La iglesia Misión y Desafío Peniel lo alberga y ayuda por caridad. En el reencuentro recién conoció a su hermano, de 10 años. Es uno de los 89 casos que la Clínica Jurídica NUR, la Gobernación y el Régimen Penitenciario detectaron desde abril

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23 de agosto de 2018, 4:00 AM
23 de agosto de 2018, 4:00 AM

“Mamá, yo ya estaba muerto, pero ahora estoy con usted”, le dijo José Alonzo Soquere a su madre, Felicia Rojas, la tarde del domingo cuando se reencontraron luego de siete meses.

El joven estuvo preso por más de siete años en Palmasola, siendo que estaba condenado a tres por el delito de robar un foco, una pena que, según la legislación, no conlleva la pena de cárcel. Sin embargo, cuando fue liberado, el 7 de junio de este año, sus frases incoherentes e inconexas reflejaban algún tipo de problema mental.

El día que salió libre en el interior de los muros de Palmasola, además de siete años de su juventud perdidos, quedó extraviada su lucidez mental. Por eso, ni su madre sabe a cabalidad si su frase: “Mamá, yo ya estaba muerto...”, esconde malos recuerdos de Palmasola o la nostalgia de no ver a su familia durante tanto tiempo.

El reencuentro de José Alonzo con su familia se da en medio del trabajo que realizan la Clínica Jurídica NUR, la Gobernación y el Régimen Penitenciario en el interior de la cárcel, donde se siguen detectando casos de privados de libertad que están presos más del tiempo debido o sin recibir una condena en juicio.

La Defensoría del Pueblo también se sumó a estas tareas, con la finalidad de procesar a las autoridades responsables de estas situaciones.

El reencuentro

La última vez que doña Felicia, una mujer que se gana la vida vendiendo empanadas y asaditos en el Plan Tres Mil, visitó a su hijo José Alonzo en la cárcel fue a fines de enero; el domingo, cuando volvió a verlo él estaba contrariado, como si no reconociera a esas personas que lloraban y lo abrazaban.

Con el transcurrir de los minutos, la cara de doña Felicia se le fue haciendo ‘conocida’, así como la de su hermana. Pero ese día José Alonzo también se reencontró con Cristian, su hermano de 10 años, que por fin conoció.

Como cuando José Alonzo fue encarcelado, Cristian tenía tres años, él no lo tenía en su memoria y no sabía que ese pequeño lo había apodado ‘Charly charla’, sobrenombre con el que ahora lo llama toda su familia.

Acogido por la iglesia Peniel

Cuando el 7 de junio fue liberado, sin tener documento de identidad ni dinero y como única posesión una colcha roja, José Alonzo deambuló por inmediaciones de Palmasola y a instancias del diario EL DEBER el entonces director de Régimen Penitenciario, Iverth Melgarejo, buscó una alternativa y mediante el Servicio de Políticas Sociales (Sedepos) de la Gobernación se consiguió que fuera internado en la iglesia Misión y Desafío Peniel.

Esta institución acogió de forma solidaria al infortunado, puesto que tiene un centro en el que hacen tratamientos a personas drogodependientes; sin embargo, hizo una excepción para que José Alonzo no se quedara en la calle, a su suerte.

Al ver su liberación a través de los medios de prensa, su madre comenzó la búsqueda de su hijo, pues no sabía de su paradero; sin embargo, la iglesia Peniel y el Diario Mayor impulsaron el reencuentro.

En su propio mundo

A su madre y su hermana no les queda más que sonreír cuando José Alonzo habla de ‘robotina’ (un personaje de dibujos animados), de fútbol, de la casa en la que está viviendo, de cultivos de verduras, de sus sobrinos, alternando momentos fugaces de lucidez con los de su propio mundo, ese que parece existir solo en su cabeza. “Sí, jugué el Mundial”, cuando se le pregunta si le gusta jugar pelota.

Su madre, está feliz. “Veo que algo ha mejorado”, dice. Se sientan a comer y antes de empezar, José Alonzo les dice: “Primero, oremos”, agacha la cabeza y cierra los ojos.

Misión y Desafío Peniel

Marco Piotti, administrador de la iglesia Misión y Desafío Peniel, señala que José Alonzo es un caso especial, que requiere que otros internos y los obreros (guías del centro) lo vigilen y lo ayuden. La hermana Carmen señala que en el centro este exreo realiza casi las mismas actividades que los otros, aunque siempre con supervisión.

Así es la vida de José Alonzo, que dejó en Palmasola siete años de su juventud y la cordura, y ahora depende de la caridad de una iglesia.