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4 de julio de 2019, 4:00 AM
4 de julio de 2019, 4:00 AM

Lo que viene sucediendo en las organizaciones sindicales y gremiales en los últimos años es paradójico. En un contexto en que los sindicatos parecerían gozar de las mejores condiciones para su afianzamiento, debido a que son cercanos al Gobierno, están favorecidos con sus políticas y están permanentemente presentes en el discurso oficialista, varios han sufrido visibles problemas internos de discrepancias que han terminado en confrontación. Inclusive en muchos casos han sido divididas mediante la creación de organizaciones paralelas.

Es el caso de las organizaciones indígenas de tierras altas y bajas que sufrieron un colapso durante y después de la marcha por el Tipnis; de ahí que hoy existen dos organizaciones Cidob, dos Conamaq (oficialistas y orgánicas), y varias entidades paralelas en las organizaciones indígenas de base.

El punto de quiebre ha sido su vinculación o distanciamiento con el partido de Gobierno. Algo parecido ha sucedido en la COB hace un tiempo; en este caso no existen dos organizaciones paralelas, pero hubieron disputas entre posiciones distintas respecto al poder estatal que, finalmente, de manera poco respetuosa con los estatutos y procedimientos internos, se precipitó una elección interna convocada por la fracción oficialista, que terminó destituyendo al dirigente en ejercicio, que fue reemplazado con un personaje afín al poder.

Seguramente disputas similares están aconteciendo al interior de otras organizaciones sindicales y gremiales, pero a diferencia de las mencionadas, donde el colapso fue visible y evidente, las diferencias internas son administradas y controladas mediante la búsqueda de soluciones que terminan manteniendo la unidad organizativa sin mayores repercusiones externas.

En realidad, no es novedoso ni tampoco negativo que existan diferencias políticas al interior de las organizaciones sociales; de hecho, al ser entidades que circulan en el campo político, están ligadas a distintas ideologías o fuerzas políticas e intereses sociales. En todo caso, las discrepancias y realineamientos son un reflejo de la salud democrática de una organización, cuando son producto de cambios en la correlación de fuerzas resueltos en el marco de acuerdos internos y respetando sus normas.

El problema se suscita cuando la influencia determinante de factores externos, como en este caso el Estado, busca controlarlas y someter las diferencias a una solución impuesta.

Estos días, tanto el candidato/presidente como las dirigencias de las organizaciones campesinas y urbanas de Santa Cruz han estado destacando la necesidad de la unidad, como factor decisivo para garantizar la reelección presidencial.

El lado oscuro de estas salutaciones a la unidad, se ha revelado de manera simultánea, en el conflicto de la organización de los cocaleros de los Yungas (Adepcoca) con el Gobierno, donde se ha puesto de manifiesto la crisis interna, pues quienes discrepan con el poder son desplazados y perseguidos mientras otros sectores buscan legitimarse mediante la convocatoria a nuevas elecciones internas. Estos últimos eventos, demuestran que la lógica subyacente al discurso de unidad es el control a las organizaciones, ya sea a través de la adhesión voluntaria o mediante la imposición en cualquiera de sus versiones.

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