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16 de septiembre de 2018, 4:00 AM
16 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Un mes después de que Cristiano Ronaldo se retirase del club Real Madrid, el presidente boliviano expresaba su sorpresa por tal acontecimiento, lo que resulta al menos curioso, porque una de sus facetas más conocidas y publicitadas es su extrema pasión por el fútbol. El pasmo presidencial por los sucesos de la Champions League no tiene mayor impacto sobre las responsabilidades de su cargo; prueba, cuando mucho, que quienes leen los periódicos por él son descuidados con sus obligaciones y no se esfuerzan demasiado en proporcionarle material para el cultivo de su presigio como fan deportivo.

Pero, justamente leyendo las noticias, es fácil darse cuenta que Juan Evo Morales Ayma proyecta la imagen de un boliviano propenso en extremo al asombro sobre los más variados temas, algunos de ellos vitales para la vida del país.

Así por ejemplo, confesó que se sorprendió y se asustó, simultáneamente, cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) le habría comunicado, en marzo de este año, que estaba programando las elecciones primarias partidarias para enero de 2019; pero se desconoce si se alarmó al enterarse que las dos personas del TSE que se reunieron con él, negaron la versión presidencial. En consecuencia tampoco se sabe si es la sorpresa que lo ha paralizado y, cuando se sobreponga de ella, tal vez anuncie que piensa aplicar su ley de la mentira a los vocales que lo desmintieron.

Si uno busca en internet “Evo sorprendido” se topará con unos 680.000 resultados, que contienen una lista de temas tan diversos como: los argumentos orales presentados por la representación boliviana ante el tribunal de La Haya; por encontrar cafetales en vez de cocales en Caranavi; la bendición que recibió del papa Francisco; la solicitud para entrevistarlo de Morgan Freeman; los resultados del censo de población de 2012; por las cualidades que descubre en Pablo Iglesias; la magnitud del narcotráfico en Bolivia; el triunfo de Donald Trump; el resultado del partido inaugural del Mundial Rusia 2018; por el abandono de miembros de Unasur, y sigue, y sigue…

Entiendo que la capacidad de asombrarse es una cualidad inestimable, que muchos pierden con el paso de los años al alejarse de la niñez, cuando somos capaces de admirarnos por todo lo nuevo y lo desconocido. Por eso, mantenerla es la mejor medicina contra la amargura y el cinismo y de preservar el espíritu fresco y resistente al envejecimiento. Algunos de los asombros del jefe de Estado se inscriben ciertamente en esa categoría, otros son más bien inquietantes porque exhiben un profundísimo desconocimiento de la realidad y unos cuantos, quizás demasiados, lucen definitivamente fingidos, ensayados, diseñados cuidadosamente para desconcertar al público, para desorientarlo y manipularlo.

Cuando uno examina lo que el jefe del MAS dice que lo desconcierta, y lo contrasta con lo que no lo hace y con sus excepcionales silencios, emerge una figura que nada tiene de candorosa y que es más bien proclive a explotar sus auténticos pasmos con aquellos que no lo son para salirse con la suya.

La sorpresa del presidente es tanto más cierta cuando un hecho inesperado le agrada, pero si es al revés lo que predomina es su furia, como la que delataba su rostro cuando perdió el referendo de 2016, o la que sentirá si hay vocales del TSE que, apoyándose en la lealtad que deben a la Constitución, las leyes y la soberanía popular, se niegan a inscribir el ilegítimo binomio que su partido piensa presentar en 2019. La profunda rabia y no el pasmo ante ese hecho pueden conducirlo a ordenar la destitución, el encarcelamiento, la persecución de quien se atreva a desafiarlo.

Si llega ese extremo, como a otros que ya ha cometido, hay una significativa posiblidad de que, una vez más, se lleve una profunda y desagradable sorpresa y, quizás, el mayor disgusto de su vida, ante la reacción de un pueblo que no ha perdido su capacidad de sorprenderse, pero que mantiene intacta su capacidad de reaccionar ante el recorte de las libertades, la proliferación de los abusos y la corrupción y la inclinación a subestimarlo y oprimirlo.

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