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31 de enero de 2019, 4:00 AM
31 de enero de 2019, 4:00 AM

El Tribunal Supremo Electoral perdió a una de sus últimas dos piezas que mantenían una posición algo más crítica respecto a los intereses del oficialismo. Solo queda Antonio Costas, que asegura que, a diferencia de todos los que ya renunciaron, se quedará hasta el final en lo que es el corazón de la democracia. Ese corazón late con muchas dificultades y, en cualquier instante, el enfermo puede sufrir un paro. Es una de las peores crisis del árbitro electoral, aunque se hagan esfuerzos por ocultarla. La estocada casi mortal parece ser la acusación gubernamental de que alguien del Órgano Electoral perjudicó al MAS en las primarias. La renuncia de Dunia Sandoval al día siguiente de lo que sonó como una advertencia presidencial, implica el inminente desmoronamiento de lo poco que queda de la credibilidad del TSE. Aunque siga Costas como supuesta garantía de la institucionalidad, está demostrado que una golondrina no hace verano. Como están las cosas, solo un recambio de todos los vocales puede darnos cierta tranquilidad.

Son delicados los argumentos de la exvocal Dunia Sandoval, quien no aprobó la habilitación del binomio del MAS y quien rechazó el adelantamiento de las primarias. En todo caso, su dimisión y su respetable punto de vista parecen algo extemporáneos. No tiene la misma consecuencia revelar lo que reveló ni irse cuando se fue, que haberlo hecho antes del fallo de habilitación o de las primarias. El avance de ambos procesos ya se dio sin contratiempos para sus impulsores.

Es terriblemente estremecedora la carta de la joven víctima de una presunta violación múltiple en un motel. Basta del manoseo a ella y a su familia. Que la justicia actúe sin presiones y que también los acusados demuestren su inocencia en los tribunales.

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