que abordan la problemática que ellos mismos viven y por lo cual sus propuestas son más que válidas, cuando las terminen y se gradúen el próximo semestre, comenta el docente Ariel Rocha, que está detenido preventivamente y que fue expresidente de la Corte Superior de Distrito.

El quinto futuro graduado es Fidel Cariyuri (70), para quien paradójicamente el haber conseguido su libertad ha significado un retraso en sus estudios, pues se le dificulta asistir a clases en el penal y busca la mejor forma de continuar, ya sea en Palmasola o fuera de sus muros, en el campus de la universidad. “Mientras tanto ya aplico lo que aprendí y hago trámites y ayudo a las personas que están presas porque yo sé lo que se sufre”, asevera.

El final del periodo de formación de esta promoción de Derecho de Palmasola, coincidirá con la posible salida de Bernardo Abad Peña, quien buscará su libertad condicional para ir a Potrerillo donde está su familia, encontrarse con su hija.

“Cuando salga quiero ayudar a la gente que está en Palmasola y afuera, quiero motivar a la gente de todas las edades a que estudie”, afirma Fidel Cariyuri.