Las polvorientas calles, que se tornaban en pozos infranqueables llenos de barro, fueron escenarios de un tiempo pasado que marcaron la vida de la dirigente gremial Kitty Baldomar y del gestor cultural Elio Coronado, que agradecen a Dios por haber vivido el paso de pueblo a la gran urbe que es hoy

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13 de septiembre de 2018, 0:00 AM
13 de septiembre de 2018, 0:00 AM

“Desde mi mercado he visto el cambio de pueblo a urbe”

Comenzó a vender a los 13 años en el mercado Nuevo. Disfrutó de los juegos infantiles en la calle 21 de Mayo, y conoció a la Loca Jarichi, al Piyo Landívar y el Camba Pechí

Con 70 años doña Leny Baldomar Méndez, más conocida como Kitty, expresa su orgullo de haber nacido en esta tierra que le ha dado el trabajo, pues atiende un puesto desde los 13 años en el mercado Nuevo, en la calle Sucre, del cual es su máxima dirigente desde hace 30 años, aunque hoy está abocada a organizar el festejo por los 75 años de ese centro.

“Mi orgullo más grande es ser cruceña. Todos los días le agradezco a Dios por haberme hecho nacer acá, donde he visto transformar el pequeño pueblo de calles arenosas a la gran ciudad que es hoy, donde la gente de varios sitios de Bolivia llega a trabajar”, dijo.

Aún recuerda sus andanzas infantiles cuando en su barrio, en la calle 21 de Mayo y Rafael Peña, con sus hermanos, jugaba hasta la noche. “Cuando mi madre nos ordenaba entrar a la casa dejábamos los juguetes en el corredor y nadie se los robaba, pues amanecían en el mismo lugar”, recordó.

En plena adolescencia, cuando asistía a la escuela Josefina Goytia, en la calle Sucre, veía el esfuerzo de los vendedores y le gustó ese trajín, por ello a los 13 años consiguió un espacio donde comenzó a vender abarrotes, aunque en los primeros años no le fue bien persistió gracias al cariño y al empuje de los demás gremiales.

Con el paso de los años se convirtió en la presidenta del mercado Nuevo. Desde su puesto comenzó a molestar a las autoridades municipales para que mejoren los puestos, pues estaban abandonados, no tenían ni luz, por ello lo cerraban a las 16:00.

“Así como vi cambiar mi ciudad viví la transformación de mi mercado. También conocí a los grandes personajes de la época, que hoy parecen leyenda, como Justo Bazán, el Camba Pechí, Piyo Landívar y a la Loca Jarichi”, acotó.

“Enseño a los niños el valor de los juegos de antaño”

Siente que los padres y abuelos de hoy no incentivan a sus descendientes para que practiquen con un trompo, con un enchoque, o que manejen una honda, y jueguen con el topo

 

Los juegos de los niños de antaño nunca dejó de practicarlos; ahora su tarea es enseñar a las nuevas generaciones. Tiene trompos, enchoques, topos, hondas, zancos y tabas

Enchoque, trompo, honda, topo, zancos, taba, tarasca, pejichi, tuja, palo ensebao y tinaja con petos son algunos de los juegos populares de antaño cuyos nombres son desconocidos para jóvenes y niños de la moderna Santa Cruz. Pero mientras existan personas que se dedican a cultivar el uso de juguetes del pasado, como don Elio Coronado Arteaga (76), la esencia cruceña no se perderá.

“El sentir cruceño es el amor a su tierra natal, es la hospitalidad, es la amistad, es el cultivo del fervor por nuestra identidad, como el no rehuir a nuestra forma de hablar, lo que me enorgullece y por lo que lucho día a día, en especial para que los niños vuelvan a sentir cariño por los juguetes de antes”, manifestó Coronado, que es el personaje infaltable en los festejos del Día de la Tradición, no solo de la capital sino también de todas las provincias cruceñas.

Coronado recuerda muy bien sus juegos en compañía de sus hermanos y vecinos en la antigua calle La Plata, que luego se llamó Limberg Cabrera, hasta que hoy fue denominada Celso Castedo.

“Nos divertíamos en las calles hondas de barro y de arena, luego íbamos a bañarnos a la laguna de El Arenal donde aprendí a nadar. Pero nos enloquecía jugar con trompos o con topos. El trompo más duradero era hecho de palo de guayaba, de guayacán o de curupaú, que eran muy duros”, dijo.

Con nueve hijos, 15 nietos y dos bisnietos, su mayor tarea es enamorar a los pequeños con las cosas que hace, siendo su mayor orgullo su nieto Diego Saavedra Coronado, que le ha salido declamador de poesías costumbristas.

“Agradezco a Dios porque me da fuerzas para seguir cultivando nuestros valores de antes, que el modernismo, a través de la televisión, nos ha cambiado”, agregó.