10 de mayo de 2024, 4:00 AM
10 de mayo de 2024, 4:00 AM

Si bien el Estado boliviano requiere recursos para financiar servicios públicos esenciales, no podemos ignorar que en los últimos años la carga tributaria se ha tornado abrumadora y opresiva para ciudadanos y empresas por igual. La voracidad recaudadora parece no tener límites.

La maquinaria impositiva estatal sigue creciendo sin contemplaciones. Más tributos, tasas más altas y regulaciones complejas terminan por sofocar el espíritu emprendedor y la capacidad de inversión.

Muchas empresas y particulares, deben destinar gran parte de sus recursos al pago de impuestos en lugar de reinvertirlos en su crecimiento y consiguiente generación de empleos con los efectos multiplicadores de la economía que ello conlleva.

Pero no. Las trabas burocráticas y la pesada mano tributaria están actuando como un freno de mano al desarrollo económico y la generación de empleos dignos y bien remunerados en Bolivia.

Las familias bolivianas, mes a mes ven mermados sus ya escuálidos ingresos por la sangría impositiva a la que son sometidos. Debiendo recortar gastos esenciales como alimentación, salud y educación ante el depredador Estado que se devora el fruto del trabajo de sus ciudadanos.

Si bien los impuestos son necesarios e inevitables en toda sociedad organizada, lo que estamos viviendo en Bolivia roza los límites de la opresión fiscal.

El Estado parece haber olvidado su rol de facilitar el progreso y se ha convertido en un opresor que expropia con su voracidad tributaria el producto o fruto del trabajo del pueblo de Bolivia.

Necesitamos con urgencia una profunda reforma del sistema impositivo que lo simplifique, reduzca las cargas excesivas y devuelva certidumbre jurídica a los contribuyentes, ante los abusos y prepotencia por parte de los recaudadores y sus nefastas agencias.

El Estado debe ser consciente de que impuestos desmedidos e ilegítimos sólo alientan la evasión, la informalidad y el estancamiento económico.

Asimismo, urge una administración más eficiente, transparente y libre de corrupción de los recursos públicos. Que la ciudadanía vea que sus aportes no se dilapidan ni se utilizan para fines ajenos al bien común.

El Estado boliviano debe replantearse su rol y retirar su pesada mano tributaria de encima de los hombros de quienes con su trabajo y emprendimientos impulsan el desarrollo nacional.

Más regulación y más impuestos no son la solución, al contrario, se han convertido en una camisa de fuerza que está asfixiando la economía boliviana.

Un sistema impositivo más justo, simple y que promueva la inversión en lugar de desalentarla, si queremos recuperar el aliento económico y la vitalidad productiva que la excesiva carga tributaria nos ha arrebatado. ¡Basta ya de opresión fiscal!

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