28 de marzo de 2024, 7:07 AM
28 de marzo de 2024, 7:07 AM

Vivimos rodeados de riesgos, pero no por ello vamos a dejar de llevar a cabo nuestras actividades diarias. Congelarnos de miedo y encerrarnos en un cuarto, pensando que allí estamos 100% seguros, no es una forma de vivir la vida. Lo que sí podemos y debemos hacer es reducir los riesgos al mínimo.

El reciente incidente del barco que chocó con un puente en Baltimore es un ejemplo de cómo no se redujeron los riesgos. Ya se había advertido que la vetusta embarcación podía perder su potencia y navegar a la deriva, pero no corrigieron el problema. En el caso del puente, se debería haber tomado en cuenta que ese tipo de accidentes suceden de vez en cuando. Es por eso que muchos pilares de puentes tienen parachoques o barreras protectoras, pero lamentablemente no se tomó esa precaución en aquella estructura.

Otro ejemplo de evento inesperado fue la presencia de una jauría de perros en la pista del aeropuerto de El Alto, justo cuando un avión estaba por despegar. Desconocemos cómo los perros ingresaron al aeropuerto, pero es posible que haya sido debido a una malla dañada, una puerta que no cerraba o incluso a la distracción de un vigilante. Este incidente podría haber terminado en tragedia de no ser por la pericia de los pilotos, quienes están entrenados para actuar con rapidez ante situaciones inesperadas.

La famosa Ley de Murphy afirma que si algo puede salir mal, saldrá mal. Es difícil refutar este adagio popular, pero cuanto más previsores seamos, menos probabilidades habrá de que el tal Murphy se salga con la suya.

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