Federico Morón considera que la falta de educación ciudadana hace que todo sea más duro. Quienes trabajan y viven en el corazón de la ciudad, piden que la factura de las noches de fiesta de cientos de personas que la ‘pasan bien’ no solo les caiga a ellos

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1 de julio de 2018, 4:30 AM
1 de julio de 2018, 4:30 AM

Cuando mueren las agitadas jornadas cruceñas y las penumbras del centro citadino inician su eterna ‘pelea’ con las luces del alumbrado público, la ciudad muere y sus calles se convierten en una ruleta rusa para los transeúntes, que al doblar la esquina de cualquier pasillo pueden encontrarse con asaltantes o con peligro extremo.   


Las leyendas de antaño cuentan que por esas calles de tierra, que ahora lucen losetas centenarias, caminaban asustando a cuanto tunante encontraban La Viudita, El Duende o el Carretón de la otra Vida. Lejos de esas añoranzas, ahora los cruceños se pueden encontrar en el centro con drogodependientes que gritan a la nada sus incoherencias, recovecos convertidos en baños públicos, vehículos con vidrios oscuros que amenazantes se acercan a mujeres o parejas solicitarias y ebrios que buscan su camino, haciendo paradas para orinar, regurgitar o descansar de su larga noche.


“El otro día vimos, junto a un colega de la otra cuadra, cómo dos palomillos le quitaron los zapatos, la billetera y la chamarra a un muchacho, que sus amigos lo dejaron vomitando y se fueron”, relata Carmelo, un guardia de seguridad de la calle Colón.


Margarita, una mujer que viste un uniforme amarillo que brilla por las noches cuando barre las calles del centro, hace una pausa en su recorrido y después de suspirar comenta: “he visto peladas bonitas, con falditas cortas, sentarse en plena calle para orinar, mientras lo ‘cunumis’ que las trajeron a esos boliches, les miran todo y por último hasta las quieren limpiar. No puede ser, aquí en el centro, en las noches pasa de todo”.

Así se ven gran parte de las calles del centro. Otros espacios son más oscuros y menos transitados | Rolando Villegas


Tanto Carmelo como Margarita, contaron parte de la realidad a la que EL DEBER se acercó recorriendo las vías del centro cuando el sol se esconde y confirmando que deambular por allí, acompañado o solo, no es precisamente una buena idea.


“Es mejor salir del centro temprano, porque aunque la gente no denuncia, el robo de los celulares es una cosa de todos los días por estas calles”, aseguró un taxista, que trabaja  llevando y trayendo trabajadoras sexuales de los boliches a los moteles, pero que por ‘precaución’ prefirió mantenerse en el anonimato y antes de despedirse dijo que las personas en situación de calle que duermen en cualquier vereda que les dé calor, cuando están borrachas o necesitan para su vicio, “roban los retrovisores, las antenas y hasta los tapaaros de los vehículos”.


Para él falta presencia policial, ya que las calles paran vacías y los pocos que viven todavía en el centro, deben aceptar que tienen que convivir con la prostitución, los drogodependientes, los vendedores de droga y los asaltantes que andan en busca de víctimas.

La factura en el día
Un grupo de niños colegiales habían planificado una tarde de excursión dentro del centro de la ciudad. El recorrido comenzaría por la plazuela Calleja, paseo que ha sido calificado como el ‘corazón de América del Sur’. 


Era un martes por la tarde y los pequeños tenían que conocer los barrios de antaño, pero la travesía se suspendió abruptamente cuando en medio de la búsqueda de hojas con formas caprichosas, uno de los niños halló restos tirados en la plazuela de alguna relación sexual furtiva.


El niño halló condones, varios de ellos, algunos ya usados. La profesora al ver esta situación, subió a sus alumnos nuevamente al bus que los llevó hasta el lugar, donde también había colillas de cigarro, coca masticada y botellas de bebidas alcohólicas, todo parte de las facturas que la noche deja a quienes en el día reactivan la frenética vida del centro urbano.
Ximena Rojas, dueña la Panadería Todo Integral que está en la plazuela Calleja, fue la testigo que relató lo vivido por esos escolares y al final del comentario afirmó, “aquí se encuentra y se ve de todo”.


La cajera de la Salteñería Santa Cruz, Virginia Arancibia, y la cajera del restaurante Garden Gourmet, Úrsula Castro, se quejaron de los malos vecinos que usan las calles y sus veredas como urinarios públicos. Ellas dicen que los días más críticos son los jueves, viernes, sábados y lunes en la mañana, cuando las aceras amanecen llenas de botellas, vasos plásticos y con el piso cubierto por bebidas alcohólicas y orina.  

Las personas en situación de calle buscan el mejor lugar para pasar sus noches, cualquier pasillo se convierte en su dormitorio | Rolando Villegas


La falta de educación también está en el corazón del centro histórico, ya que en la Manzana Uno todas las mañanas el personal de limpieza debe alzar los excrementos que están junto a los plantines y deben echar agua para ‘acabar’ con los olores nauseabundos. 
“Todas las mañanas es lo mismo. No hay consideración de la gente con la ciudad”, dice don Benito Quinteros, trabajador de una microempresa de limpieza que está a cargo de limpiar esta área.


Un poco más alejado de este punto, las pilastras y las aceras del Banco de Crédito (BCP), entidad bancaria que está al frente de la Alcaldía, son el blanco de la falta de cultura los jueves, viernes, sábados y lunes. En los inicios de esos días, estos espacios deben ser lavados para retirar los restos de las bebidas alcohólicas que echan al piso y quitar los malos olores de los vómitos de quienes tuvieron fiesta el día anterior.


“A veces las paredes del banco están pringadas de vómitos y el piso queda ‘ligoso’ por el trago que echan al suelo”, relata Jimmy Guaristy, funcionario de la parte administrativa del BCP y cuenta que en muchos casos, el personal de seguridad debe retirar a los indigentes que buscan pasar la noche sobre la acera del banco.   


Ante tanto desborde del caos, los dueños y los empleados de las firmas que ‘viven’ en el centro, piden que la factura de las noches de descontrol e inseguridad no solo se las cobren a ellos, sino también que las autoridades puedan ayudar a pagar la fiesta de tantos ‘malos’ vecinos. 

Por las mañanas, tempranito, se ven mujeres volviendo al lugar | Rolando Villegas

En los locales además de bailes al desnudo, también se ofrece sexo

En el ingreso un hombre robusto cobra Bs 40 por el derecho a ingresar al local, que en luces de neón describe en su fachada que es una barra americana, un espacio para espectáculos para adultos, donde las bebidas alcohólicas y los bailes sensuales son permitidos de acuerdo a las normativas municipales.


Una vez dentro y con la constancia de que la entrada sirve para solicitar un trago por lo erogado, se abre otro mundo. Un mundo donde las paredes están forradas con cristales y espejos, donde las luces son de colores y donde hay espacios a los que el brillo que recorre el ambiente no llega. Allí, en ese lugar casi tenue, una bailarina contó que allí también se puede tener relaciones sexuales y mostró que detrás de una pared, que se mostraba resistente e impenetrable, había un pasillo donde algunos cuartos esperaban por clientes.  


Las normativas, que en las noches no cuentan, no permiten esto en una barra americana. 

ANÁLISIS | Federico Morón

La educación ciudadana no genera votos

Hay varias respuestas para solucionar los problemas de la ciudad. Por el lado de las autoridades, siempre la respuesta será la inversión en tiempo y en recursos de manera permanente en todos los trabajos de formación ciudadana, un aspecto no que no ha estado ni por si acaso como una de las prioridades de las gestiones de los gobiernos municipales, por lo tanto, las consecuencias siempre serán esas, las que se ven en las calles del centro porque no se puede esperar ciudadanos educados, si no se educa a los vecinos. 


Si los que vivimos en esta ciudad no somos parte de las soluciones a estos problemas, siempre seremos parte del caos; es decir, si las calles del centro están convertidas en baños es porque no hay baños públicos dentro de la ciudad,  por lo que urge que como gobierno municipal se encuentre la solución  a este tema, como lo han hecho otras ciudades del mundo, que de manera creativa hallaron la respuesta a sus problemas, apoyándose en la ciudanía, buscando modelos para encontrar los mejores diseños para solucionar el tema o quizás hacer una convocatoria a los arquitectos por ejemplo, para el tema de los baños públicos. 


Siempre hay una manera interesante de resolver estos temas, pero el problema es que  mucha de la atención de la municipalidad, se centra en un solo tema y concentra toda su energía en el traslado de los mercados o el reordenamiento del tráfico vehicular, como tareas únicas en un determinado tiempo, cuando el rol de las autoridades municipales es dar solución a varios temas a la vez. Sin embargo, se descuida el resto de los problemas, como la educación ciudadana, porque el tema de los mercados y el tema del transporte rinden desde el punto de vista electoral.