23 de abril de 2024, 11:54 AM
23 de abril de 2024, 11:54 AM

La ideología que defendió Evo Morales hasta el hartazgo se llama victimismo. Él no fue de derecha, no fue de izquierda: él fue víctima. “Me han hecho, me han dicho, me han ofendido”.  Ese es el eje de su discurso. ¿Has hecho fraude, papito? Claro que no, sólo algunos enajenados podrían culparme de ese delito. ¿No eran tus huestes violentísimas las que podían haber ocasionado un estallido en Senkata en 2029 matando a miles de compatriotas? No, fuimos perseguidos y maltratados. No hicimos nada. ¡Nos lo hicieron! ¿Hay más malos repartidos en esta escena de maldad congénita, Evito? Claro, el imperio nos quiere atacar, los chilenos nos humillan y, lo que es peor, los cruceños quieren escapar de Bolivia: ¡quieren secesión!

¿Qué vimos? A canallas atacando a Bolivia. Eso está instalado en la mente afiebrada de Evo Morales que una enorme parte de la población boliviana ha venido disfrutando durante 15 años. No hay más. Y, para ser francos, no requiere haber más: con esito pones contra la pared a quienes te viene en gana. Eso funcionó majestuosamente hace 15 años allá en el Hotel las Américas: los criminales separatistas, racistas y terroristas se arremolinaron contra nosotros. Ese fue el brutal imaginario en el que nos vimos envueltos.

¿Por qué? Parafraseo al estudioso del victimismo, Daniele Guglioli, en su librito Crítica de la víctima: “la víctima es el héroe de nuestro tiempo. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima”. Primer punto: la víctima es el héroe. “Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable. ¿Cómo podría la víctima ser culpable o responsable de algo?” Segundo punto: la víctima jamás es culpable. “La víctima no ha hecho, le han hecho: no actúa, padece (…) No somos lo que hacemos, sino lo que hemos padecido, lo que podemos perder, lo que nos han quitado”. Tercer punto: la víctima sólo sufre. “La víctima es irresponsable, no responde de nada, no tiene necesidad de justificarse: es el sueño de cualquier tipo de poder. En su erigirse como una identidad absoluta, en su reducir el ser a una propiedad que nadie pueda disputarle, realiza paródicamente la promesa imposible del individualismo propietario”. Cuarto punto: “el victimismo es la mejor forma de ejercer el poder”.

Hoy vivimos el proceso en reverso. Ese es el asunto que conviene tener en cuenta. Evo no ha perdido el gobierno, Evo no ha perdido el poder, Evo no ha perdido millones de dólares estatales para su campaña electoral. O, si: los ha perdido, pero esas pérdidas son minúsculas comparando con ésta: su aíre patético, pero vital de víctima. Lo ha perdido o lo está por perder. Hoy lo sabemos: él ordenó matar a los “terroristas” y poner contra la pared a ciudadanos cruceños. ¿Qué está, pues, en juego? Un asunto legal, ya lo vimos en la impecable actitud profesional del abogado Gary Prado, pero es una ingenuidad creer que en esta vicisitud legal acaba la cosa. Claro que no: acá acaba la auto-exhibición de víctima. Acá acaba su auto-lucimiento de pobrecito/héroe que tan bien le funcionó durante tantos años. Evo Morales es el promotor de este violentísimo crimen que cambió el destino de la patria.

¿Se entiende? Hoy debió ser gobernador alguien que despertara cada mañana pensando en promover el desarrollo del país/región y no alguien pensando en cómo enfrentar al gobierno central. Hubiésemos tenido un Carlos Hugo Molina, no un Camacho, con todo el respeto que este hombre puede merecerme. Ese es el país que perdimos.

Afirma que no irá a juicio alguno. ¿Está bien? Claro, está muy bien bajo la lógica de su ideología del victimismo: “me quieren eliminar, yo sólo buscaba mantener la cohesión nacional frente a estos secesionistas, racistas, separatistas”. ¿Le puede funcionar todavía? ¡Dios mío!, claro que le puede funcionar. Es, pues, imprudente querer meterlo a la cárcel a como dé lugar. Eso sólo reactivaría su ideología victimista. Debemos hacer las cosas como se debe. Gary Prado lo sabe: “se requiere un juicio de responsabilidades”. Perfecto. Tratar de meterlo a la cárcel a como dé lugar con cualquier juicio hecho a la ligera sería caer en su infame y lloricón juego que tanto rédito político le ha dado.

Qué vaya a lloriquear a ese juicio serio y, si la fortuna legal nos auspicia, que ofrezca sus últimos gemidos en San Pedro, donde corresponde. 

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