Opinión

Un festejo sin excesos

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2 de marzo de 2019, 4:00 AM
2 de marzo de 2019, 4:00 AM

A partir de este fin de semana, siguiendo nuestras costumbres y tradiciones milenarias, los bolivianos nos entregaremos de lleno a las fiestas de Carnaval, olvidando pasajeramente las penurias cotidianas de la dura lucha por la subsistencia y hasta pasarán a segundo plano los problemas que aquejan a varias regiones por las lluvias y el desborde de los ríos cuyas aguas inundan viviendas y destruyen cultivos. En el caso particular de los cruceños, la celebración arranca anticipadamente con la elección de la soberana gentil que reinará sobre sus festivos e incansables vasallos, y un nutrido calendario de actividades que se desarrolla en la ciudad capital, sus principales barriadas y algunas provincias.

Desde este domingo y durante tres días, el jolgorio ganará las calles con los grupos carnavaleros que, acompañados de sus bandas de música, persisten en la costumbre de recorrer la urbe sin itinerario fijo, aunque con paso hasta ahora prohibido por la plaza 24 de Septiembre y sus inmediaciones, una medida que mantiene inflexible la municipalidad para evitar daños al ornato y a edificios públicos. Daños costosos provocados principalmente por el vandalismo que promueven hordas de mozalbetes que se desplazan de un lugar a otro disparando su arsenal de tintas y pinturas.

Porque ultrajan la imagen de la urbe cruceña y desvirtúan la esencia de la tradicional celebración, es necesario combatir hasta erradicar las manifestaciones de salvajismo traducidas en el pintarrajeo y la pringazón. Es tarea encomendada a las fuerzas del orden que, sin duda, facilitará la prohibición del expendio y/o el decomiso de las sustancias utilizadas para embadurnar la ciudad o hasta algún vecino desprevenido y ajeno al festejo. Para un evento masivo como el que toca vivir cada año, las autoridades nacionales, departamentales y municipales tienen, ni duda cabe, una responsabilidad enorme para garantizar la seguridad ciudadana, reforzando los controles que eviten una escalada delincuencial con motivo de las carnestolendas que están por alcanzar su apogeo en todo el país.

Para cerrar este comentario, nos hacemos eco de la palabra reflexiva del monseñor Sergio Gualberti en una de sus últimas homilías: “Para vivir un Carnaval fraterno, pacífico y sin violencia, que no sea sinónimo de desenfreno irresponsable y de actos reñidos con todo tipo de ética o de comportamiento”. Es de esperar que así sea para evitar las habituales lamentaciones poscarnavaleras de años anteriores.

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