Opinión

Una derrota premonitoria

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30 de enero de 2018, 4:00 AM
30 de enero de 2018, 4:00 AM

La derrota infringida por el pueblo al régimen de Evo Morales-García Linera a propósito de la abrogación del Código del Sistema Penal, produjo un amplio conjunto de traumas que el Movimiento Al Socialismo no logra comprender. El conflicto le mostró que el pueblo le es ajeno, y además, le ha perdido el miedo: ya no está con Evo.


Derivado de esta ruptura el masismo siente que el discurso con que había seducido a la gran mayoría de los bolivianos hace una década hoy es una pieza del pasado. 


Sus argumentos, sus postulados y sus esloganes han caído en desuso.  El imperialismo, los neoliberales, y la derecha como principios de toda su argumentación están tan desgastados que optaron por echar mano de la raza como dispositivo movilizador. De ahora en adelante todo lo que se haga contra el régimen será tachado de racista. Mala estrategia, los discursos racistas no funcionan bien en una sociedad compuesta por el 70% de clases medias, que a la sazón, no aprecian mucho el talante discriminador del Gobierno.


En la evolución de los acontecimientos se ve con claridad que esta vez  fue ‘todos contra Evo’, pero sería ingenuo pensar que solo esto asustó al MAS. Lo que en realidad motivó la penosa renunciación al espantoso código fue la certeza de que algo mayor movía esas masas; el temor de que el conflicto por el código fuera la primera batalla  una guerra en que la madre de todas las batallas está recién por llegar, se llama 21-F, y están asustados.


Eso es lo que motivó el repliegue de las fuerzas represivas del Gobierno. El MAS ha comprendido que después de 12 años de millonaria e ininterrumpida propaganda, intimidación, judicialización de la política, desmantelamiento de la institucionalidad republicana, etc. etc. etc. no ha logrado mellar una centésima el fondo democrático de la sociedad boliviana. 
Ha comprendido que las grandes batallas que se avecinan serán sin mayores tapujos entre la democracia y la dictadura, y créame distinguido lector, el Gobierno no está ni de lejos dispuesto abrogar su vocación totalitaria.
 

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